La música, en sí el propio arte de crear a base de sonidos y silencios en una combinación perfecta de armonía y ritmo, posee la facultad de ejercer un efecto tanto estético como expresivo.

Como también sucede con la literatura, la música es capaz de traspasar las fronteras de la realidad para conducirnos a lugares insondables y dejar que acariciemos, como en sueños, los más grandes anhelos.

El deseo de viajar, siempre presente en el hombre, se ve realizado al sumergirnos en las letras de tantas canciones que, sin remedio, nos transportan a paraísos lejanos, reinos desconocidos, parajes recónditos, incluyo al interior de nosotros mismos, o simplemente lugares maravillosos de donde ya no se quisiera volver. Muchos son los artistas que han sido capaces de convertir en canción aquello que otros solo contemplamos desde una mirada vacía: ellos han podido ver lo inaudito, fabuloso, extravagante, misterioso u ordinario que hizo de ese lugar un sitio único, que ya siempre será eterno.

Y es que la inspiración está allá donde se mira: no es preciso suspirar por la llegada de las musas, si las musas vienen siempre con nosotros, si somos capaces de ver lo sublime en lo cotidiano. Estos son algunos buenos ejemplos:

San Francisco, Scott McKenzie

If you’re going to San Francisco
be sure to wear some flowers in your hair.
If you are going to San Francisco
you’re gonna meet some gentle people there.

En 1967, tendría lugar el I Festival Pop de Monterrey, que prometía la llegada de gran cantidad de visitantes para los que la ciudad no tenía capacidad de alojamiento. La canción se compuso con ánimo de alabar las virtudes de San Francisco para que el público asistente al festival se quedara allí y asistiese a Monterrey solo a los conciertos. Instantáneamente, se convirtió en el himno del movimiento hippie.

Viva Las Vegas, Elvis Presley

There’s a thousand pretty women waiting out there and they’re all living the devil may care and I’m just the devil with love to spare, so viva Las Vegas, viva Las Vegas.

En 1963 Elvis cantaba y protagonizaba la película del mismo nombre, que muchos consideran su mejor comedia musical, en parte gracias a su pareja en la pantalla, con la que formaba un dúo dinámico y explosivo que traspasaba la ficción. La letra dibuja la locura que se vive en Las Vegas que deja constancia de aquello de «lo que pasa en Las Vegas se queda en Las Vegas».

Streets of Philadelphia, Bruce Springsteen

I was bruised and battered
and I couldn’t tell what I felt.
I unrecognizable to myself,
saw my reflection in a window,
and I didn’t know my own face.
Oh brother, are you going to leave me wasting away
on the streets of Philadelphia?

Filadelfia era el escenario de fondo para una película que, en 1993, retrataba el drama de alguien que debe enfrentarse con el doble reto de tener que mirar de frente a la muerte, al ser sostenido en los brazos del sida, y luchar contra los prejuicios y las injusticias de la sociedad que le rodea.

London Calling, The Clash

London calling to the faraway towns
now war is declared and battle come down.
London calling to the underworld
come out of the cupboard, you boys and girls.
London calling, now don’t look to us
phony beatlemania has bitten the dust.
London calling, see we ain’t got no swing
except for the ring of the truncheon thing.

El título hace referencia al mensaje enviado desde la BBC durante la Segunda Guerra Mundial, que la banda trae a colación para señalar tanto la precaria situación por la que entonces pasaban, como la situación por la que pasaba Londres, que bien podría ser cualquier otra cuidad de finales de los setenta: paro, drogas y delincuencia.

Copenhague, Vetusta Morla

Él corría, nunca le enseñaron a andar.
Se fue tras luces pálidas.
Ella huía de espejismos y horas de más.
Aeropuertos, unos vienen, otros se van
igual que Alicia sin ciudad.
El valor para marcharse, el miedo a llegar.

Dejarse llevar, correr tras los sueños y encontrarse a uno mismo. El viaje más importante es el que se hace al interior de uno mismo, allí donde debemos encontrarnos con la persona que realmente somos, mirarla a la cara y aceptar sus luces y sus sombras, reconocer aquello que nos hace diferentes, aquello que nos hace grandes. Hay viajes que alejan y viajes que acercan, y otros que no sabemos dónde nos llevarán, un destino en la frontera entre siempre o jamás.

Desde el panorama nacional también son abundantes los ejemplos. Valiéndonos de la metáfora del propio viaje, vamos a viajar en el tiempo para retroceder a los ochenta, una década muy prolífica y creativa para unos, excesivamente sobrevalorada para otros. Quisiera detenerme en dos grupos para establecer un paralelismo en varias de sus creaciones, que muy bien reflejan el espíritu contradictorio del ser humano, la expectativa y la decepción, la cara y la cruz del deseo. El primero de ellos es Mecano, grupo emblemático que no necesita introducción; el segundo, Los Nikis, tal vez no tan reconocidos como merecieran, con grandes temazos de ayer y de hoy, entre los que se encuentran títulos como Por el interés te quiero Andrés, Enrique el ultrasur o el mítico El Imperio contraataca.

No hay marcha en Nueva York, Mecano

Mecano: Ana, José y Nacho. Lo que se inició como el proyecto de dos amantes adolescentes, tomó su forma definitiva con la unión del menor los hermanos. De este modo, con el tiempo, se convertiría en «el grupo español que más discos ha vendido todo el mundo».

Es un buen momento que Mecano cumpla cuarenta años para traerlo a la memoria. Allá por 1981 hacía su aparición en escena al compás de sonidos eléctricos que después se fueron volviendo más melódicos. Un eclecticismo que no solo dejaría huella en sus ritmos, sino también en la variedad de los temas. Entre ellos, era difícil no sucumbir a los encantos de un lugar común como es el viaje: dos paraísos, Hawái y Bombay, e incluso un voyage en barco a Venus.

Lo de Nueva York es otra cosa. El amor y el odio, tan humanos y tan presentes nuestro devenir. ¿Quién no ha soñado con Nueva York? Pisar por donde pisaron sus actores favoritos, el escenario de fondo del cine americano, la ciudad que nunca duerme, moderna y cosmopolita, decir eso que dicen todos cuando vuelven de que es como si ya hubieses estado allí, que todo te resulta conocido, y otros tópicos carentes de originalidad.

La canción se presenta con planteamiento nudo y desenlace. Partiendo de ese primer impulso que se desarrolla a partir de una serie de circunstancias favorables y que sirven como justificante para lanzarse a la aventura transoceánica sin más demora («cuando tomo una decisión soy peor que Napoleón»), realizan un detallado recorrido por los sinsabores que se irán sucediendo cronológicamente desde los inicios («señorita azafata, el menú me ha hecho daño, ¿sería usted tan grata de acercarme al baño?»). Echan mano de la comparativa con referencias nacionales básicas («no hay marcha en Nueva York y los jamones son de york») y la discriminación por ser extranjero («me hieren el pundonor no dejándome entrar en las discos de moda, que si eres spanish ni un vaso con soda»), hasta llegar al desenlace, a modo de viacrucis urbano posmoderno («te comen el coco con los telefilmes, pero es un ardid y estoy loco por irme a Madrid»).

Como moraleja, se pueden leer claramente los mensajes: 1) al final, Nueva York no es para tanto, y 2) de Madrid al cielo.

Voy a Benidorm vs. No vuelvo a ir a Benidorm, Los Nikis

Según la Wikipedia, aparecieron en los ochenta «para darle a la movida madrileña una vuelta de tuerca al estilo de Ramones», con letras simpáticas y un puñado de canciones que no todo el mundo conoce. Pero, allá por los noventa, decidieron ya partir las cucharas y hacer algo de más provecho con sus respectivas vidas. No obstante, merece la pena recordarlos porque, incluso el que no ha oído hablar de ellos, pide a gritos en el antro de turno de su barrio, al que acude con regularidad, El imperio contraataca, cuando la cosa se va animando.

De Mecano, un grupo polifacético con proyección internacional, a un grupo gamberro que hunde sus raíces en el producto más ibérico. De los rascacielos neoyorquinos a los rascacielos por excelencia de este, nuestro país. De Nueva York a Benidorm.

El paralelismo entre los temas es interesante. En este caso, Los Nikis tuvieron a bien crear dos temas para así plasmar con mejor intensidad y detalle los sentimientos encontrados que de nuevo se reproducen, como si fuera un paquete turístico con pensión completa, por explotar la metáfora.

Voy a Benidorm, cuya letra, aunque sencilla (o incluso simple, ya que alterna las mismas palabras que dan título a la canción con un poco de «nanana»), transmite muy bien el entusiasmo del viaje tan esperado que al fin llega. Por otro lado, con No vuelvo a ir a Benidorm es fácil adivinar que tal vez la experiencia no saliera según lo previsto.

En esta ocasión, el contenido de la letra es más complejo, poniendo énfasis en los pormenores del trayecto y la estancia. Si bien la ilusión inicial, promovida por circunstancias adversas y publicidad engañosa («un día vi un anuncio en una pared, un día de mucho calor, ¿quién me mandaría fijarme en el?»), desencadena el acontecimiento, sin embargo, mucho antes de lo esperado, comienza la sucesión de decepciones («502 km en autocar, Herodes ven, por favor, acaba con el niño que tengo detrás»), que no terminarán con la llegada al destino («el tanga del de al lado es como el de Tarzán, ¡esta playa es la peor! Señora baje un poco a Georgie Dann»).

Un soniquete pegadizo repleto de dosis de ironía y guiños a los hitos del momento, con la intención de recrear con socarronería la Costa Blanca, pero desde la tercera clase.

En fin, este ha sido un interesante y divertido «viaje» por tantas de esas melodías que forman parte del gran imaginario común, canciones que nos acompañan en nuestros días, que tarareamos y que nos incitan a querer saber más del universo que originó esa letra, del lugar que la inspiró. Canciones, al fin, que nos empujan a viajar.