Con Armando Uribe tuve una relación de amistad y colaboración sin límites. Creo que lo que yo sentía por él era correspondido a su manera. Aceptando cuanto proyecto se me pasara por la cabeza, por descabellado que fuera.

Con el programa Off the Record, sin temor a equivocarme, creo que realizamos no menos de diez entrevistas con Armando. Otro momento destacado fueron las innumerables tertulias que realizamos con Uribe en el Café&Restaurante Off the Record. Estas tertulias no siempre estaban dedicadas a conversar sobre su obra, sino que muchas veces con mi socio y amigo, Fernando Villagrán, abordaban temas de la contingencia nacional e internacional.

Creo que el momento clave en nuestra relación fue cuando le comenté a Armando que me habían encantado los dos o tres collages realizados por su esposa Cecilia Echeverría, que él tenía en su escritorio. Recortes montados en forma bastante simple, detrás de un vidrio. Pero que ocupaban un lugar dominante entre sus cientos de libros, libretas de apuntes y periódicos. Algo curioso me sucedía cada vez que observaba esos collages. En forma inmediata y repetitiva, se me venían a la mente imágenes del film de Luis Buñuel, Un perro andaluz, específicamente aquella escena donde un tipo, con una navaja, secciona el ojo de una mujer. Escena que fue todo un acontecimiento cinematográfico. El film fue catalogado como la mejor expresión del surrealismo. Se dice que aquella escena estaba inspirada en un sueño de Dalí. Yo veía que aquellos collages de Cecilia tenían mucho en común con aquel film. No dejaba de observarlos en cada una de mis frecuentes citas cafeteras. Recuerdo muy bien el día que le comenté a Armando, que apreciaría mucho poder ver el trabajo de Cecilia. Fue así que, en mi siguiente visita, Cecilia muy entusiasmada, entró al escritorio de Armando. Era la primera vez que la veía asistir a ese sagrado templo. Cargaba varias cajas de cartón de gran tamaño. Como si tuviera algo de vergüenza, o timidez, comenzó a mostrarme cientos de recortes de revistas, recolectados durante sus años de exilio, junto a Armando, en Paris. Cecilia, con una fluidez creativa instantánea, iba sobreponiendo trozos y trozos de esos recortes, dando forma a composiciones muy surrealistas, de gran hermosura, que me impresionaban.

Cecilia, recordaba perfectamente de qué revista había tomado cada uno de esos trozos de papeles con imágenes. Creo que, pese a todo el amor que Armando profesaba por Cecilia, sentí que ella, de alguna manera, esperaba, desde hace mucho tiempo, la oportunidad de poder expresarse a través de su talento artístico. Talento quizás bloqueado o postergado, involuntariamente, por la fuerte presencia de Armando. Situación bastante común en nuestra sociedad. No titubeé ni un solo instante, y le propuse que hiciéramos una exposición en la Galería Off the Record. Inmediatamente vi sus ojos brillar de alegría contenida. También sentí que Armando, sin decírmelo, con su mirada, me agradecía que los ayudara a dar rienda suelta a Cecilia y su arte. Expresión postergada tantos años en su intimidad. No pude no pensar, que, por la cabeza de Armando, cruzaba un sentimiento de mea culpa.

No pasó mucho tiempo cuando estábamos inaugurando en la galería Off the Record, la primera exposición de collages de Cecilia Echeñique. Armando, enamorado desde el primer minuto que vio a Cecilia, en las páginas sociales de la prensa capitalina, ahora expresaba su profundo amor y compromiso, escribiendo poemas inspirados en sus obras. Fue así que surgió el libro titulado: La inquietante extrañez. Libro donde los collages de Cecilia, habían sido intervenidos por la fina pluma de Armando. El libro no tengo ninguna duda que se trata de un verdadero tesoro artístico, donde dialogan la poesía visual de los collages y la retórica literaria de los poemas de Armando Uribe.

Naturalmente que el más contento era yo. Ese día, la Galería del Café & Restaurante Off the Record, inauguraba la exposición de Cecilia Echeverría. Sentí una enorme emoción al ver a Cecilia y Armando juntos, disfrutando ese momento mágico, que ponía fin a un sueño postergado. Pero Armando, nos tenía reservada una sorpresa. Me pidió que pusiéramos una silla y un cenicero sobre un pequeño escenario. Lugar que normalmente era usado por algún músico. Sentado, de piernas cruzadas, engominado, como siempre, de riguroso traje negro, y el infaltable cigarro entre sus dedos. Lo que estaba sobre el escenario, era un gentleman, un caballero. A quien no era muy común ver en persona. Un personaje muy respetado por su feroz crítica a la dictadura, a los políticos venales. Un gran defensor de la democracia. Un tremendo crítico del sistema económico imperante en todo el planeta. Un personaje de una cultura infinita. Su apariencia física, intimidaba, más que generar simpatías. De su departamento solo salía para ir a misa.

Realizó una perfomance titulada: Cuando quieran, como quieran y con solapa. Un monólogo espontáneo que grabé con mi magnífica cámara Betacam SP. El lugar se encontraba abarrotado de un público expectante. Cuando ha pasado un par de años desde su muerte, este material hoy me permite sacar por un instante a Armando desde su lecho junto a su amada Cecilia, para ofrecernos a todos, un momento inolvidable de este enorme intelectual, poeta, premio nacional de literatura, que me resisto abandonar. Creo que este nuevo film será una oportunidad para destacar las diversas facetas artísticas de Armando. Muchas de ellas desconocidas, o impensadas en un personaje como él. Me atrevería a catalogar esta perfomance como equivalente a un rapeo intelectual.

Pero el detalle que me llenó de emoción, en aquella oportunidad, fue recibir de manos de Armando su nuevo libro de poemas y collages de Cecilia, en cuyo interior traía la siguiente dedicatoria:

China

Visto esto con la perspectiva del tiempo, no me cabe duda ninguna que Armando Uribe firmó internamente un pacto de caballero conmigo.

No pasó mucho tiempo, cuando nuevamente lo visité. Esta vez me recibió postrado en su cama. El bello dormitorio, cuya vista al Parque Forestal estaba filtrada por una suave cortina blanca, que solamente permitía que entrara una tenue luz. La cama de Armando, daba la impresión que flotaba a la deriva, entre cientos de libros y periódicos, que cubrían la totalidad del piso de su cuarto de dormir, transformándolo en un verdadero océano de letras. Como si fuera un pequeño roquerío, o una diminuta isla, en ese mar de papeles, sobresalía, un pequeño televisor que reposaba sobre un viejo aparato reproductor de VHS.

Fue así que puse play y dejé a Armando viendo mi largometraje: Horcón, al sur de ninguna parte. Armando quedó muy impresionado por la propuesta artística, musical, estética y política del film. Escribió un texto magnífico sobre el film. Mi leitmotiv de vida, es estar siempre pensando en nuevos pequeños proyectos, independiente si hay o no dinero para financiarlos. Muchas veces suelo iniciar un nuevo proyecto de film, pintando cuadros que abordan la temática que a continuación desarrollaré en el film. Esta combinación entre pintura y cine, me permite ir desarrollando la idea durante el proceso de la pintura. Es una especie de edición, montaje, collage, un preview de la historia que pretendo contar en el film. Otro detalle que he desarrollado como fórmula de trabajo es ir tomando muchos apuntes. Colecciono dichos, frases sabias, refranes, haikús, que van dirigiendo, van guiando o me van señalizando el camino a transitar durante el desarrollo dramatúrgico de la idea, que finalmente, concluirá en un film.

Últimamente he tenido la oportunidad de ir desarrollando, y experimentando, con la escritura, de una manera más seria, más formal, más literaria quizás. Escribir estos relatos cinematográficos, para la revista Wall Street International Magazine, ha representado un muy interesante desafío. Creo que ya son cerca de veinte artículos sobre mis filmes. Lo nuevo de esto es que, gracias al material grabado o filmado que tengo, me han permitido ir escribiendo sobre esos futuros pequeños filmes que irán surgiendo de esos archivos audiovisuales. Estos relatos, me obligan a ir dándole forma a la idea, desarrollando el guion, de cada uno de esos futuros proyectos.

Aprovechando la buena recepción que tuvo mi largometraje, le propuse Armando, que hiciéramos un libro. Armando escribiría poemas inspirados en mi film, y yo realizaría algunas pinturas que retrataran diversos momentos del rodaje del film. El libro que edité es un verdadero producto de colección, titulado Ahorcón, el cual contiene como introducción el bello texto escrito por Armando sobre mi film. La tapa del libro es una locura… tiene mucho que ver con el afiche del film. En una larga playa desértica, a cierta distancia, hay un barco encallado. En un plano más cercado, una gran gallina con un par de bien torneadas piernas de mujer luciendo un fino par de zapatos de taco alto. Desde el interior de su plumaje, emergen de su pecho un par de bellísimos senos. Pero esta especie de gallus domesticus, está decapitada. Sobre la arena, yace su cabeza, cuyos ojos, muy abiertos, nos miran. La cabeza, que reposa en la solitaria playa, no es otra que la del propio Armando Uribe.

Después de este libro, me quedó claro que Armando Uribe estaba dispuesto a todo. No pasó mucho tiempo cuando sus vecinos del Parque Forestal, y de su edificio, me vieron subir con mucha dificultad con un ataúd por el ascensor. Fue así que los relatos espontáneos para el film Pre-Apocalipsis, fueron grabados con Armando Uribe, desde el interior de un negro ataúd.