El debut de Greta Gerwig como guionista-directora de esta comedia gloriosamente divertida y nostálgica autobiográfica sobre la salida de la adolescencia. Es una carta de amor, por así decirlo, a su ciudad natal de Sacramento, California; a su madre apasionada y controladora; y a sí misma como una adolescente algo extravagante que soñaba con irse a una elegante universidad de artes liberales en Nueva York y encontrar una tierra prometida de sofisticación adulta.

La historia se centra en Christine «Lady Bird» McPherson, Saoirse Ronan que hace un papel tremendo y estuvo recientemente nominada al Oscar como mejor actriz, una estudiante de secundaria que se comporta con la convicción inconsciente de una niña pequeña. Ella insiste en que la llamen por su nombre «dado» de Lady Bird («Me fue entregado para mí por mí»), exalta los beneficios de la masturbación en la bañera a su mejor amiga Julie mientras come obleas de comunión («¡No están consagradas!»). Y le da un puñetazo en el hombro, pidiéndole que baile. La protagonista de cabello rosa aparentemente no está agobiada por la torpeza y el miedo que la mayoría de los adolescentes en la cúspide del cambio sienten por el cambio. Esta cúspide es donde reside la magia de la película; su ritmo narrativo alegre y progresivo captura la sensación de que la adolescencia termina antes de que apenas haya comenzado.

Aunque la película nos brinda los hitos de la madurez de Lady Bird, su principal preocupación es la irregular, explosiva y tensa relación entre ella y su madre Marion (Laurie Metcalf) también nominada al Oscar como mejor actriz de reparto, una enfermera con exceso de trabajo cuyas fuertes opiniones y creencias se oponen a los sueños de su hija de mudarse a Nueva York, «donde está la cultura», «las personas interesantes» y en donde está todo lo importante que debería pasarle a una persona. Las escenas entre Ronan y Metcalf son eléctricas, reales y no es nada difícil sentirse identificados; Gerwig mapea su incapacidad para comunicarse con una veracidad insoportable.

Las vidas de Lady Bird y Greta Gerwig coinciden: ambas nacieron en Sacramento, ambas con una madre que era enfermera. Pero al igual que con toda ficción autobiográfica, hay un placer sutil en preguntarse qué partes se toman directamente de la vida y cuáles se han alterado en secreto.

Como mencioné anteriormente, el centro emocional de la película es la relación entre madre e hija. En cierto modo, se trata de cuán imposible es para los adolescentes imaginar la vida emocional de sus padres, o reconocer la devastadora sensación de abandono e inutilidad de los ancianos afectados cuando el niño se va de casa y tienen que suprimir los síntomas de la ira, rabia y pérdida.

En cuanto a Marion, tal vez ella está descubriendo una gran verdad no reconocida: tener hijos te hace darte cuenta de que ya no se trata de ti, sino que realmente no te das cuenta hasta que ese niño crezca y se vaya de casa. Decir adiós en estas circunstancias requiere un gesto de autosacrificio o incluso autoinmolación. Tal vez Marion aún no está lista para hacer ese gesto. Hay actuaciones tan hermosas aquí de Metcalf y Ronan, que son muy conmovedoras como una pareja madre-hija llena de angustia y amor, y que no te puedes perder. Te aseguro que te sacara una que otra lagrimilla.