El lago de los cisnes es uno de los ballets más famosos de todos los tiempos, sea por la grandiosidad de su música, reconocida, por muchos, en, al menos, uno de sus fragmentos; por el elevado nivel de la coreografía, tan exigente, en cuanto a precisión y demás puntos, para los bailarines clásicos; por los detalles presentes en su diseño de vestuario, dispuesto a convertir la figura de una mujer en la de un esbelto cisne e, incluso, por el desarrollo de su trama de icónicos personajes, la cual puede considerarse solo un medio para que resalte el resto de los finos elementos presentes en cualquier producción de este espectáculo. No obstante, como todo gran proyecto, se topó con obstáculos durante su concepción.

La historia inicia en vísperas del aniversario del príncipe Sigfrido, quien recibe, como regalo, una ballesta, luego de que su madre le informara que, pronto, por motivos de su mayoría de edad, su matrimonio debía ser arreglado y celebrado. Ante la noticia, el Príncipe decide salir a cazar, lo que da paso a su encuentro, junto a un lago, con la figura de un cisne que se transforma en la hermosa y delicada Odette, Reina de los cisnes, condenada a permanecer convirtiéndose en este animal a causa de la maldición del hechicero Von Rothbart, cuya magia se anulará si ella halla el amor real.

Al día siguiente, en el palacio, se realiza un baile, donde Sigfrido tiene que escoger esposa, rodeándose de varias doncellas que no logran alcanzar su corazón como Odette lo había hecho. De repente, entra por la puerta, de la mano de Von Rothbart, el Cisne Negro: una mujer llamada Odile, idéntica a la joven cisne, por lo que, usualmente, el personaje es interpretado por la misma bailarina que encarna a Odette, pero con una actitud de mayor sensualidad y dominancia.

Engañado por su apariencia, Sigfrido le jura amor y decide casarse con ella, castigando a su verdadera amada a estar bajo el hechizo para siempre. Sin embargo, cuando Odette, quien ha estado observando todo, como un cisne, desde la ventana, huye, desconsolada, el hombre la ve y se percata del terrible error que ha cometido, y corre tras ella hacia el lago.

Vale resaltar que hay diversas versiones para el desenlace; unos, por supuesto, más representados que otros: el amor de Sigfrido y Odette vence sobre Von Rothbart, quien pierde un ala en combate con el Príncipe; ambos protagonistas se suicidan juntos y ese sacrificio rompe la maldición; Odette emprende su vuelo, luego de que se le condenara a ser un cisne, eternamente, por el errado juramento de amor de Sigfrido, quien queda solo al caer la cortina del teatro, entre otros finales.

Estructurado en cuatro actos, este espectáculo fue encargado por el Teatro Bolshói en 1875 y se estrenó, oficialmente, el 4 de marzo de 1877. La música fue compuesta por Piotr Ilich Tchaikovsky, siendo el primero de sus ballets; la coreografía de la producción fue creada por Julius Reisinger y el libreto, se cree, se basó en el cuento alemán «Der geraubte Schleier» —«El velo robado»— de Johann Karl August Musäus.

A pesar de su actual popularidad, El lago de los cisnes, en sus comienzos, no contó con aprobación por parte de la audiencia y de la crítica, la cual se expresó con palabras como «difícilmente se convertirá en un ballet de repertorio y nadie lo va a lamentar», alegando la poca preparación y calidad del montaje. Esto se debió, en gran medida y entre otras razones, al hecho de que las creaciones de la música y la coreografía originales no fueron paralelas, debido a desacuerdos técnicos entre Tchaikovsky y Reisinger.

Fue el 15 de enero de 1895, en el Teatro Mariinski de San Petersburgo, cuando el ballet logró su primer gran éxito con una nueva coreografía a cargo de Marius Petipa y Lev Ivanov. Además, las primeras ideas que tuvo Tchaikovsky acerca de la música fueron reorganizadas y el pas de deux que compuso, en un inicio, para el Cisne Negro, fue sustituido por otro, escrito, también, por él.

Para mediados de los años 40 del siglo XX, la obra empezó a ser ampliamente reconocida como paradigma del ballet, siendo una de las mayores exportaciones artísticas de la Rusia Imperial; bailada por artistas de la talla de Anna Pávlova y Rudolf Nuréyev.

La propuesta de 1895 ha servido de base para muchos montajes con el paso de los años y casi todos los coreógrafos han mantenido, en su mayor parte, la coreografía tradicional, considerada, prácticamente, venerable. Asimismo, el personaje de Sigfrido, con el paso del tiempo, ha ganado relevancia, debido, principalmente, a la evolución de la técnica del ballet.

En 1940, de hecho, el ballet de San Francisco fue la primera compañía americana en organizar una producción completa de El lago de los cisnes, obteniendo un enorme éxito y apoyándose en la gran población de rusos que había emigrado a aquel lugar.

De ahí en adelante, este clásico, de larga y, en ocasiones, obstaculizada trayectoria, ha sido adaptado a diversas ramas del arte, pues, sin duda, tiene una maravillosa cantidad de elementos que lo hacen brillar, ya que, como todo gran proyecto, alcanzó a superar las dificultades y las críticas negativas, valiéndose de ellas para reinventarse y dejar huella en la historia de la humanidad.