Ha de haberse hecho el cielo ahora con tu muerte,
y un Dios justo y benigno ha de haberte escogido.

(Jaime Sabines, «Tía Chofi»)

A la bendita memoria de mi hermana Sofía.

En esta ocasión los hago partícipes de unos hallazgos musicales. Seguramente para muchos de ustedes no lo son, conocen las obras; pero, ya lo sabemos: tal música es, tal libro es hasta el momento en que uno lo hace suyo; el acetato está inerte hasta que la aguja se posa y difunde su sonido, el libro guarda un potencial que se manifiesta exclusivamente cuando usted lo lee.

Por otra parte, con las continuas olas de la pandemia, nos sirve para airear1 el alma, tan afligida por las acrobacias de este virus. Así que, justifico estos pasajes de mi biografía musical —este arranque personal— con que las obras comentadas producen felicidad, emoción y hasta júbilo, que tanta falta nos hacen.

¿Qué es fanfarria?

Fanfarria es una obra musical breve, que se caracteriza por su brillantez, compuesta para trompetas acompañadas de percusiones. Su brío tan propio suele, como reza nuestro encabezado, levantar el ánimo.

Al menos en México, la definición anterior ha desplazado a cualquier otra de esa palabra: es decir, la de «conjunto musical ruidoso» o la que explica que fanfarria es el desplante del fanfarrón.

La emocionante rúbrica del Cervantino

¿Cuántos años tiene el festival Cervantino en Guanajuato, México? Va a cumplir 50. Pues todo ese tiempo, si es que todo él ha tenido la misma rúbrica o tema musical, me pregunté cuál sería el nombre del tema.

Alguna vez, después de oír obra tras obra, lo creí al fin descubierto en el Concierto Madrigal para guitarra y orquesta de Joaquín Rodrigo, pero el timbre distinto me hizo tener que seguir buscando.

Finalmente, mi espera y búsqueda por décadas tuvieron resultado: es en la brillante fanfarria que sirve de Obertura a Orfeo, del músico italiano y sacerdote Claudio Monteverdi, donde se encuentra el dichoso tema:

Aquella rúbrica de las entrevistas de Fábregas

También en México, por los años 70, el «hombre teatro», Manolo Fábregas, emitía por la televisión un programa de entrevistas. Al igual que en el caso anterior, su rúbrica me cautivó sin poder saber su nombre.

Hará unos días que encontré por fin el nombre (y la música), se trataba ¡también de una fanfarria!: es el Rondó de la Sinfonía de fanfarrias del músico francés Jean-Josephe Mouret. Helo aquí:

La fanfarria de Copland

…Pero en nuestro tiempo también hay fanfarrias. Y muchas. Una que ha sobrevivido hasta este momento, aunque proviene de los tiempos de la Segunda Guerra Mundial, es la Fanfarria para el hombre común del compositor estadounidense Aaron Copland.

Existen diversas explicaciones del porqué del título, la que parece más fidedigna es la que lo relaciona con un célebre discurso (1942) del vicepresidente de Estados Unidos Henry Wallace, donde planteaba que el siglo de la posguerra, en vez de ser el siglo estadounidense, era el siglo del hombre común y corriente.

En cualquier caso, la obra refleja la identidad del ciudadano de aquel país—del mal llamado «americano»—, y por ello la oímos en todo tipo de ocasiones.2 Tal vez sea un caso parecido al muy recomendable Huapango, del mexicano José Pablo Moncayo, con el que esta tierra tan identificada está.

Oigamos la fanfarria de Copland:

Fanfarria olímpica de 1968

En 1968, cuando se celebraron las olimpiadas en México, la organización se distinguió por dar a la sede un semblante muy particular y querible. Un ejemplo es la olimpiada cultural, una feria del arte acompañada por conferencias de intelectuales y artistas de primera línea, así como un mosaico de folclor de los países participantes.

La música también salió ganando, con la fanfarria mexicana, por ejemplo, pues hubo otra general del COI (Comité Olímpico Internacional), de la que, para caracterizarla de alguna manera, digamos que nadie se acuerda.

La obra fue encargada al músico capitalino Carlos Jiménez Mabarak, por resultar triunfante en el concurso para ese fin. Se trata de una obra brevísima, que contrasta en eso con otras de su género, creadas para la celebración de los juegos y que son más extensas.

A continuación, aparecen dos versiones. Una es de aquel entonces. La otra fue interpretada por la OSN (Orquesta Sinfónica Nacional de México) precisamente en 2018, al cumplirse 50 años de los juegos olímpicos con sede en el país; en la ocasión, además de las peculiaridades de cualquier intérprete, el director hace toda una recreación de la pieza, lo que me parece no había sucedido en ejecuciones anteriores.

Curiosidades

No sin ruborizarme, hago una digresión personal y una broma; esta última versión de la fanfarria del 68 fue mi primera grabación en Bellas Artes, ¿por qué?: porque el «¡bravo!» que se oye al final es mío. Luego vino, ahora sí, mi segunda grabación (o primera, según se vea) que es esta:

Notas

1 Debo reconocer que pensaba yo que se dice «aerear».
2 Su reproducción es tal que no solo se encuentra en el repertorio de las filarmónicas, sino que grupos modernos la han interpretado o versionado, como Emerson, Lake and Palmer y The Rolling Stones.