Desde que podemos recordar nos llegan ecos de un maléfico personaje, afincado en la lejana Transilvania, que despierta el terror en aquellos que oyen hablar de él por su costumbre de beber de la sangre de las víctimas inocentes que caen en sus despiadadas manos.

Drácula sería la prueba gráfica de la existencia de un tal Vlad III, el Empalador, príncipe de Valaquia (al sur de Rumanía), que vivió allá por el siglo XV. No obstante, entre ambos personajes, el histórico y el literario, lo que existe en común no va más allá de la mera coincidencia del gusto hacia lo siniestro.

Con frecuencia se desconoce el origen del autor de la citada obra, atribuyéndole raíces rumanas, inglesas o americanas. Pero Abraham (Bram) Stoker era irlandés (Dublín, 1847 - Londres, 1912) y nunca estuvo en Rumanía (de hecho, no llegó a viajar más allá de Viena), amén de que estudios hayan demostrado que no poseía profundos conocimientos biográficos sobre Vlad III como para tejer una historia biográfica del mismo. Sin embargo, de Irlanda toma cantidad de símbolos que estarán presentes en sus obras: castillos, abadías, tormentas, nieblas, ratas... Y hoy nos preguntamos si su famoso conde, en vez de ser ciudadano de la Europa del Este, no poseerá sus mismos orígenes.

La hermosa isla esmeralda es un país fascinante, conocido, entre muchas otras cosas, por sus mitos y supersticiones, que han inspirado a innumerables escritores de horror y fantasía. Esto tiene mucho que ver con su situación geográfica: al ser una isla, se mantiene más aislada de la influencia del continente europeo, perdurando así las narraciones tradicionales celtas, que eran sobre todo orales.

La madre de Stoker (procedente del oeste, cerca de Limerick), durante su infancia, le contó numerosas historias de contenido truculento, algunas tenían que ver con la epidemia de cólera que tuvo lugar en 1832, de la que se decía que los contagiados eran atravesados con palos de madera y arrojados a sus tubas (en ocasiones aún con vida).

El siglo XIX fue el siglo de la Gran Hambruna que arrasó el país como nunca antes había sucedido. Por todos lados morían gentes de hambre y enfermedades, o emigraban a América en los llamados "barcos ataúdes". La imagen que se tiene de estas gentes es de seres con rostros tan pálidos y ojerosos como los personajes de la novela.

Por otro lado, estaba el modo en que eran considerados los suicidas: corría la creencia de que si no se les clavaba un palo en el corazón se convertían en vampiros. Cerca de la casa de Bram había un cementerio para suicidas, donde su familia poseía un panteón y él acostumbraba a pasear. Debido a la calcificación del terreno y a los gases que se desprendían, los cuerpos se mantenían momificados de manera natural.

Parece que el autor se encontraba bastante en contacto con algunas cuestiones que después desarrollaría en su obra.

Dennis McIntyre, el director de la Organización Drácula de Bram Stoker, defiende estas teorías acerca del origen e inspiración del mito, por encima de la del príncipe rumano.

Pero existen otras explicaciones. Bob Curran, profesor de Historia y Folclore Celta de la Universidad de Ulster, Coleraine, y autor de la obra Vampiros: una guía de campo de las criaturas que pululan en la noche (2005), sostiene que Drácula bien podría estar basada en una antigua leyenda celta.

Abhartach era un brutal señor de la guerra del siglo V que gobernó sobre un pequeño reino situado en la zona de Garvagh (Irlanda), donde era muy temido. Las gentes, movidas por el terror, recurrieron al jefe del reino vecino, llamado Cathain, para que lo matara. Este lo mata y lo entierra de pie, como exigía la tradición para los jefes celtas, pero Abhartach reaparece exigiendo un sacrificio de sangre de sus súbditos para recuperar su energía y seguir sembrando el terror. Por segunda vez, Cathain lo mata y entierra, con idéntico resultado.

Entonces contacta con un santo cristiano que le explica que se trata de un muerto viviente y que para acabar definitivamente con él debe matarlo con una espada hecha con madera de tejo, enterrarle boca abajo para que desaparezcan sus poderes, colocar una gran losa de piedra sobre su tumba y rodearla de espino. Así lo hace, de modo que acaba definitivamente con el terrible ser. El lugar en el que supuestamente está enterrado es Slaghtaverty Dolmen (condado de Derry).

Existen otras versiones de la leyenda en que Abhartach es un malvado enano o incluso el hechicero más poderoso de la región con supuestos poderes sobrenaturales, y el santo cristiano es un druida. El término celta dreach-fhuola significa "sangre contaminada". A partir de esta palabra pudo desarrollar el nombre del personaje central.

A principios del siglo XVII el Dr. Geoffrey Keating publicó el primer registro escrito sobre Abhartach en su Historia general de Irlanda, en donde se refería al citado personaje como una figura histórica real. Siglos más tarde, en 1875, esta historia es recuperada por Patrick Weston Joyce en Los orígenes de la historia de los nombres irlandeses de lugares, doce años antes de que apareciera la historia de Bram Stoker.

Drácula fue publicada en 1897 y pertenece al género de terror gótico, que estuvo muy en auge en esa época. Pero originalmente el manuscrito tenía el título de El no-muerto y el nombre del personaje central era Wampyr. Existe otra obra que sería la introducción de la anterior, El invitado de Drácula, que fue dada a conocer por la esposa de Bram Stoker tras la muerte de este.

Anterior a Drácula está la historia de Joseph Sheridan Le Fanu, Carmilla (1872), una seductora vampiresa que intenta apoderarse de una inocente jovencita, y que es considerada la primera obra sobre el género vampírico. Le Fanu refleja el verdadero folclore irlandés: creció en una campiña, en contacto con los mitos y cuentos que le transmitieron las gentes del pueblo. Aunque era abogado, dedicó su vida a la escritura (narraciones basadas en la tradición y de temática fantástica) y a la edición de varios periódicos y revistas que había adquirido. Hoy es reconocido como uno de los representantes de la novela victoriana y de fantasmas.

Casualmente, Bram Stoker trabajó como crítico de teatro en el Dublin Evening Mail, cuyo copropietario era Le Fanu, donde pudo estar en contacto y tener una influencia directa del citado autor.

Tenemos muchas hipótesis acerca del verdadero origen o inspiración de la obra que nos atañe, cuál de todas ellas hizo que saltara la chispa de la inspiración literaria que llevó a Bram Stoker a crear a su malévolo personaje. Lo que es seguro es que se trata de una obra maravillosa, que a día de hoy hace que sigamos creyendo en vampiros o y otras criaturas de la noche y que seguirá despertando el interés de los lectores a través de los tiempos.