September's reminding July
It's time to be saying good-bye
Summer is gone, but our love will remain
Like old broken bicycles out in the rain

(Tom Waits)

En los años ochenta, Guatemala sufrió un ataque terrorista que dejó muertos y heridos al estallar una bomba cerca del autobús donde viajaban Fausto Müller (de pocos meses) y su madre llevándolo en brazos. La madre y el niño sobrevivieron, pero la explosión dejó al pequeño con una sordera permanente. El recuerdo del atentado fue el punto de partida para la segunda película del realizador guatemalteco que ya antes había generado el interés del público con su ópera prima 12 segundos, ganadora del premio Netflix en el 2015.

América Latina ha sido el escenario de batallas interminables entre la izquierda y la derecha que han sido muy bien retratadas en el cine. Historias de dictaduras y represión militar, de grupos terroristas, corrupción, violencia. Historias sobre muertos y desaparecidos: La noche de los lápices (Héctor Olivera), Rojo amanecer (Jorge Fons), Memorias del subdesarrollo (Tomás Gutiérrez Alea), Machuca (Andrés Wood) son algunos de los ejemplos más interesantes dentro del continente.

Pero, «¿es el sufrimiento de mil seres humanos más grande que el de uno solo?», como se preguntaba en sus diarios el escritor alemán Michael Ende. Septiembre, un llanto en silencio, tiene la virtud de no quedarse en la mera anécdota política, y construye una historia profundamente humana a partir del drama cotidiano entre un padre y su hija.

Una explosión marca el inicio de la película, que nos cuenta el drama de la soledad, el dolor de crecer, el enfrentamiento con el miedo y el amor incondicional, de la mano de Teresa (Costanza Andrade) y su padre Josué (Saúl Lisazo).

Es impresionante la versatilidad actoral de Saúl Lisazo (esa especie de George Clooney latino a quien estábamos acostumbrados a ver en telenovelas) capaz de construir en esta película uno de los personajes más sólidos de su carrera. Se nota la mano de un director, discípulo de Hitchcock, Spielberg y Cuarón, con un manejo del lenguaje cinematográfico que nos mantiene siempre en suspenso.

Teresa pierde a su madre tras la explosión. La niña sobrevive pero queda sorda. Josué tendrá que hacer las veces de padre y madre con una niña sorda para la que el sistema no está listo. La pequeña se verá obligada a dejar el colegio por (irónicamente) haber suspendido la clase de música. Su padre se convertirá nuevamente en su refugio.

Pero al pasar de los años Teresa ha crecido, es casi una mujer y empieza a buscar su propio camino rompiendo la sobreprotección de la burbuja paterna. En una de las escenas más potentes de la película, Teresa grita su frustración con todas sus fuerzas. Un estallido interior al desmoronarse su mundo. Un estallido que ella misma es incapaz de escuchar.

La actriz Costanza Andrade hizo un trabajo de introspección muy interesante con Teresa. Parte de su entrenamiento actoral para el papel consistió en ponerse tapones en los oídos y llevarlos todo el tiempo para experimentar con la sordera. Un ejercicio casi suicida en Ciudad de México.

La atmósfera de la película es la oscuridad antes del alba. Es ese momento en la vida en el que, aunque parezca que todo va mal, no sabes lo que te puedes encontrar a la vuelta de la esquina.

La película se estrenará muy pronto en las salas de Guatemala y México, que es donde Kenneth Müller ha sacado adelante su prolífica carrera cinematográfica.

Todos al cine a ver esta pequeña joya reciente del joven cine latinoamericano.