Un gigantesco cometa de 10 km de ancho se acerca a toda velocidad para destruir nuestro planeta, pero esto preocupa a muy pocos. ¿Es en serio? El doctor Randall Mindy y la doctoranda Kate Dibiasky de la Universidad Estatal de Michigan anuncian este evento apocalíptico a todo el mundo, pero nadie los escucha de verdad. ¿Están todos locos? Este es el argumento de Don't look up (No miren arriba), magnífica película que se acaba de estrenar en Netflix con las actuaciones de grandes estrellas como Meryl Streep, Leonardo DiCaprio y Jennifer Lawrence. Se trata de un filme que, gracias a una interesante mezcla de comedia negra y ciencia ficción, nos muestra el serio peligro que corremos como especie si, en lugar de prestar más atención a las advertencias de la ciencia, seguimos embobados por el entretenimiento vacío y ciego ante problemas de urgente solución. En la película el enemigo es un amenazante cometa que se aproxima a la Tierra, pero bien podría ser el cambio climático o el COVID-19. La sombría conclusión es que nos encontramos en un estado de vulnerabilidad del que acaso no nos hemos dado cuenta del todo y, en ese sentido, Don't look up dirige el látigo de la sátira hacia los grandes causantes de esta situación.

En primer lugar, están los gobernantes aferrados al cálculo político, desdeñosos de la ciencia y peligrosamente cercanos a los intereses corporativos. Ciertamente, cuando Janie Orlan, la presidenta de los Estados Unidos interpretada por Meryl Streep, se entera de que un cometa impactará en la Tierra en pocos meses, su primer pensamiento es cómo el anuncio de tan catastrófica noticia afectará su poder político. Un absurdo total, pues lo que debería preocuparla no es si seguirá en el gobierno, sino ¡si seguirá viva! Pues bien, a medida que avanza la película somos testigos de cómo esta gobernante no mueve un dedo para detener la catástrofe hasta que las presiones del ajedrez político se lo demandan. La vemos actuar, entonces, no por convicción, sino por cálculo.

De otro lado, cuando ella y su bobo hijo jefe de gabinete se encuentran por primera vez con los científicos que detectaron el avance del cometa, no solo los desprecian por provenir de una universidad estatal, sino que les muestran descaradamente lo mucho que les aburre escuchar sus explicaciones especializadas y las malas noticias que traen. Como si la misión de los científicos no fuera la búsqueda de la verdad, sino el entretenimiento… Esta es una primera muestra de hasta qué estratos de la sociedad puede llegar esta obsesión contemporánea por divertirse a toda costa cerrando los ojos a la parte fea, pero real, de la vida. Verdaderamente da escalofríos pensar que de líderes con ese tipo de (no) pensamiento dependa la suerte de la humanidad.

Por si fuera poco, esta película devela la peligrosa influencia de las grandes corporaciones en las decisiones gubernamentales. Y es que cuando, finalmente, la presidenta y sus secuaces admiten la inminencia de la tragedia y emprenden acciones para desviar el cometa que se acerca, aparece en escena Peter Isherwell, millonario CEO de la compañía tecnológica Bash. Este excéntrico personaje, que tiene acceso privilegiado a las reuniones presidenciales por haber sido un generoso donante de campaña, ha detectado una estupenda oportunidad para sacar un ingente provecho económico del cometa. Sí, él y su equipo dicen saber cómo se podrían generar billonarias ganancias con esta amenaza planetaria. Y es que, si uno de sus robots consigue desintegrar el cometa, se desprenderá de este una enorme cantidad de minerales valiosos (usados para la fabricación de celulares y computadoras), los cuales oportunamente caerán en territorio estadounidense. Peter Isherwell habla de valores que bordean los $ 140 billones de dólares. La posibilidad de obtener esta colosal ganancia seduce a la presidenta, aun cuando la probabilidad de éxito de la misión no es alta (sobre todo porque esta no ha sido sometida al análisis de científicos ajenos a la compañía Bash). Vemos aquí, nuevamente, a un líder político enceguecido por intereses particulares.

Don't look up también satiriza el modo en que la prensa, especialmente la televisiva, enfoca los problemas de actualidad. Cuando el doctor Mindy y Kate Dibiasky se presentan en el programa The Daily Rip para dar las malas nuevas tienen que soportar las preguntas triviales de los conductores. El mundo está por ser desintegrado, pero estos solo buscan «alivianar las malas noticias» y por eso se concentran en el lado divertido del asunto. ¿El lado divertido del asunto? ¿Pero qué de divertido puede haber en el hecho de que un cometa esté a punto de pulverizar la Tierra? Como dice Kate, harta de tanta estupidez, una noticia así de preocupante tendría que generar terror e inquietud, no risas. Lamentablemente, gran parte de la televisión estadounidense contemporánea está al servicio de los millones de consumidores que solo buscan pasarla bien. Y es que la realidad solo es interesante si es que se ha convertido en reality. Al final de esa primera presentación en The Daily Rip, el doctor Mindy tendrá cierta resonancia en las redes sociales no por sus ideas, sino por su apariencia física, y Kate se convertirá en meme por su airada reacción.

Y claro, con esto último la película también nos satiriza a todos nosotros y nuestra obsesión por el entretenimiento, por los cargamontones digitales, por hurgar en la vida privada de conocidos y desconocidos, por querer comportarnos como niños, aunque ya seamos adultos. Después de todo, si nos preocupáramos por lo verdaderamente importante, si aceptáramos que no todo es entretenimiento en la vida, si escucháramos a la ciencia y, sobre todo, si pensáramos en el bien colectivo más que en el individual, a los gobernantes y a la prensa no les quedaría otra opción que ir a nuestro ritmo.

Tengo noticias para ustedes: hay muchos «cometas» destructivos que ya cayeron o están por caer en el planeta. Se llaman hambre, enfermedad, pobreza, desnutrición, contaminación… No, no es una buena noticia, no es divertido, no es cool, pero es real. Y la solución no es mirar a otra parte. La solución es mirar con valentía y actuar.