Gracias a una invitación del Museo de La Memoria y del Parque Cultural de Valparaíso, a Pedro Chaskel y a mí, para mostrar un film cada uno, acompañado de una posterior conversación con el público, se me ocurrió aprovechar el viaje en auto al puerto y sorprender a Pedro con la idea de hacer un pequeño film tipo road movie, a través de parte de su destacada trayectoria cinematográfica. Grabar a Pedro, acorralado en el interior del coche, sabíamos de antemano que no le agradaría. No es muy dado a las entrevistas. Pero como ambos tenemos experiencia de haber grabado clandestino en tiempos de dictadura, sabemos que lo más importante es cumplir el objetivo, sin importar el riesgo que esta acción representa.

Mi idea era que nos relatara detalles de algunos de sus más destacadas obras. Naturalmente que debía comenzar por El Chacal de Nahueltoro, en cuya producción Chaskel fue su editor. El segundo trabajo fue su documental Una imagen recorre el mundo, en el cual fue su director y editor. Esta obra fue realizada en Cuba. Este film es sobre la imagen fotográfica del Ché. El otro film que elegí fue Aborto. Dirigido y editado por Chaskel, el film mezcla ficción y documental. Aborda la problemática de la planificación familiar en gente de escasos recursos. Finalmente, el siguiente material fílmico, del cual me interesaba conocer detalles, eran las impactantes imágenes de los aviones Hawker Hunter rumbo a bombardear el Palacio Presidencial de La Moneda. Escenas que filmó desde el edificio de la escuela de cine experimental de la Universidad de Chile.

La noche anterior de nuestro viaje al puerto, me comuniqué con José Rodríguez, cineasta que trabaja en el Museo de la Memoria, quien era parte de la organización de este evento. Quería saber si tenía un grabador de sonido portátil que pudiera llevar, ya que se me había ocurrido realizar este mini film. Yo contaba con mi pequeña cámara, no más grande que una caja de fósforos, pero con muy buena resolución de imagen. José, un poco preocupado, me advirtió que Chaskel no era muy aficionado a las entrevistas y menos a estas sorpresas. Le respondí que era justamente eso lo que me motivaba. Grabar sin el consentimiento del protagonista.

Rumbo a Valparaíso, José viajaba sentado junto al chofer. Una vez que pasamos el túnel de Lo Prado, él se viró con la cámara hacia nosotros; yo, que viajaba junto a Chaskel, saqué el grabador de sonido y sorprendimos a nuestro protagonista, pidiéndole que con sus manos hiciera un clap para lograr sincronizar imagen y sonido. Pedro, luego de rezongar un poco y decirnos que lo habíamos atrapado, agregó que su carrera era más larga que lo que dura el viaje al puerto. Finalmente, accede a batir las palmas permitiéndonos el sincronismo necesario para rodar este mini road movie. Intentando provocar a Chaskel y para que calentara su motor de arranque, le relaté una anécdota que sucedió cuando vine a filmar a Chile Rebelión Ahora, film clandestino que realicé en 1983.

Rodrigo: Cuando llegó el momento de editar el film, Enrique Forch productor de la película, me plantea que tenía dos opciones para la edición. La primera recaía en Álvaro Ramírez, director y editor de destacada carrera cinematográfica. La segunda posible, en nada menos que Pedro Chaskel. Estábamos contra el tiempo. Nuestro objetivo era terminar el film y enviarlo inmediatamente al Festival de cine de La Habana. Al escuchar la segunda opción, se me vino a la memoria un comentario que me hizo el Tigre Silva, en Suecia, allá por los años ochenta. Adolfo Silva, fue un viejo director chileno con quien realicé La Nacencia, en 1980, en España. Mientras saboreábamos un rico asado al horno en una fría tarde de Estocolmo, el Tigre me comentó que el Chacal de Nahueltoro, en gran parte debía su calidad a la fotografía de Héctor Ríos y a la magnífica edición de Chaskel. En otras palabras, que ellos le habían hecho el film. Después del recuerdo aquel, mi respuesta a Forch fue que yo quería que el film fuera mío, así que prefería trabajar con Álvaro Ramírez. De regreso en el auto, y antes de que Chaskel dijera algo, aproveché de inmediato de disculparme por aquel desaire. Pedro respondió que no aceptaba mi disculpa, y que ahora era su enemigo.

Chaskel: Lo que pasa es que Littin tiene bastantes enemigos, con o sin razón. El Chacal se la hicimos Héctor Ríos en la cámara y yo en el montaje. La verdad es que es absolutamente falso, yo creo que cada uno de nosotros aportó en lo que pudo en la película y por eso tuvo esa calidad. Pero el autor de la película, en términos del guion, en términos de dirección de actores, fue Miguel. Nos juntábamos una vez a la semana para revisar el montaje, para ver lo que yo había hecho, qué era lo que faltaba, y todos los detalles inherentes…

Rodrigo: Saltémonos a Cuba, una de las películas emblemáticas tuyas que recorrió el mundo es justamente el documental que realizaste sobre la imagen del Ché. ¿Como surgió esa idea?

Chaskel: Mira en realidad se me ocurrió un día en la mañana, mientras me estaba afeitando. Lo que sucede es que en mis tiempos de cine club, para que veas que sirven esas experiencias antiguas. Proyectábamos con frecuencia una película de Ben Haanstra, un holandés, sobre Rembrandt. Es muy buena, es un gran documental. Haanstra se dio cuenta que Rembrandt tenía muchos autorretratos y que todos ellos estaban tomados desde el mismo ángulo. Lo que hizo entonces fue ponerlas en fundido, encadenado en la película, y lo que tú veías en la práctica era un rostro que iba envejeciendo. Y yo no sé, esto lo tenía metido en mi inconsciente. Me di cuenta que, a partir de la foto del Ché, había una gran cantidad de afiches cubanos. La escuela de afiches cubanos era maravillosa. Eran todas elaboraciones plásticas que mantenían como base la foto. Entonces, se me ocurrió hacer lo mismo. Hacer fundido encadenado de un afiche a otro, teniendo siempre los ojos del Ché en el mismo punto de la pantalla. El hecho es que a partir de ahí propuse el proyecto, me dijeron que sí. Nos sumergimos, con mi esposa Fedora, en el archivo de Prensa Latina, en todo lo que era fotográfico. Y bueno, ahí me encontré con mucho material nuevo, como pasa siempre en los documentales, una vez que te metes con una cierta realidad, se va enriqueciendo el punto de vista inicial. Bueno, de ahí surgió esto de la foto que recorre el mundo, que por un lado tiene toda esta importancia simbólica de la rebelión de la juventud de esa época.

Rodrigo: Una cosa que queda clarísimo en tus películas es tu preocupación por la realidad, por lo cotidiano, por la realidad político-social que se vive. El cine de esa época estaba interesado en describirla. Saltémonos ahora al presente. Cómo ves tú, por ejemplo, ¿te ves dentro?, ¿cuál es tu opinión del cine que se está haciendo hoy en día? Se hace mucho cine. Quiero escuchar tu opinión primero.

Chaskel: La verdad es que yo he estado mucho más ligado al cine documental que al de ficción. De hecho, yo hago documentales o he hecho documentales toda la vida. Mi único intento en semi ficción, es prácticamente un documental. La película Aborto. Pienso que sigue siendo la vieja historia de que el documental es la vanguardia del cine ficción. Eso también se aplica en Chile. En este momento existe una gran producción cuantitativa de ficción, que he visto muy poco; yo no puedo opinar mayormente en cuanto a calidad. Me cuesta mucho generalizar a partir de muy pocas cosas que he visto. En todo caso en los documentales hay de todo, también, como siempre.

Rodrigo: El documental mantiene un poco ese criterio, pero el cine de ficción, que es el que más se ve, en teoría, porque hoy ya casi ni el cine de ficción se está viendo, casi no tiene público en las salas. ¿Que piensas tú? Estamos viviendo, creo, un momento de cambio donde lo digital, la exhibición a través de cosas como Netflix, está modificando los hábitos, los intereses. ¿Cómo sientes tú que el cine chileno está inserto en esa realidad y qué perspectivas le ves?

Chaskel: Lo que pasa con esto del sistema digital, los costos de producción, digamos que la parte indispensable de los costos de producción, han bajado muchísimo. Entonces, un equipo de jóvenes que se plantea hacer una obra, tiene la posibilidad. Yo a mis alumnos les contaba que el Chacal de Nahueltoro, lo hicimos entre diez personas. Digamos, el equipo base, entre Nelson Villagra, la Chenda, que eran los dos actores principales, Miguel Littin, su ayudante, Héctor Ríos en la cámara, yo en el montaje, todavía no llego a diez. El músico Sergio Ortega. Entonces, pensando ahora en digital, en que no hay que pagar ni laboratorio, ni copias, incluso arriendo de cámara, todas esas cosas son muchísimo más asequibles. Yo creo que la gran cantidad de producción que hay en este momento también tiene que ver con eso. La posible superficialidad o frivolidad, como quieran llamarlo de muchas obras, yo no generalizo tampoco, también tiene que ver con eso. Esta típica frase de los jóvenes: «Después digitalmente arreglamos todo».

Rodrigo: Yo pienso que es eso lo que justamente ha llevado a que el público huya de las salas. Ha habido mucha liviandad, mucho facilismo, no solo en el cine. En el arte en general, hoy en día, definir lo que es arte es bastante difícil, cualquier cosa puede serlo. Una botella parada en una sala, un poco de excremento es tildado de obra de arte. Y en el cine, con mayor razón. Es un fenómeno mundial, el tema es que Hollywood domina la exhibición a nivel planetario y las cinematografías locales están como dejadas de lado. ¿Qué crees tú?, porque aquí se les echa mucho la culpa a los exhibidores. Voy a decirlo con todas sus letras. El caso, por ejemplo, de Silvio Caiozzi, que hizo esta última película sobre Chiloé, de tres horas quince. Según él, el bajo público -fueron seis mil personas que la vieron-, se debió a una confabulación; usó esa palabra textual, una confabulación de las salas de exhibición, las que llevaron a ese reducido público. ¿Crees tú en eso, que sea por culpa de la confabulación o porque el público está habituado a otro tipo de cine?

Chaskel: Lo que pasa, en buena medida -tampoco quiero generalizar-, pero, por un lado, las compañías exhibidoras estas, hacen su negocio. Por ejemplo, si una película no tiene la respuesta del público en los primeros días, pues van reduciendo los días de exhibición.

Rodrigo: ¿Te parece correcto?

Chaskel: Es que es así.

Rodrigo: Yo lo comparto. Eso es así en cualquier negocio.

Chaskel: Es el negocio, que obra de arte ni otro cuento. Y luego, por otro lado, está todo el problema de la publicidad. En la medida que las películas no tienen un pronóstico de éxito de público, no les meten plata. Entonces, en general, la exhibición de películas chilenas, con excepciones como la que ganó el Oscar, tienen una publicidad bastante pobre.

Rodrigo: Yo me atrevería a sugerir que, en vez de repartir 170 millones a diez películas, repartan a nueve y guarden esos 170 millones para garantizarle publicidad en TVN, afiches, cóctel, lo que tú quieras, la alfombra roja si quieren, a todas las películas que se estrenen.

Chaskel: A eso iba yo, me ganaste.

Rodrigo: Te leí el pensamiento. Estamos sintonizados entonces.

Chaskel: Realmente una buena campaña de publicidad, hecha por profesionales, que motive a la gente, que le cree curiosidad e interés por ver qué diablo era esa película. Tiene que ser un apoyo importante.

Rodrigo: De estos mismos dineros de los fondos, sacrificando uno o dos por año, tú podrías perfectamente financiar un programa de cine chileno, solo de cine chileno, en un canal por cable; sumado a todo lo otro, tú vas generando y vas creando, educando e informando a la audiencia. ¿Por qué, una cosa tan lógica, no se hace? Porque los propios cineastas no lo piden.

Chaskel: Es que, en el gremio de la cultura, en general, el sentido común no abunda mucho en las autoridades.

Rodrigo: Ahora, qué crees tú por ejemplo con esto de Cine Chile, que hace alarde poco menos que el mundo está arrodillado ante el cine chileno y fomenta que vayan cincuenta tipos al festival de Berlín, para estar presentes, cuando hay tres, cuatro películas chilenas, lo mismo en Venecia, lo mismo en San Sebastián, etcétera. Cuando sabemos que las películas se exhiben solo en el festival; con suerte las ven 500 personas, y esa película no tiene distribución, ni menos retorno económico, porque, para distribuirse comercialmente en Europa, tiene que haber un distribuidor de allá. Que cobra a precio de allá, por lo tanto, lo poco que puedas recaudar queda allá. ¿Entonces, que retorno trae? Yo he pedido información al Ministerio y la tengo. Por ejemplo, del 2005 al 2015, las películas que se ganaron los fondos más grandes, el destinado a producción. Tu pon en Excel; recibió 170 millones, la vieron 5400 personas. Te dan un dólar por entrada vendida, más o menos, con suerte, recauda 4 millones. O sea, el estado te regaló 170 millones, para hablar solo del fondo de producción; están también los dos aportes Corfo y otros, pero el retorno son cuatro millones. La vio poca gente, cuando en este país todavía tenemos problemas esenciales no resueltos. Aquí hay muchas familias, se calcula más de 400 mil sin techo, que viven en la miseria. Ciento setenta millones… Tú sabes que el estado subvenciona con 500 UF para las casas básicas, da ese aporte. Si tomáramos 170 millones que le regalan a quien sea, para que haga su película, son mínimo diez departamentos, diez casas para familias sin techo.

Chaskel: Yo creo que en todo este sistema hay un problema de prioridad que no está resuelto. Que no se resuelve, por un lado, por desconocimiento, por falta de investigación. Por otro lado, por ambición, por corrupción, por intereses creados. Entonces, los dineros disponibles, que siempre todos lloran que son pocos y que les dejaron la deuda y que la deuda pa’ya y pa’ca. En vez de repartirlo realmente en aquellos frentes que necesitan más, o que son más importantes para la vida cotidiana de la gente, la salud o la educación.

Rodrigo: Yo creo que el cineasta de hoy, dada la poca audiencia, dados los nichos, creo que es el momento para que se vuelva a los tiempos pasados, donde ser cineasta era muy difícil, porque había que tener negativo, película, laboratorio, etcétera. Era la película de su vida. No se hacía como fábrica de chorizos. Nadie tenía la posibilidad casi. Yo me imagino el presente y futuro del cineasta como el del poeta o escritor que escribe su libro a pulso, con la nada misma y lo anda vendiendo en los restaurantes o se los envía a los amigos. Y vive de otra cosa. Vive de talleres, de hacer clases o de lo que se le ocurra. Yo creo que para allá va. A no ser que te quieras ir a Hollywood.

Chaskel: No creo que te reciban con mucho entusiasmo.

Rodrigo: No, para eso habría que haber nacido en Hollywood, se me ocurre. Pero a mí lo que me interesa, antes de terminar y después de toda esta vuelta, es que tú estás haciendo cine experimental.

Chaskel: No, yo no estoy haciendo cine en este momento.

Rodrigo: Pero estás intentando hacer algo distinto, algo nuevo.

Chaskel: Yo me puedo dar el lujo, estoy jubilado, puedo darme el lujo de aprovechar estas facilidades que da el digital, que tengo con que editar, tengo amigos que tienen cámara, en fin, entonces puedo hacer algunos intentos distintos a lo que he hecho antes. A ver qué pasa. Pero incluso con cierto nivel de irresponsabilidad si tú quieres. Porque, obviamente, hay prioridades, hay cosas más importantes a que yo haga mi experimento. Pero a la edad que he llegado creo que tengo derecho como a jugar un poco.

Rodrigo: Tenemos el derecho a jugar un poco. ¿Algo más se te ocurre?

Chaskel: Veinte mil cosas, pero se me olvidan. Lo que pasa es que yo recuerdo que, en nuestros tiempos iniciales en el Cine Club, y después en cine experimental de la Chile y todo eso. Realmente el cine para nosotros era casi una religión. Si alguien hacía una película mala, se convertía en nuestro enemigo. Y vaya que teníamos enemigos en Chile por aquella época. Se producía muy poco, la calidad era bastante discutible. Pero bueno, con el tiempo como que uno se va tranquilizando, también esta especie de religión. Digamos que el cine no es tan importante. Es una actividad creadora dentro de la cultura actual, el arte, etcétera, etcétera. Pero entre darle de comer a alguien y hacer una película a lo mejor es más importante darle de comer. No sé.

Rodrigo: ¿Haces tú alguna diferencia entre película y cine?

Chaskel: Es un problema semántico. Una película es el hecho físico, es la tira de celuloide, o ahora, el digital que se proyecta en la pantalla. El cine es otra categoría. Es como cuando tú dices literatura.

Rodrigo: Es lo que pienso yo. Creo que es necesario volverle a dar su nivel, su categoría al cine para que sea séptimo arte.

Chaskel: Eso básicamente se hace con obras. Te digo la influencia que puede tener, ¿cómo se llama la película de Patricio Guzmán? La Nostalgia de la luz, abre toda una serie de puertas a las posibilidades poéticas del documental. Entonces, eso es cine. Pero digamos, esto se logra con obras como esa o muy distintas a esa, pero también creadoras, hechas con sensibilidad, con conocimiento, con reflexión. No tienen que necesariamente ser al estilo de Patricio Guzmán, no; cada uno encuentra su estilo, sus temas preferentes, su tratamiento de imagen.

Rodrigo: ¿Y tú estás en busca del tuyo?

Chaskel: Uno siempre está en la búsqueda, hasta que se muere. No es un mérito.

Rodrigo: Es lo lógico.

Chaskel: Es que, además, lo que yo siempre digo, el hacer cine para nosotros era y sigue siendo un placer. Y no hay que renunciar nunca a esa parte del asunto, porque de ahí nace también, en buena medida, la capacidad creadora. Cuando digo jugar con el cine también vale. Eso, suficiente. Fin. Se acabó la película.

Rodrigo: Revisemos el ultimo corte porfa. Apaga eso. Clap de ambos.

Antes de finalizar este relato en modo de diálogo, no puedo dejar de agradecer al Parque Cultural de Valparaíso y su plana directiva, que nos invitó a mostrar nuestro trabajo, como también al Museo de la Memoria que organizó esta visita que dio pie a este pequeño film en homenaje al Maestro Pedro Chaskel. Con Pedro tenemos en común que ambos hemos depositado todos nuestros filmes en el Museo de la Memoria. Resulta muy curioso enterarse que el más destacado documentalista chileno, dueño de una frase que dice: «Un país sin cine documental es como una familia sin álbum de fotografías. Una memoria vacía», hasta el día de hoy ese cineasta no haya depositado el film La Batalla de Chile, en el Museo de la Memoria de todos los chilenos.