“A ella le encantan los estrangulamientos y los golpes y a mí no, pero al menos tengo sexo”.

A veces un paseo te regala uno de estos “robados”; latigazos de conversación ajena que sin querer tomas de los que esperan un semáforo contigo, y lo que en principio no debería pertenecerte, a veces sí, así que los robas con gusto; éste me pareció bastante jugoso, digamos, por “x” experiencias en mi vida, así que no es el primer comentario que escucho en ésta dirección.

Parece que estamos invadidos por la moda de la dominancia y la sumisión, por ese deseo que se asocia al ejercicio del poder, algo miserablemente humano y naturalmente animal, por qué no, sano y aceptable.

Para muestra un botón. Ayer se estrenó en Madrid la segunda parte de la película 50 Sombras de Grey con el título de 50 sombras más oscuras. Si alguien aún tuviera alguna duda sobre este masivo éxito no habría más que echar un vistazo a las cifras de la primera entrega: con un presupuesto de 40 millones de dólares se consiguió una recaudación de 571 en todo el mundo.

Que los Estudios Universal hayan apostado por repetir, que hace tan sólo unos días en su estreno en España viésemos largas colas de mujeres, sobre todo mujeres, visiblemente acaloradas esperando impacientes a tocar el cielo y de paso a Jamie Dornan, su protagonista, y que Cinesa lanzase para su promoción una polémica campaña donde ofrecía una sala aparcamaridos, no es casualidad. Eso sí, resulta difícil diferenciar si estamos ante una tendencia sexual o una moda.

¿Pero qué tiene Grey?

Da igual. Cuando la elección o la naturaleza sexual de cada individuo pasa de ser algo auténtico y se convierte en tendencia, y se etiqueta, parece que lo que en principio pudiera ser un ejercicio de la libertad de expresión sexual se convierte en algo super cool. ¿Y entonces? ¿Queda fuera toda opción sexual basada en otro tipo de tratos? ¿Qué pasa con el intelectual o el platónico entre muchos otros? ¿O deja el “Grey Style” de ser auténtico por tener un nombre?

Según algunos parece que empieza a resultar difícil moverse fuera de esta moda transgresora y open minded del spanking, azotitos y otros. Es como si hoy la pregunta que sigue a la edad y profesión fuese: “Y a ti que te gusta ¿dominar o ser dominado? ¿Sobra decir que cada relación genera una química distinta y una particularidad absolutamente individual? No, no sobra y así es. Efectivamente se puede ser abierto, también a lo estrecho y cerrado. Esa es la verdadera clave de la transgresión, de la expresión de la libertad y de lo genuino. Para sexos, colores. No es un dicho, es un hecho.

Que los más escépticos atiendan al siguiente listado. También aquellos que no hablan con otros, o que no escuchan, o escuchan con el fin de preparar réplicas que les mantengan en su pedestal. No hay más que leer buscando un poco de rigor. Cualquier estudio sobre Psicología y Sexualidad contemplará la homosexualidad, la heterosexualidad, la asexualidad y reconocerá a heteroromanticos, birománticos, homoromáticos, autosexuales, fantasexuales, pansexuales o demisexuales.

Dicen que cuando confías, se abre un mundo de posibilidades, así que si confiamos en que esta diversidad es mucho más que ganas de categorizar- recordemos que la Psicología es una Ciencia- podremos concluir que más allá de definir cada uno de estos conceptos, o de entenderlos, su reconocimiento nos sitúa por sí mismo ante una realidad: la diversidad sexual de las personas es un hecho, no una tendencia.

Sin embargo, la falta de comprensión y de conocimiento con la que tratamos nuestra naturaleza y nuestras necesidades, especialmente cuando éstas no encajan en los cánones sociales y culturales, y más aún cuando no encajan en los nuestros, es origen de oscurantismo, represión, culpa, vergüenza y sufrimiento. Es la falta de libertad interior la que nos ahoga. Por no dejarnos ser. Esta es la primera y más profunda de las barreras.

Sensibilidad, por favor.

Ethical slut es un estupendo ensayo donde, desde un estilo integrador, inclusivo, respetuoso y humilde, Dossie Easton y Janet Hardy, ya sin pseudónimos, hablan de diversidad y de experiencias reales. Leer este libro bien entrados los veinte puede evitar algunos dolores de cabeza a los treinta. En cualquier caso nunca es tarde. Sólo hay que estar preparado para aceptar las propias resistencias, el jaque al romanticismo del amor y entender la verdadera propuesta, que no es más que la invitación de poner en duda nuestras propias creencias y definir lo que para cada uno y éste momento de nuestras vidas, es romanticismo, sexualidad y amor.

Tanto espacio existe para las sexualidades platónicas basadas en el deseo romántico y la conexión intelectual, en las que una caricia, una palabra o una mirada profundamente suave pueden generar un orgasmo eterno, como para el más extremo de los banquetes sexuales acordado con salud y conocimiento.

Aludiendo a la Astrología, como buena Virgo y, por ende, amante de lo contenido y discreto, viene a mi mente la maravillosa escena de Lo que queda del día donde la tensión sexual entre Anthony Hopkins, en su personaje de hombre abnegado a la norma cualquiera que sea su procedencia y secretamente enamorado de Emma Thompson, su ama de llaves, interpretan una acalorada escena, blanca incandescente y cargada de respeto. Un momento de tensión sexual que desde mi punto de vista nada tiene que envidiar a pasiones enraizadas al templo del cuerpo y sus regocijos más cerca del rojo, del verde, por qué no, del azul.

Las personas tenemos formas de sentir diferentes y en el encuentro auténtico se produce la explosión, pero para eso hay que abrirse y dejarse, simplemente, ser, más allá de modas. Y discúlpenme por utilizar la palabra “simplemente”.