Entre el 15 de abril y el 4 de junio de 1989, (ocho años antes de que Gran Bretaña entregara de vuelta a China la colonia de Hong Kong), se libraron una serie de protestas en la Plaza de Tianamen y alrededores. Pocas semanas después, la ópera de Colonia, Alemania, se presentó con Fidelo o el amor conyugal, de Ludwig van Beethoven (además de Il barbiere di Seviglia, de Gioacchino Rossini) para la inauguración del nuevo y lujoso Hong Kong Cultural Centre.

Hong Kong es, a pesar de su pequeña extensión de poco más de 1.108 km² (de los cuales 35 km² “son de agua”) uno de los lugares más singulares del planeta. La traducción española de su nombre oficial sería «Región Administrativa Especial de Hong Kong de la República Popular China». Posee su propia moneda, el dólar de Hong Kong, que es la moneda más intercambiada del mundo. Está además entre las ciudades que más millonarios albergan, con cerca de 7.650, cifra solo superada por Nueva York, con 8.350 (millonario más millonario menos). Pero allí donde hay opulencia, hay siempre miseria, y así, el lado oscuro de Hong Kong nos ilustrará qué tiene que decirnos una ópera como Fidelio en nuestros días.

Hong Kong está dividido en varios distritos, uno de ellos es el distrito Yau Tsim Mongde, que incluye la zona de Mong kok, que figura en el Libro Guiness de los Récords como el lugar más densamente poblado de la tierra, con una densidad de población de 130.000 habitantes por km². ¡Espeluznante! ¿Se pueden imaginar algo semejante? Para que tenga un punto de comparación, Londres tiene una densidad poblacional de 5.590 hab/km², y París llega a 21.258 hab/km², cerca de la sexta parte. Pues bien, si ya empiezan a sentirse agobiados por la estrechez, vamos a dar otra vuelta de tuerca, al mejor estilo de Heny James. Justo en el distrito de Kowloong existió, hasta 1993, la 'Ciudad amurallada de Kowloon', como enclave chino en Hong Kong, así reconocido desde 1898. Antes de su demolición en 1993, llegó a tener una población superior a los 50.000 habitantes viviendo en sus escasos 0,026 km², y ello implicaba que tenía la mayor densidad de población del planeta, que superaba el 1.900.000 habitantes por km², y esto a partir de una población inicial de 700 personas.

Diríamos que se vivía allí como en una lata de sardinas, literalmente hablando, en una prisión, y es esta triste realidad la que nos ayuda a entender una de las tragedias humanas de la que nos habla Beethoven en Fidelio. La ópera se desarrolla completamente en una prisión sevillana del siglo XVIII, imaginada, pues se trata de un uso literario, para evitar la censura francesa, que es la sociedad a la que los primeros autores lanzan las críticas. Esta prisión representa así una sociedad reprimida, en donde la corrupción política se ha infiltrado en sus entrañas. Nuestro desenfrenado apetito de poder nos ha llevado a convertir las ciudades en prisiones, el mundo entero, hablando de la aldea global, en una cárcel, al habernos alejados de principios como la libertad y la fidelidad, la hermandad y el amor. Somos prisioneros de nosotros mismos, en primera instancia, y luego tenemos los niveles de esclavitud, explotación y sometimiento a los que lleva la embriaguez del poder y la riqueza. La historia está plagada de ejemplos, y asimismo el presente, como si solo cambiaran los nombres.

Recordemos brevemente cuáles son los personajes de la ópera y el argumento. Los hechos se desarrollan en un alcázar en las cercanías de Sevilla. Florestán (tenor), miembro de la nobleza, ha sido apresado desde hace dos años por su archienemigo político, don Pizarro (bajo barítino), que es asimismo el alcaide de la prisión. En la ciudad rondan rumores de que ha muerto, pero Leonora (soprano), consorte de Florestán se niega a creerlos y se disfraza de hombre, adoptando el nombre de Fidelio, con el fin de averiguar la verdad y si es el caso, salvarlo. Para ello consigue empleo como ayudante de Rocco (bajo), el carcelero.

Los personajes menores son Jaquino (tenor), que es el portero de la prisión y el prometido de Marzelline (soprano), la hija del carcelero, que a su vez está enamorada de Fidelio, dos prisioneros con partes solistas y finalmente, don Fernando (barítino), que es el ministro del rey y amigo de Florestán, y ha anunciado que va a hacer una visita de inspección en el castillo, por lo que podría descubrir que está encerrado en un calabozo aparte del resto de los prisioneros. Ante esta situación, don Pizarro se decide a hacerlo desaparecer, por lo que le entrega una bolsa de oro a Rocco, para que mate al preso. Éste, sin embargo, se ofrece únicamente a cavar la fosa si el jefe da muerte a don Florestán. Comienza a cavar, ayudado por Fidelio, que se ha ganado su confianza y ha conquistado el corazón de su hija. Leonora reconoce a su marido en aquel preso tan demacrado y convence al carcelero para que le lleve algún alimento. La escena de amor y reencuentro entre Leonore y Florestán es interrumpida violentamente por don Pizarro, decidido a darle muerte a su enemigo. Pero en el momento de lanzarse, puñal en mano contra éste, Fidelio le apunta una pistola y lo contiene. Inesperadamente se oye una trompa que anuncia la llegada del ministro del rey y en su presencia, Rocco desvela la corrupción de su patrón y se descubre todo. Luego Leonora le quita las cadenas a su marido en medio de la apoteosis de la orquesta, los solistas y el coro.

Igual que Mozart en La flauta mágica, Beethven echa mano del estilo del Singspiel, formado por piezas de conjunto y diálogo hablado. Curiosamente, Fidelio surge de la comisión que nada menos que Emanuel Schikaneder le hiciera a Beethoven para una nueva opera para el Theater an der Wien, pero a éste no le satisfizo el libreto propuesto, Vestas Feuer. Sin embargo, para nuestros fines, esto nos regresa a la pista de Beethoven y la masonería. Como hemos dicho anteriormente, no hay documentación que pruebe “más allá de una duda razonable” que perteneciera a esta organización, pero son muy numerosas los usos (o alusiones) que hace Beethoven de los valores de dicha hermandad, de manera tan acertada e incisiva como lo hacen autores que sí sabemos masones, aunque Beethoven es siempre indirecto, casi deliberadamente velado. Por ejemplo, el uso de elementos o principios como el amor, el alivio y la verdad enmarcados de modo humanístico más que individual. Si bien don Fernando descubre que los crímenes de los que es acusado Florestán son infundados y trae alivio a su amigo y a otros que luchaban por la verdad, funciona como arquetipo en el marco general de la obra. Leonora/Fidelio se relaciona con los prisioneros mostrando un amor fraternal, más que de madre protectora, o en este caso, asume la función de orden (estado) de justicia a partir del cual se construye una sociedad hermanada.

El amor, la fidelidad y la verdad siguen siendo valores universales, inmutables y estrechamente relacionados. El amor a la verdad, la fidelidad en el amor, el amor verdadero. Nuestro mundo actual funciona con los mismos principios, y sus relaciones no han variado nada. La revolución francesa se guió por tres principios que también se hallan en la orden masónica y en Fidelio: libertad, hermandad (fraternidad) e igualdad. De ahí nuestras sospechas de que sí hay 'un vínculo secreto', y esto nos da pie a inferir que el simbolismo de sus arquetipos es vinculante, merced a la polisemia y atemporalidad, con la humanidad en general en el tiempo y el espacio, social o geográfico.

La Ciudad amurallada de Kowloon nos brinda una versión actual de la escena de Florestán cuando canta su aria y de la escena de los prisioneros, que son sacados de las mazmorras al patio por sugerencia de Fidelio para así, sin levantar sospecha, saber si Florestán se halla entre ellos. Estas escenas son de las más famosas y estremecedoras en la historia operística, al mostrar los límites de crueldad e injusticia a los que puede llegar el ser humano, no tanto al mostrarnos cómo se pudren en vida los prisioneros, sino que están allí por oponerse a la corrupción política, y a su lucha activa por evitar que alcance todas las filas de la sociedad, como el “muelle social de los desposeídos” sobre el que se asientan las plutocracias a la espera de adalides.

¡Cuántos ejemplos tenemos en nuestros días, en todo el mundo! No nos alcanzaría la brevedad de estas letras para contarlo. Pero podemos decir que esto es lo que hace actual a la ópera y a Fidelio en nuestro caso, que descansa sobre música extraordinaria, como un camino a lo más profundo del alma, allí donde las palabras nos faltan.

Hemos titulado esta reflexión El vuelo de la libertad, a pesar de que hay muchos otros valores humanísticos en la obra. ¿Por qué particularmente la libertad? Porque en el mundo acaso lo único que realmente posemos es la libertad, si bien bajo su investidura verdadera, el libre albedrío. No somos libres del todo (la libertad total es una ilusión), sino que posemos grados de libertad, o mejor que eso, la posibilidad de ejercer el libre albedrío.