Los hechos no dejan margen a la duda ni a la interpretación, el sector del ocio nocturno es, de largo, el más afectado por la crisis del coronavirus. Nadie puede discutir eso y, con ello, tampoco se minimiza el daño que la pandemia ha causado sobre otros sectores como la restauración o la cultura.

La imposibilidad del ocio nocturno para abrir y operar con cierta normalidad es incuestionable; muchos trabajadores del ocio nocturno están en una situación económica dramática y se les debería ayudar.

Pero, las discotecas, siendo razonables, no abrirán hasta finales de 2021 o, más posiblemente, 2022, si tenemos en cuenta cuándo llegan las vacunas, los calendarios de vacunación, el público objetivo de la mayoría de locales nocturnos (mayoritariamente jóvenes, los cuales serían los últimos en vacunarse) y el porcentaje de personas vacunadas e inmunes necesario para superar la crisis (se habla de más de un 80% de la población).

Asimismo, esos locales de ocio nocturno son lugares difíciles para combatir el contagio; casi todo interior, escasa distancia, mucho alcohol, con lo cual las medidas se relajan todavía más, al igual que existe una evidente tendencia a no respetar aforos. Se podría apelar al sentido común de la gente y pedir que no se consuma alcohol, pero iría contra la propia esencia del ocio nocturno.

Algunos locales intentaron abrir en verano, montados con mesas, como si todo el espacio fuera uno de los llamados VIP que hay en muchos clubes, algo similar a un bar normal, manteniendo, eso sí, sus precios desorbitados y funcionando toda la noche. Pero eso era una receta para el desastre, ya que los clientes no pagan lo que pagan en las discotecas para estar como en un bar y las normas se respetan cada vez menos cuando las botellas se vacían; además, las administraciones no pueden controlar todos esos locales cada noche.

Por lo que se refiere a las medidas que las administraciones deberían tomar, es evidente que muchos trabajadores deberían ser ayudados, pues es obvio que han perdido trabajos que necesitaban. Me parece más cuestionable que esas ayudas también vayan a los empresarios, puesto que el ocio nocturno es un sector que, en muchos casos, nunca ha desperdiciado la oportunidad de inflar precios, optimizar beneficios usando el llamado alcohol de garrafón, ni ha hecho nada para evitar la violencia de porteros, entre otras tropelías.

A pesar de todo ello, es un sector que se ha manifestado, pidiendo abrir, sabiendo de la imposibilidad de controlar a las personas y al virus, y afirmando que el ocio nocturno es cultura, pero no lo es. Es ocio, nocturno, nada más ni nada menos. Se podría cuestionar la honestidad de esas movilizaciones.

Esta sería una magnífica oportunidad para reformular el sector del ocio nocturno y exigir mejores prácticas y comportamientos. Después de todo, muchas personas tenían la esperanza de «salir mejores» una vez que se deje atrás la pandemia del coronavirus.