Ser vegano implica muchas cosas y algunas son también divertidas. Si uno, en su comportamiento y preferencias personales, se distancia un poco de la “normalidad” vigente, se expone automáticamente a una infinidad de pequeños accidentes, reacciones y sobretodo preguntas. Desde hace ya varios años he eliminado totalmente de mi dieta todo producto de origen animal y explicarlo a otros no ha sido siempre fácil.

Por ejemplo en los restaurantes. Llega el mozo con el menú, lo miro a los ojos y le pregunto si me puede preparar algo a base de verduras y él sin pensar me responde: "tenemos una óptima ensalada, la número 13 con lechuga fresca, tomates, un poco de cebolla, huevos y atún". Le explico, con paciencia, que tiene que ser sin nada de origen animal: nada de huevos, leche, carne, tampoco pescado. Nada que no sea estrictamente vegetal. Me mira sorprendido, como si dudase que una cosa así fuese posible y responde: "hablo con el cocinero para pedirle un consejo". Vuelve después de unos cinco minutos y me dice: "tenemos un plato de verduras mixtas a la parrilla con queso derretido y crema". Lo miro sonriendo y le explico nuevamente que el queso y la crema son productos animales y, después de unos minutos de conversación, quedamos de acuerdo que me preparara una ensalada con verduras frescas y una macedonia sin azúcar y con zumo de limón. Converso con mis amigos, todos carnívoros, que devoran sus platos con placer, cuando vuelve el mozo con la ensalada, diciendo que la condimentado con aceite de oliva extra virgen, un poco de vinagre y mayonesa para darle sabor.

No sé cuántas veces me han sucedido episodios como estos. Afortunadamente, la cantidad de veganos está aumentado y la gente ya tiene una idea más concreta de lo que significa y esto también concierne a los restaurantes que presentan, siempre más a menudo en sus menús, platos vegetarianos y hasta veganos “certificados”. Desee hace unos años he cambiado nuevamente dieta, pasando a ser crudo-vegano. Me alimento de frutas y verduras crudas y esto me ha forzado a una serie de explicaciones, que tengo que repetir constantemente. La gente, en realidad, entiende lo que quiere entender. Sus hábitos son como un muro alto que no les permite ver un poco más allá. Una vez, después de haber dado todas las explicaciones posibles a un mozo, que aparentemente me entendió, al final de la cena le pedí un té verde y me lo trajo frio, ya que no había hervido el agua, considerando que yo era crudista. Le explique, siempre con mucha paciencia, que el agua puede ser hervida ya que no contienen sustancias nutrientes, que puedan ser alteradas por la temperatura y que, antes de verterla en el té, había que esperar un poco para que la temperatura bajase a unos 60 grados.

Recientemente en un restaurante muy a la moda, al declarar públicamente que era crudo-vegano, vino la cocinera en persona a preguntarme qué me podría preparar y cómo podría hacerlo. Nos pusimos rápidamente de acuerdo y me preparó un plato abundante con todo tipo de verduras crudas, ligeramente dispuestas sin ninguna huella de productos animales. Todo fue perfecto. Al momento de pagar a la caja, una joven muy simpática, me hizo una infinidad de preguntas sobre mi dieta, confesándome que ella también tenía deseos de pasar a una dieta parecida, pero que lo haría gradualmente. Me pasó la cuenta y eran 47 euros en total. Le dije que pagaría con tarjeta de crédito y ella aceptó sin problemas. Antes de efectuar la operación, me hizo una última pregunta sobre la temperatura máxima que podían alcanzar los alimentos para ser considerados crudos. Le respondí que la temperatura límite era de 42 grados. Ella quedó pensando un poco sobre mi respuesta y me pasó la hoja para firmar y pude observar que en vez de 47 me había cobrado 42. Firmé, le hice notar la diferencia y la pague los 5 euros en contante.

Antes de salir, se volvió hacia a mí, me sonrió y me dijo que yo era el primer crudo-vegano que conocía en persona. Salí del restaurante con mis amigos y les comenté que estaba pensando seriamente en pasar a una dieta aún más extrema y comer solamente fruta no preparada, ya que estaba seguro que con una dieta así, iba a descubrir muchas cosas nuevas sobre las personas y su modo de actuar y pensar.

La comida y el acto de comer es tan parte de nuestra vida cotidiana que no pensamos en lo que hacemos, lo hacemos y basta, como si fuese la única opción posible, la más sana y la más normal. Sin embargo, siendo veganos, provocamos a los normales a pensar y percibir la alimentación como una elección, estilo de vida, forma de ser y además una moral. Tratar de vivir en un equilibrio relativo con la naturaleza, el medio ambiente y sin hacer más daño que el estrictamente necesario, nunca ha sido una empresa fácil en nuestra sociedad actual.