Antes de marcar la entrada a la orquesta, Andrés Orozco-Estrada cierra los ojos y levanta un poco su rostro para entrar en situación. Acto seguido, su cuerpo acompaña el movimiento su batuta: si el inicio es vertiginoso —como en Danzas del Ballet Estancia del compositor argentino Alberto Ginastera—, todo su cuerpo se sacudirá para enfatizar el tempo, su gesto será agresivo y su pelo se sacudirá un poco. Si, por el contrario, se trata de un inicio lento —como en la obertura de la ópera Tannhäuser de Richard Wagner—, cuidará que sus brazos se muevan de manera grácil y ligera, su gesto será de ternura y su mirada tranquila. Al final, cuando marca el cierre, aplaude a sus músicos por un rato —uno largo— mientras les sonríe, da la indicación para que se levanten y reciban todos los aplausos del público.

Esta escena se repite siempre sin importar cuál orquesta esté bajo su dirección. Se ha visto con la Sinfónica de Houston, de la cual es director musical, con la Filarmónica de Londres, donde es el director principal invitado y con la Sinfónica de la Radio de Frankfurt, donde es el director titular.

También se ha visto esto con la Filarmónica de Viena, la Orquesta de la Academia Nacional de Santa Cecilia de Roma, la Orquesta Nacional de Francia, la Filarmónica de Berlín, la Orquesta Estatal de Dresde, la Orquesta de la Gewandhaus de Leipzig, la Orquesta Sinfónica de Viena, la Mahler Chamber Orchestra y las orquestas estadounidenses de Filadelfia, Pittsburgh, Cleveland y Chicago.

Todas esas puertas se le empezaron a abrir a este colombiano de 39 años en 2004, cuando el director titular de la Sinfónica de Viena, Heinz Wallberg, se enfermó y Orozco-Estrada fue el elegido para hacerse cargo a sólo dos días de la presentación. En aquella ocasión la orquesta interpretó a Richard Strauss y a Anton Bruckner. El resultado fue tal que la prensa lo llamó «el milagro de Viena».

Hubo buena química entre el director y los músicos, algo muy importante para él, como lo dijo en una entrevista para la revista musical colombiana Tempo antes de debutar con la Filarmónica de Berlín: «Espero que el concierto sea exitoso y a esto no me refiero exclusivamente a que le guste al público, lo cual también es importante, sino a que podamos entendernos bien con la orquesta. Hablando coloquialmente, con una orquesta ocurre lo mismo que en una relación personal, te puedes llevar mal, te puedes llevar bien o te puedes llevar más o menos».

Esto ocurrió sólo siete años después de haber llegado a Viena. Recién mudado, se dedicó a trabajar y a aprender el idioma para poder ingresar a la Universidad de Música y Arte Dramático de Viena. En Colombia, había estado un tiempo en la Universidad Javeriana y antes en el Instituto Musical Diego Echavarría, en Medellín —de donde es oriundo—, al cual ingresó a los cinco años, en la década de los ochenta, cuando la ciudad era la más violenta del mundo. Su madre lo hizo en parte para que se alejara de lo que se vivía en las calles.

Puede ser que por esto para Orozco-Estrada sea sorprendente no ver el arte más involucrado en el proceso de paz, como lo dijo en la entrevista para Tempo: «¿Por qué en estos procesos de reintegración no se está hablando de arte? ¿Por qué no arman un coro? Pon a cantar a dos voces al menos, ni siquiera un coro, y vas a ver lo que es obvio para todos los que hacemos música: se transforma el alma y el cerebro por el grado de coordinación y exigencia que conlleva escuchar al otro».

Aunque en sus inicios interpretaba el violín, siempre le emocionaba más ver en videos a los grandes directores, como Herbert von Karajan, conducir a los músicos. Solía imitarlos en las proyecciones a las que asistían él y sus compañeros del instituto. En una ocasión, su maestro de Historia de la Música lo descubrió y le dijo: «Andrés, basta. Como te encanta hacer las veces de director, mañana tú vas a dirigir el ensamble de cuerda de la Orquesta de Cámara del instituto». Desde entonces se quedó como director, a los 15 años.

Durante su carrera musical, ha trabajado en dos ocasiones a la Orquesta Filarmónica de Bogotá. En la más reciente, que fue este año, realizó presentaciones con la pianista colombiana Blanca Arango y terminó de organizar la primera gira europea de la Filarmónica Joven de Colombia que recorrerá varias ciudades de Alemania y Austria en julio. Puede que bajo la batuta colombiana más importante de la historia surja un nuevo milagro europeo venido desde Sudamérica.