La anorexia nerviosa es una enfermedad relacionada con el miedo obsesivo a engordar, lo que conduce hacia una situación de extrema debilidad y que puede culminar con la muerte.

En el medio de la danza clásica, un universo estrictamente competitivo, se han registrado incontables casos de vidas destrozadas y fallecimientos a causa de desórdenes alimenticios, puesto que cuando un bailarín muestra una contextura estándar, se arriesga a que lo rechacen y lo acusen de tener «sobrepeso». En muchas compañías de ballet, no solo se compite por ser el mejor en el escenario sino también por lo que se come: menos bocados, más aplausos.

En el año 2011, la primera bailarina del teatro italiano La Scala, Maria Francesca Garritano, confesó que cuando era adolescente su maestro de ballet la ridiculizaba delante de todos, por lo que salía adelante solo con una fruta y un yogurt al día, reduciendo su alimentación hasta el punto en que su menstruación se interrumpió durante un año y medio cuando tenía 16 y 17 años. Este es solo uno de los miles de casos existentes a nivel mundial.

Según Josep Toro, profesor titular de Psiquiatría de la Universidad de Barcelona y consultor sénior del Servicio de Psiquiatría y Psicología Juvenil del Hospital Clínico de Barcelona, «el fenómeno de la delgadez extrema de los bailarines se popularizó a mediados del siglo XIX, pues la danza contemplaba a sus profesionales como seres fantásticos, duendes, ninfas y sílfides, regidos físicamente por una dictadura estética que exigía una extraordinaria figura corporal».

¿Qué vale más? ¿La fama o la salud?

Se considera de suma importancia que la persona tome conciencia, se relaje y despeje su mente. En el caso de los bailarines, se debe resaltar la responsabilidad del maestro encargado de percatarse de los riesgos potenciales a los que se ven expuestos los artistas, y de tomar las medidas apropiadas al respecto.

La práctica del arte de la danza, que utiliza el cuerpo como su principal medio de expresión, necesita de unos conocimientos mínimos sobre fisiología, nutrición y dietética. Cómo gestiona el organismo sus reservas, cómo se da la producción de energía a partir de los nutrientes que se ingieren con los alimentos y, en definitiva, cuándo y qué comer para rendir y disfrutar de la actividad.

Para que un bailarín posea la resistencia y la musculatura que la danza demanda, debe mantener una alimentación rica en proteínas — carne, huevos, legumbres, lácteos —, carbohidratos — cereales integrales — y un pequeño aporte de grasas saludables — semillas, frutos secos, aceite de oliva, aguacate.

Asimismo, las frutas y las verduras, con su rico aporte de vitaminas y minerales, promueven el correcto funcionamiento del metabolismo, en conjunto con la fibra y su vital importancia. Todo esto, acompañado de una hidratación eficiente en pro de la concentración, la firmeza y los reflejos del artista.

Es indiscutible que, dentro del mundo de la danza, la delgadez permite mejorar las ejecuciones de los movimientos y evitar lesiones; sin embargo, no se debe normalizar el hecho de recurrir a la anorexia o la bulimia para lograr ese estado físico, el cual puede ser alcanzado, naturalmente, con disciplina y buenos hábitos alimenticios.

Intentando dejar de lado la gran competencia que representa el ballet clásico, lo primordial es que los involucrados siempre tengan en cuenta que lo que forja a un gran bailarín es su pasión, siempre recordando que la prioridad debe ser la aceptación y el amor propio.