En Un cuarto propio (1929), Virginia Woolf realiza una crítica explícita a propósito de la escasa o nula presencia de mujeres en las lecturas de su época ya que, cuando aparecían, no solo eran vistas desde el otro sexo, sino únicamente en su relación con el otro sexo. La mirada atenta y perspicaz de Woolf le sirvió de antecedente e inspiración a Alison Bechdel —y a su amiga, Liz Wallace— para crear el cómic que, desde su publicación en 1985, sirve como uno de los criterios para medir la brecha de género en el cine y la televisión.

El test es sencillísimo, demasiado, tal vez. Hoy por hoy, sería más justo ir más allá del clásico binarismo que le sirve de trasfondo para poder pensarlo para mujeres, pero también para lesbianas, bisexuales, feminidades trans y travestis o bien buscar otros modos de evaluar la brecha de género, también, detrás de lo que vemos en pantalla. No obstante, cumple con el requisito básico de un test y su practicidad es indiscutible si se quiere señalar la desigualdad en lo que respecta a la presencia de mujeres en una película o una serie sin entrar en cuestiones en torno a la temática o el género.

En la tira cómica The Rule que dio origen al test, uno de los personajes expresa que solo está dispuesta a ver una película que cumpla con los siguientes requisitos:

  • Que aparezcan al menos dos personajes femeninos (vale aclarar que, para ser considerada personaje, habrá de tener nombre).

  • Que estas dos mujeres hablen entre sí.

  • Que hablen sobre algo que no sea un hombre.

¿Cuántas películas lo pasan? El resultado es sorprendente. La exigencia del baremo es muy baja y sin embargo la mayoría de las películas que hemos visto a lo largo de décadas no serían capaces de cumplir con las exigencias del test. No obstante, eso que Virginia Woolf señalaba en la década del 20 y que retomaba Bechdel en 1985, poco a poco parece ir superándose. En 2020, se estrenaron en España películas que, con protagonistas femeninas, exploran —no sin el reconocimiento de la crítica— lo que significa ser mujer en la infancia, la maternidad, la vejez, la soledad, la dependencia recordándonos que aún hay mucho que contar.

Las niñas (Pilar Palomero, 2020)

La opera prima de Pilar Palomero es, sin lugar a dudas, uno de los mejores largometrajes del 2020. No solo pasa con éxito el test de Bechdel con un elenco exclusivamente conformado por mujeres, sino que, además, deja ver el paso hacia la adolescencia de un grupo de niñas en un contexto marcado por la educación religiosa y la vuelta a la democracia en la España de principios de los 90. Constituye una crítica a los discursos castistas con los que se educaron las mujeres de hoy, en un entorno donde no se decía casi nada y lo que se decía era para sostener la vergüenza como método de control social.

Ane (David Pérez Sañudo, 2020)

El cine vasco se luce con Ane, la historia que indaga en la relación de una madre recién separada y una hija adolescente. Rodada íntegramente en euskera —pasaría un test lingüístico, si existiera—, esta segunda opera prima a destacar cuenta una historia sencilla pero universal en la cual la búsqueda de Ane es la excusa perfecta para indagar en la falta de comunicación entre madre e hija, pasando por la aceptación y la ausencia, con drama, intriga y reflexión profundas.

Akelarre (Pablo Agüero, 2020)

Tercera apuesta del cine vasco que pasa todos y cada uno de los criterios del test de Bechdel. Akelarre se remonta a los tiempos de la Inquisición para contar una historia que rara vez aparece entre las historias del proletariado en la Edad Media: la caza de brujas. En un momento histórico en el cual el feminismo ha logrado que la caza de brujas emergiese de la clandestinidad a la que se la había confinado gracias a la identificación de las feministas con las brujas, adoptadas como símbolo, esta película viene a contar una historia de libertad, sororidad y transgresión dejando a un lado los estereotipos y la fantasía que rodean a la caza de brujas. Todo ello con una producción y unas actuaciones merecedoras de los galardones que recoge hasta el momento.

Sin lugar a dudas, el test de Bechdel está lejos de pretender constituir un absoluto y muy probablemente existan producciones que, a pesar de poder superarlo, sostienen discursos machistas o misóginos o reproducen estereotipos y estándares que nos oprimen. Sin embargo, repensar cuál es el lugar que las mujeres y del colectivo LGTB en las series y películas que consumimos sigue siendo necesario, así como también es necesario reconocer la responsabilidad que implica contar una —y no otra— historia.