Buscador de Sueños.
Donde otros vieron viñas abandonadas, vi Futuro,
vi Trabajo, vi Oportunidades... hacer crecer tu zona.

Trabajo y Responsabilidad.
Frente a las dificultades,
frente a los molinos,
frente a las trabas.

Con trabajo bien hecho, saldremos adelante,
haremos prosperar los sueños,
convertirlos en realidad,
haciendo vinos con alma de los que nos sentimos orgullosos.

Un granito de locura y una montaña de trabajo
para conseguir el sueño

(D. Rafael de la Garnacha)

Ávila vuelve al mapa enológico...

¿Y quién es este D. Rafael de la Garnacha, quién es este –aparentemente– excéntrico personaje? Pues él es Rafael Mancebo. Nos encontramos ante una de las figuras clave en la promoción del movimiento enológico de las Garnachas de Gredos. Pero más allá de la vistosa pose escénica y mercadotécnica que luciera otrora, en tiempos no demasiado lejanos, para afianzar el despegue de su singular proyecto bodeguero en Navaluenga –ahora llamada Bodega 7 Navas, antes Garnacha Alto Alberche–, él es ante todo el comprometido protagonista del avance definitivo en el nacimiento de la Denominación de Origen Protegida Vino de Calidad de Cebreros y la subsiguiente promulgación definitiva de la DOP Cebreros.

Y, en consecuencia, suya es la responsabilidad –en muy alto grado– de lo que esta figura institucional DOP supone: la gran esperanza de revitalización enoturística y socioeconómica de una zona geográfica rural en franco decaimiento y despoblación; una inyección de optimismo para una zona geomorfológica hermosa y al tiempo olvidada –Valle del Tiétar, Valle del Alberche y Zona de Pinares–. Y, por tanto, un trasvase de entusiasmo y esperanza para la provincia de Ávila: una DOP que se expresa territorialmente entre la Sierra de la Paramera y la Tierra de Pinares al norte, que tiene al oeste el Parque Nacional Sierra de Gredos y el Barranco de las Cinco Villas, al sur el río Tiétar y la provincia de Toledo, y al este la Sierra de Guadarrama, la Comunidad de Madrid y la Tierra de Pinares.

Pero intentemos seguir cierto orden para poner a nuestro querido lector en situación ante este reportaje. Este verano entrábamos en contacto, por segunda edición consecutiva, con nuestros amigos de La POMPA e-motion, Lucía y Diego, organizadores del certamen cultural FusionA, que se celebra en verano en el Palacio del Infante D. Luis de Borbón y Farnesio, en la también abulense villa de Arenas de San Pedro. Nos confirmaban su compromiso con la fusión escénica y expositiva del evento, la presencia de nuevos diseñadores y creadores de moda, arte, dietética, música, gastronomía... Y nos pedían apoyo para dar cobertura a una efeméride en la que además iba a haber una representación de los Garnacheros de Gredos.

Encantados de la vida –porque las patrias chicas tiran mucho–, participamos y colaboramos personal, profesionalmente y en representación de Restauradores. Allí conocimos a Marta Burgos García, directora técnica de la DOP Cebreros. Con orgullo y esperanzas indisimulables e indisimuladas nos contaba todas las perspectivas de la recién nacida Denominación.

Nos hablaba de la incertidumbre de una vendimia, la de 2017 –la 1ª cosecha para los vinos acogidos a la DOP– que se había iniciado ya, tempranamente, en las primeras semanas del mes de agosto, dados los rigores del calor, la sequía y las condiciones climatológicas... El ciclo vitícola más difícil de los últimos años:

«Con la primera vendimia estamos expectantes e ilusionados. Un año seco, con heladas tardías, pedrisco y una granizada que ha afectado bastante a la producción, pero no así a la calidad de la uva».

No había pasado ni un mes de la presentación oficial, de la catalogación de zonas, viñedos, bodegas, viticultores, cosecheros, envasadores... y allí estaba Marta, representando y promocionando por las noches a los Vinos de Calidad de Cebreros, a los «albillos reales» y «garnachas» de Gredos... para acto seguido, por las mañanas, recorrer la provincia –provincia pequeña... pero rebosante de carreteras secundarias y terciarias llenas de miles de curvas... un verdadero paraíso para moteros y ruteros– para efectuar las debidas evaluaciones de calidad de uvas y demás trámites, rigurosas y obligadas labores en el control de calidad que exige toda Denominación de Origen.

Con vinos de calidad… protegida y certificada

Marta nos introdujo a través de las palabras y de los sentidos en unos vinos autóctonos, en unos tintos de uva Garnacha –aunque también está autorizada la Tempranillo y la Garnacha Tintorera– y en unos blancos de Albillo Real muy especiales, que no dejan indiferentes a nadie. Por boca del experto y por sus palabras, los conoceréis:

«Los tintos suelen tener poco color pero intensos aromas florales y, gracias a la altura de los viñedos, tienen una acidez media-alta en boca que compensa al grado alcohólico».

Vinos ágiles, verticales, agradables, finos, terrosos, amables, gastronómicos... dotados de múltiples matices, propios de la miscelánea de parajes diferentes en que nacen, dentro de un carácter y una personalidad, si se quiere decir así, graníticos, propios y comunes de la sierra, las dehesas y los valles de Gredos.

Congeniamos... No cabía otra posibilidad, tratándose de Ávila, el Valle del Tiétar y tratándose de vinos. Y nos emplazamos en el otoño para efectuar un reportaje, catando entre viñedos, para intentar vivir y experimentar en primera persona todas las excelencias que nos contaba. Era sólo una de las posibles maneras que se nos ocurrió para narrar lo que nos estaban explicando sobre unos viñedos increíbles, sobre unas viñas viejas, muy viejas (60-80 años), algunas incluso prefiloxéricas, que una suerte de locos estaban recuperando; plantas situadas en zonas de altura, llegando a los 1.000 metros en ocasiones, viñas cultivadas en suelos arenosos con granito, encontrando incluso esquistos y pizarras en algunas áreas; unas cepas tozudas que sobrevivían en unos parajes espectaculares, increíbles, incluso inhóspitos, que habían resistido al abandono y a la pérdida de identidad rural de los viejos pueblos de Ávila... unas castas viníferas que estaban consiguiendo que rebrotara la ilusión entre los lugareños por el campo... por su campo... un proyecto ilusionante desde y por la viña y el vino de la tierra.

De momento, aún no llega a la decena el número de bodegas inscritas a la DOP y en torno a un centenar el de viticultores... aunque el proceso, como aquel que dice, no ha hecho más que empezar. En FusionA, el evento en que empezó este reportaje, los vinos representados que llevó la Asociación Vinos de Cebreros todavía no tenían tirilla de DOP Cebreros. El reglamento apenas acababa de publicarse el pasado mes de junio en el BOE. Ni siquiera todos los vinos allí probados estaban y/o estarán acogidos a la Denominación de Origen. Pero, en cualquier caso, como referencia, allí estuvieron presentes, representando a la DOP Cebreros: Bodega 7 Navas (Garnacha Alto Alberche), de Navaluenga con su 7 Navas joven, Juan Luis Beltrán, de El Hoyo de Pinares, con Hoyanko y Viña Marisa, Daniel Ramos, de El Tiemblo, con Viento Zephiros y El Berraquín, Rubén Díaz, de Cebreros, con Cuesta del Tejar, Soto-Manrique, de Cebreros, con La Viña de Ayer, y Bodegas Ausín, de Gavilanes, con sus Carmen y Fácil.

Así que, llegado el otoño, fieles a nuestra cita, concretamos el encuentro... Vuelta a la carretera, de nuevo cargamos los trastos, cámaras, bolígrafo, libreta... y bien abrigados, porque nos espera un día precioso, soleado, oxigenado y oxigenante, pero «algo» frío, en altitud y espacios abiertos al aire, la brisa y el viento.

Catando entre viñedos

Una jornada gloriosa... probando media docena de referencias entre viñedos, en plena naturaleza, en parajes que nos retrotraen a la infancia... y otra docena larga de vinos, que fueron apreciados en auténtica cata sensorial y gastronómica –con todos los sentidos a plena disposición y rendimiento–, culminando esta otra efeméride reporteril en el restaurante La Querencia, un modesto pero sorprendente rincón gastronómico a seguir... A seguir... y a encontrar... en ese laberinto de curvas abulenses, en el pueblecito de Villanueva de Ávila (algo más de 200 habitantes)... Como dice Chuchi Soto, uno de nuestros próximos interlocutores, en La Querencia, «Guzmán y Yesi te dan de comer muy cerca del cielo, lugar increíble».

Allí recalamos tras un itinerario que cumplimos con rigurosa puntualidad y una exactitud casi centroeuropea. Pero como no dejamos de ser hispanos y mediterráneos, transcribamos un nuevo recorrido para su redacción, y revivamos la jornada variando la perspectiva espacio-temporal. Empecemos por los orígenes de este renacer de los Vinos de Cebreros en el siglo XXI.

Por lo tanto, de este modo, volvemos a las primeras líneas de este texto, a nuestro primer protagonista: Rafael Mancebo, socio fundador de la Bodega 7 Navas (Grupo Garnacha Alto Alberche)... y, así mismo, promotor, fundador y Presidente de la Asociación Vinos de Cebreros. Leemos que la asociación surge de «la necesidad de dotar al vino de esta zona de Ávila de una marca de calidad: una Denominación de Origen...».

Por otra parte, la única DOP de Castilla y León en la cuenca del Tajo: se extiende por la Sierra de Gredos, el río Alberche casi desde su nacimiento, el Valle de Iruelas y el Embalse del Burguillo, hasta tierras ya de Madrid en el Embalse de San Juan, rodeados en la Comunidad de Madrid por la DO Vinos de Madrid, y al sur por la DO Méntrida ya en la provincia de Toledo.

Rafael Mancebo, actual Presidente de la asociación, Daniel Ramos –a quien también conoceremos en este artículo– y Guillermo Fernández, constituyeron el eje de una asociación que ha integrado a hosteleros, bodegueros, viticultores, emprendedores turísticos, comerciantes y acreditados personajes del sector. La Asociación Vinos de Cebreros es el órgano gestor de la DOP Cebreros. Desde aquí se iniciaron todos las trámites institucionales que pusieron en marcha un propósito de auténtica envergadura.

El ITACyL (Instituto Tecnológico Agrario de Castilla y León) concedió la protección nacional transitoria. Y, de este órgano independiente depende, precisamente, la dirección técnica, todo el control de calidad, así como las actuaciones promocionales a nivel nacional en este primer periodo de transición y asentamiento. Es decir, nuestra acompañante, organizadora y preceptora, Marta Burgos García depende directamente del ITACyL. Hay que señalar que la Directora Técnica de la DOP Cebreros, además de auditora, también es auditable, en razón a la máxima transparencia de todo el proceso. Marta, abulense de nacimiento, es, para más señas, Técnico Superior en Restauración; Sumiller con grado de Excelencia en el Curso de Sumilleres de la Cámara de Comercio, y en su trayectoria destaca su representación por la provincia de Ávila en el Concurso Mejor Sumiller de España; también es Formadora en Alta Restauración y Hostelería, y fue Primera clasificada en sendas ediciones del Concurso Mejor Sumiller Internacional de Cava de la Comunidad de Madrid...

El Chateau: Bodega 7 Navas (Navaluenga)

Bodega 7 Navas (Grupo Garnacha Alto Alberche) lo indica en los folletos de promoción enoturística de su coqueta bodega: «aquí empezó casi todo». Es decir, como también dicen, «demostrar a las nuevas generaciones que hay futuro en las garnachas del Valle, y que resurja el cuidado del campo de nuevo». Y es así porque Rafael Mancebo, Presidente de la Asociación Vinos de Cebreros y socio fundador de la bodega, lleva ya décadas emprendiendo actuaciones promocionales de orden cultural, enoturístico y gastronómico para reactivar la realidad socioeconómica de su pueblo (Navaluenga) y de la zona (el valle del Alto Alberche).

En los años 90 comenzó a organizar la Feria del Vino y Fiesta de la Garnacha en Navaluenga. Este modesto concurso comarcal de los Vinos del Año lo que pretendía en realidad era conservar el legado de sus viejos viñedos, dar a conocer las Garnachas de Gredos y completar la fiesta con la degustación de productos gastronómicos típicos. Este fue el germen que hizo crecer el gusanillo del vino a un grupo muy heterogéneo –once parejas del lugar... ¡qué locura!– y que gestó el sueño de crear la actual bodega. Y así, a partir de la recuperación de viñas de más de 90 años de edad, la bodega fue finalmente construida con piedras características de la zona entre los años 2004 y 2006.

El nombre elegido para su principal vino de referencia es 7 Navas, en clara alusión a la comarca, siempre con el objetivo de involucrar a sus gentes y hacerles partícipes del proyecto. Aquí probamos su tinto Garnacha 7 Navas 2012, que fermenta en madera a un máximo de 24 ó 25ºC de temperatura, efectúa los bazuqueos a mano y tiene una crianza de 12 meses en barrica. Un tinto muy compensado, con un grado que alcanza el 15% y una intensa acidez, sabrosos recuerdos de fruta negra y que refleja la frescura del valle en que se encuentra.

Gracias a esa conexión, estos pioneros –los que se han mantenido en el proyecto– están ya comprobando una cierta revitalización de la zona. Por ejemplo, va cambiando la mentalidad de los agricultores, y estos prefieren cobrar a la Bodega 7 Navas por el uso de sus cepas antes que arrancarlas. Y, además, la bodega también consigue identificarse con su pueblo mediante una comprometida labor social y todo tipo de colaboraciones y actuaciones solidarias conjuntas con diversas fundaciones. Por ejemplo, las etiquetas de su vino 7 Navas Viña Faustina presentan la peculiaridad de ser todas diferentes ya que han sido hechas en colaboración con una fundación social que ayuda a personas con discapacidad. Como nos comenta también José Mª Grande (enólogo de la bodega, que antes estuvo durante 2 años en Bodegas Neo, de Ribera del Duero), es un orgullo especial poder hacer algo por el propio pueblo. En cierta manera, al menos se ha frenado la «sangría» que supone comprobar que, de 12.000 hectáreas de viñedos que había en la zona, desde los años 70-80 se han arrancado y han desaparecido unas 8.000 hectáreas.

No es lo habitual encontrar las propias instalaciones de la bodega integradas en el viñedo principal, estilo chateaux o bodega boutique. Es una excepción en toda la provincia. Pero hemos querido empezar aquí este recorrido, en la bodega Bodega 7 Navas (Grupo Garnacha Alto Alberche), para ubicar lo más exactamente posible la naturaleza y esencia de este proyecto de la DOP Cebreros. Una aspiración que brota en la Asociación Vinos de Cebreros –y aquí tenemos a su Presidente–, cuya calidad y singularidad acaba además de obtener reconocimiento en los Premios La Posada 2017 del diario El Mundo en Castilla y León. Aquí encontramos el punto de conexión perfecto para seguir entendiendo cómo se esta trazando esta próspera ruta de futuro a través de un vino de calidad... de calidad reconocida y certificada. Y así llegamos a nuestro siguiente protagonista que, para más INRI, es así mismo vicepresidente de la asociación.

Viñedo La Movida: Daniel Ramos (El Tiemblo)

Daniel Ramos puede considerarse en muchos aspectos como el responsable intelectual de la calidad de toda esta “movida enológica” con los vinos de estos parajes singulares y únicos. En el fondo, nos atrevemos a pensar, ello no es más que reflejo de su propia singularidad personal y fruto de un empecinamiento vital que le arrastra a vivir entre viñas y vinos. Nacido en Australia, en su corazón transita sangre española y evocaciones aussies... lo que creemos que no ha hecho más que agravar esta tendencia a vinificar desde una perspectiva más plural, internacional, cosmopolita... y al tiempo más rural, autóctona y apegada al territorio.

Junto a Pepi San Juan, su partenaire vitícola y sentimental, forma, desde su época de instituto en la vecina y madrileña localidad de San Martín de Valdeiglesias, una entrañable pareja de locos –o quizá no lo sean tanto... de hecho, ella estudió Psicología–. Su proyecto vital y de familia, después de vueltas y vueltas, ha encontrado el cálido refugio aquí, en El Tiemblo. Ellos querían vivir en la zona... Y lo han conseguido con un plan que arranca empresarialmente entre 2005 y 2008, pero que viene incluso de más atrás. Daniel ha sido –y es– creador, director técnico y consultor de un número importante de vinos de la zona, de las Garnachas de Gredos.

Ahora mismo, además de gestionar viñedos familiares, y aunque su bodega de elaboración está en el Tiemblo, poseen en propiedad parcelas, tanto acogidas a la DOP Cebreros, como otras ubicadas en la provincia de Ávila y en toda la zona de Gredos. Por ejemplo, el viñedo visitado, La Movida, pertenece al término municipal de Cebreros. Porque aquí, todas las garnachas de Gredos, ya sean de Ávila, Madrid o Toledo, todas son diferentes dependiendo de cada parcela... y aunque todas se pueden considerar como primas hermanas, parece ser que algunas son más primas que hermanas y otras más hermanas que primas... El caso es que Daniel, que nació en Australia en 1975, empezó a vivir en Gredos en 1986. Más tarde empezó a estudiar Agrónomos en Madrid. Por una especie de derivación natural, desde Agrónomos llega a la Escuela de la Vid, que es donde realmente empieza a inocular el virus vinatero. Así, una vocación vitivinícola no buscada, que en realidad aparecía en su vida como la primera oportunidad de llegar a un trabajo –en viñedos, vendimias y bodegas de toda España– se convierte en una obsesión por recopilar, interpretar y degustar conocimiento, cultura, historia del vino... Su carácter abierto e internacional le empuja, además, a iniciar su carrera por conseguir el Master of Wine. No lo terminó... como muchos muchos otros. Pero aprendió... aprendió mucho mucho. Se puede intuir que todo ello se plasma en sus propios vinos, pero además en la forma en que han eclosionado en estos años las afamadas y mediáticas “Garnachas de Gredos” y ahora mismo la aún modesta pero emergente DOP Cebreros.

Lo viejo y lo nuevo se dan la mano amistosamente en su forma de entender el vino. Siempre con una sonrisa, siempre con un humor agudo y analítico, diciendo lo que no dice y sin decir lo que dice, al final nos encontramos a un personaje entrañable, enamorado del terroir, que ama a cada uno de sus diferentes terruños, todos diferentes, y que se complica la vida con un trabajo artesanal, pero inspirado en la vanguardia enológica universal, con influencias en la manera de pensar y de hacer de Australia, de España, de Francia, de Italia, California... de Gredos, de El Tiemblo, de Cebreros.

Su viñedo La Movida puede considerarse como una parcela «»... de extrema dificultad en su labor... de extrema belleza en su hábitat... de extrema calidad y singularidad vitícola... «arquitectura natural incomparable». Una viña espectacular, con terrazas y pronunciadas pendientes, zona de protección de aves (águila imperial, buitre...) en la que realiza tres vinos diferentes. De 2008 a 2017, los comercializaba como Vino de mesa y a partir de esta última añada 2017 ya serán vinos DOP Cebreros. Todo un éxito, dada la dificultad de comprar en la zona ya que todo el viñedo es muy viejo... y muchas veces los viejos del lugar prefieren arrancar a vender. Por ahora, dispone de 5 hectáreas propias y otras 3 hectáreas en alquiler... más otras 20 hectáreas en otras zonas de la provincia.

En su viñedo La Movida, disfrutando de una panorámica de ensueño, probamos su vino Dair. Con este paisaje de fondo e intimando en su intrahistoria, sólo existe la posibilidad de que nos guste. Se llama así en honor a sus dos hijos, Irene y Dany. Es un vino que «hacen» los niños. Crean las etiquetas, pisan la uva... uva de las variedades Garnacha, Garnacha Peluda y un 2% Chelva (singular variedad blanca autóctona). Son 325 exclusivas botellas de un vino que formula en cierta manera un concepto tipo Ródano. Nace y expresa la singularidad de tres terrazas, de auténticas viñas de montaña, del carácter único de su exclusiva pizarra gris, del esquisto, cuarzo y feldespato propios de esta finca... En su vinificación entra la uva entera y fermenta con el raspón entero al 100%. Efectúa una maceración larga de más de 70 días y pasa unos 12 meses en barricas de roble francés. Un lujo de cata antes de media mañana, con un color diferente a toda referencia convencional, que mantiene las sensaciones en boca de esa mineralidad de la pizarra, con notas de hinojo, lavanda, cantueso... que equilibran y compensan su madurez aromática.

Un buen ejemplo de la naturaleza distintiva de un viñedo DOP Cebreros que refleja la filosofía de su creador:

«Trabajar el 'terroir' (...). Hay que olvidarse de sobremaduraciones tipo Parker y tender al recuerdo de los abuelos, a vinos algo más finos. Vinos muy gastronómicos. Arriesgados».

Viñedo Arrebatacapas: Soto-Manrique –Cooperativa Santiago Apóstol (Cebreros)

Una vez presentados a los referentes de la DOP Cebreros, vamos a trasladarnos al que sin duda, por posibilidades de producir calidad en cantidad, puede y debe ser el motor de avance de la denominación. Para ello, esta vez sí, nos trasladamos al mismísimo pueblo de Cebreros, centro de operaciones de la Denominación de Origen Protegida. Y es que lo es, además, por historia y tradición. Cebreros es el municipio que más viñedos tiene en Ávila y en Gredos. Con una población –envejecida– de algo más de 3.000 habitantes, es a su vez una zona peculiar, de muchos pequeños productores. En los años 50 era un importante enclave vitivinícola. Contaba con una cooperativa que en las décadas de los 60-70 llegaba a procesar hasta 10 millones de kg de uva.

Pero su esplendor ha ido apagándose paulatinamente hasta el punto de que la Cooperativa corría el peligro de desaparecer. Es un ejemplo perfecto de muchos pueblos de Ávila y de su decadencia en relación a la pérdida de sus raíces vitícolas. Es la historia del declive de una zona y una cooperativa, que hoy día cuenta con unos 200 viticultores que producen individualmente, como máximo, unos 4.000 kg de uva por temporada (este año han recepcionado 415.000 kg y ha sido un año de poca cosecha; el año pasado llegaron a los 800.000 kg). Sus rancios hábitos productivos con respecto a la uva y la vendimia, la venta a granel de unos caldos realmente ásperos, con un grado por encima incluso del 16%... En definitiva, la degradación de la zona: los viñedos perdían valor y se arrancaban.

Pero gracias a la calidad que persigue la DOP Cebreros, la situación parece que empieza a revertirse. Y lo hace también, en gran medida, gracias a la entrada en escena de un grupo inversor –Soto y Manrique–, liderado y representado por Jesús María “Chuchi” Soto. Este «cebrereño accidental» recorre todos los días el trayecto Valladolid-Cebreros (ida y vuelta) para supervisar las operaciones de sus vinos de Cebreros en la Bodega Cooperativa Santiago Apóstol. En realidad, casi nos ha parecido intuir que este hombre, ya bien curtido y bien versado en el sector, se ha enamorado profundamente de los paisajes, garnachas y vinos de Cebreros, y no puede pasar un día sin pisar alguno de sus viñedos...

Al menos, así creímos evidenciarlo en otra maravillosa parcela: el viñedo Arrebatacapas. Según vamos compartiendo minutos entre estas vetustas viñas que, como él mismo dice, parecen emerger de la tierra como auténticas manos vivas, “Chuchi” Soto, como esos buenos vinos complejos, se va “abriendo” poco a poco y nos va contagiando su emoción según nos relata vericuetos aspectos de su proyecto. Procedente como decíamos de Valladolid, donde tiene su hogar y su empresa vinícola (con la que produce interesantes garnachas y verdejos del Valle del Duero, DO Rueda y VT Castilla y León), aquí, en Cebreros se encuentra con el reto de hacer y potenciar una marca nueva.

Según degustamos su vino más emblemático de procedencia cebrereña, La Viña de Ayer, nos cuenta que de lo que se trataba al hacerse cargo de la cooperativa (para lo que exigieron el control absoluto de todos los procesos y su gestión total) era poner sentido común y conseguir una máxima calidad de la uva. Para ello, había que explicar esa visión de vanguardia y convencer a los viticultores cooperativistas; cambiar mentalidades y actualizar hábitos. De este modo, se procedió al control y visita desde febrero de todos los viñedos de los viticultores- proveedores, a la segmentación de zonas, a adelantar la vendimia... Se trataba de poner en valor la madurez de la uva, pero a la vez el frescor que da la altitud... Los mismos parámetros que apreciamos en su vino.

Para el gerente de Soto y Manrique, está muy claro. Estas Garnachas de Cebreros son una representación privilegiada de la esencia, el sentimiento, los valores de las «Viñas de España. Es un auténtico Patrimonio Cultural». Aquí, la uva Garnacha se convierte en una elaboración original, exclusiva. Es el inicio de un estilo. Vino de valle, vino de las laderas, viñas de los galayos, zona de montes con viñas, con chumberas, con olivos, viñedos particulares a más de 1.000 metros de altitud... La DOP debe aprender de los errores de los demás. Hay que identificar las viñas porque la uva Garnacha se manifiesta diferente en cada paraje de Cebreros y ello debe reflejarse en cada uno de sus vinos.

En cierta manera, es como su tinto de la parcela Arrebatacapas 100% Garnacha La Viña de Ayer: viñedo en altura vallado con la piedra natural de granito típica del lugar... cercado como antiguamente con este muro para proteger las cepas de los animales porque es una viña especial, «porque es sólo para elaborar La Viña de Ayer». Nos cuenta Jesús María que este vino representa un verdadero homenaje a Julián, un veteranísimo viticultor que, a sus 85 años, subía todos los días a pie a cuidar con todo su cariño y sacrificio este viñedo plantado por el padre de su mujer.

Es el valor añadido de un territorio en el que la expresión de la uva Garnacha es asombrosa. «Estas viñas se recuperan de forma increíble. Han resistido tanto que se han hecho autosuficientes». Y tanto la DOP Cebreros como Soto y Manrique coinciden en potenciar la singularidad en la definición y diseño de los vinos «a partir de la variedad de uva que los configura y de los suelos donde se asienta, buscando la sencillez, la expresión más directa y vertical y el máximo de frescura». Una declaración de intenciones válida tanto para su garnacha de la DOP Cebreros como para, por ejemplo, su Naranjas Azules, un rosado de Garnacha del valle del Duero con alma de blanco, al estilo de los apreciados rosados franceses de la Provenza.

Viñedo El Reventón: Las Dehesillas (Cebreros)

Continuamos en Cebreros. Pero esta vez con un cebrereño natural. Rubén Díaz es el enólogo de la Bodega Las Dehesillas, pero además asesora a otras bodegas de la zona, y tiene sus propios proyectos personales –Rubén Díaz Viticultor y RuBoR Viticultores–. Sea como fuere, pese a tanta actividad, nos confirma que se sitúa «en un sector artesanal, alejado de las grandes producciones y la tecnología». Con él nos acercamos a otra parcela maravillosa de Cebreros. El Reventón. De camino a este viñedo en ladera a 880 metros de altitud, de uvas Albillo y Garnacha, nos habla de la profundidad, la calidez y mineralidad que aporta a los vinos de Cebreros la pizarra y el granito del galayo de esta parte de la ladera de Gredos.

Precisamente de este parcela –aparte del vino básico–, procede la referencia Velada 2016. Además, esta es la primera añada que ve la luz. Tiene una crianza de 9-10 meses en barrica, tras fermentar con el 10% de raspón y uva entera. Efectúa maceración semicarbónica, más fermentación maloláctica. Según vamos degustando el vino, Rubén nos aporta luz sobre las claves que pueden consolidar y llevar al éxito a la DOP Cebreros. No en vano, el hecho de ser oriundo del pueblo, le hace conocedor adelantado de la realidad de la zona.

En primer lugar, Rubén nos desvela que en Cebreros se ha pasado ya de hacer vinos sobremaduros o superestructurados, muy potentes, a elaboraciones más finas:

«Hay que tener mucho cuidado con la madurez fenólica de las pieles y el alcohol. Así quedan más compensados. Aunque al final, todo depende de cada enólogo».

En su caso, nos refiere que en este viñedo no se poda en verde, que a él le gusta mucho jugar con las temperaturas en la vinificación para conseguir esos matices distintivos en boca. Porque para él, lo que debe hacer el autor del vino es «interpretar el viñedo y diseñar el estilo y personalidad. Interpretar cada año... por ejemplo la añada 2017 va a ser dificilísima. Meter el entorno en la botella. No toquetear mucho la uva».

En definitiva, ser poco intervencionista y en el caso de que haya crianza en roble, usar barricas usadas. Su análisis de los viñedos de Gredos y de la situación de la zona es particularmente interesante. Y ya no sólo por ser natural del lugar, sino porque reconoce venir «del lado oscuro» –se refiere al tema del arranque de viñas–.

Y es que Rubén ha visto cómo los viñedos tradicionales de la tierra se iban deprimiendo, abandonando, arrancando, a medida que los jóvenes iban desapegándose del pueblo y de la labor en las viñas. Era un poco su mismo caso. Hasta que por casualidad le tocó a él vivir una oferta por los derechos de plantación de un viñedo familiar. Entonces, por curiosidad, empezó a investigar los detalles de las viñas y a formarse sobre el asunto. Lo hizo primero con su padre. Decidió sacar adelante la viña de la familia. Le entró el bicho del vino... y hasta hoy, que no para. «Comenzó una vocación que se transformaría en una forma de vida». Y desde ese momento, empezó a formarse, a investigar y a apasionarse por la Garnacha, hasta el punto de convertirse en un experto en la materia y en la zona. De hecho, ha asesorado y ha participado en algunos de los principales proyectos garnacheros de Gredos; como el de los vinos Pegaso –acogidos a la indicación V.T. Castilla y León, pero, procedentes de viñedos del propio término municipal de Cebreros– de los mediáticos y también pioneros inversores en la zona Telmo Rodríguez y Carlos Sainz.

Viñedo La Losilla. Cooperativa Don Juan del Águila (El Barraco)

Vamos a movernos de nuevo, tanto en la distancia, como en el tiempo y en el propio concepto de bodega que podemos encontrar en la DOP Cebreros. Nos acercamos ahora a conocer un viñedo más fresco que es también si cabe más antiguo, prácticamente todo de uva Garnacha –como en todo el Alto Alberche–, pero que se trata de otra forma, ligeramente diferente. Por ejemplo, la uva tiene que estar por encima de 12º (13-13,5º) para poder entrar en bodega. Estamos en El Barraco. Es un término municipal muy grande, extenso, pegado también al municipio de San Bartolomé de Pinares. En esta llamémosla «demarcación» hay a su vez otras 7 u 8 zonas diferenciadas, lo que nos habla de su riqueza geomorfológica, orográfica, vitícola y paisajística. Aquí, casi como en ninguna otra parte, se produce un maravilloso encuentro enológico entre lo bueno de lo viejo y lo bueno de lo nuevo, entre lo sabio de lo tradicional y lo sensato de lo moderno. Aquí se ha padecido profundamente ese fenómeno de la despoblación y aquí se ha sufrido un declive agrícola del campo tremendo. La Bodega de la Cooperativa Don Juan del Águila, (fundada en el año 1962) ha pasado de procesar en sus buenos tiempos 1.800.000 kg de uva a tener una producción actual que se mueve en torno a 500.000 kg.

Tras medio siglo de historia, se replantearon un cambio de concepto comercializador para la subsistencia de la propia cooperativa y para intentar salvar esas magníficas viñas viejas de Garnacha. Así, frente a la habitual venta a granel, toman la decisión de dar un salto de calidad y empezar a producir vino embotellado. Y para ello, volvemos a encontrar en este discurso a nuestro anterior protagonista, Daniel Ramos –ya les decíamos antes que Daniel sabe estar sin estar y no estar estando...–, que se ha encargado en estos últimos años de actualizar los parámetros enológicos e incluso de marketing de estos vinos. Nace así la marca Gaznata que será precisamente la referencia a probar en nuestra visita, en su versión Gaznata III Garnacha Viñas Viejas 2016 (también hay Gaznata en las gamas de tinto joven, de finca, con crianza y rosado).

Con el asesoramiento enológico de Daniel Ramos, han desarrollado unos vinos de calidad y además muy característicos, singulares. Han sabido interpretar las virtudes únicas y específicas de sus viñedos centenarios. Estos nuevos vinos embotellados proceden de parcelas muy pequeñas, de apenas una hectárea de extensión, situadas en una especie de dehesa, asentadas en suelos de arena y granito, con producciones por tanto naturalmente restringidas a los 2.000 ó 3.000 kg (unos 2,5 kg/cepa). Un perfecto ejemplo es este viñedo, La Losilla, donde catamos Gaznata III. De este entorno surge un tinto que tiene un grado alcohólico que puede oscilar entre 13,5 y 15º y cuyo proceso de vinificación se efectúa completamente en depósitos de hormigón. Un vino de estilo moderno pero que al tiempo recuerda al vino tradicional, de aromas frescos, naturales, de campo, jara y tomillo, de potente y agradable bouqué en boca, con los sabores de toda la vida. José María González, Presidente de la cooperativa, nos narra con verdadera añoranza los recuerdos familiares en torno al vino y a las viñas. Nos habla a lo largo de nuestro encuentro de los tradicionales claretes –que por estos lares los llaman «envueltos»–, vinos más finos y en torno a los que se celebraban las reuniones familiares. En este punto, hace un depurado balance gracias a una encomiable memoria sensorial:

«Antes se vendía el vino con más grado. Era un vino gordo, recio, casi se masticaba. Cuando te vas haciendo mayor, te das cuenta de que en realidad no se bebía vino».

Hay un cariño auténtico y un dolor sincero por las viñas perdidas, a las que ha visto y ve perderse por el abandono total. «Es que incluso de dejadas, se las han comido los ciervos». Pero aun así, se muestra optimista de cara al futuro por más que el presente inmediato haya deparado un año, 2017, muy malo por la sequía para la viña, para la que también suspira por «agua y aire». Y aún brillan en sus ojos destellos de esperanza cuando nos ofrece a probar y nos cuenta sus nuevos vinos, cuando nos narra la necesidad de seguir utilizando el arado de caballerías en algunas parcelas, o cuando nos muestra los tradicionales mojones de piedra en el campo, conviviendo con los olivos, las plantas aromáticas... y con los caminos entre viñedos.

Viñedo Cerro de los Balcones: Huellas del Tiétar (Lanzahíta)

Y de los mojones de El Barraco, nos trasladamos –por gracia de las palabras– a un ancestral cercado de piedras naturales de granito en Lanzahíta... Nos vamos ahora al corazón del Valle del Tiétar –que es realmente donde empezamos este trayecto–. Aquí, en la parcela Cerro de los Balcones, no vamos a catar nada, porque aún no está el vino preparado. La de 2017 va a ser en realidad la primera cosecha de la Bodega Huellas del Tiétar. Y aquí Feliciano Conde, uno de sus fundadores y propietario, nos conduce entre abruptos caminos forestales a este bellísimo viñedo, literalmente escondido entre los típicos pinares de la zona. Las expectativas son altas. Se nota. Pero al tiempo se percibe una gran seguridad por la calidad del que será su primer vino. Feliciano nos acompaña durante toda la jornada y al tiempo conocerá por vez primera a la mayoría de sus nuevos compañeros de la novísima DOP Cebreros. Pregunta, comenta, ayuda con las copas y las botellas, degusta, aprende, analiza... y sobre todo, igual que nosotros, disfruta –con temple y serenidad, pero de forma apasionada– de una jornada 100% dedicada al vino.

Esa confianza en la calidad consustancial a su vino en gestación está basada en la propia bondad de los viñedos de Garnacha vieja que lleva dos años recuperando. El proyecto de su bodega, Huellas del Tiétar, surge del propósito de un grupo de amigos, auténticos «amancebados» con el Valle del Tiétar, que buscan hacer un vino excelente. Va a ser, lo está siendo ya... –estima que van a producir en torno a 4.000 botellas en la añada 2017– un vino hecho con cariño. Con cariño, pero con personalidad también diferenciada, porque esta Garnacha, aunque también de Gredos, es además completamente diferente al resto de garnachas que hemos experimentado.

Para ello, para extraer todo ese carácter, en primer lugar buscaron, adquirieron y recuperaron 10-11 parcelas en el término municipal de Lanzahíta. Unas 5 hectáreas en total de viñedos completamente singulares, como el que nos ha descubierto en el Cerro de los Balcones: Viñas prefiloxéricas en un paraje exponente de una riquísima biodiversidad, entre pinares, higueras, senderos agrestes, zonas de paso de corzos, jabalís, rebaños de cabras... y depositario del estiércol de estas últimas, que abonan naturalmente su suelo. Porque aquí, en esta parcela, todo es orgánico y absolutamente todas las labores de campo han de hacerse a mano. Otra de las diferencias de estas cepas de garnacha vieja es que se encuentran a una altitud de 400-500 metros. Con una orientación Sur-Sureste, sus suelos son de arena y granito. Esta primera vendimia también –como en el resto de viñedos de la DOP Cebreros– la han realizado más temprano. El rendimiento (aunque la DOP permite hasta 6.000 kg/ha) queda restringido naturalmente a 1 kg/cepa. Tras los trabajos de campo, la labor en bodega mantiene el rigor en la búsqueda de la calidad. Por ello, una vez la materia prima llega a la nave de elaboración y crianza, también se efectúa una selección de uva manual. Inicia la vinificación en cámara de frío a 5ºC para proteger al máximo la integridad del fruto, y fermenta en depósitos pequeños de acero inoxidable con levaduras exclusivamente autóctonas.

Lo dicho; los cánones de calidad que se ha marcado Feliciano Conde y su grupo de amigos –con ayuda de expertos en la cuestión, como Urbano, su viticultor en Lanzahíta– alcanzan unos estándares de exigencia muy altos. Trabajo en equipo, gestión templada y sofisticada, aunando voluntades, capacidades que marca el nuevo milenio, nuevas tecnologías, tendencias, compromiso con la sostenibilidad... más el valor añadido de la tradición y el gusto por la autenticidad rural... por las cosas bien hechas de toda la vida... (y también de ahora... ya que nos cuenta la intención de realizar la página web de la bodega con grabaciones de los viñedos desde drones…) ¡Ah!... y el gusto por los vinos gastronómicos y por compartir... como un maravilloso queso de oveja macerado en hollejos de sus uvas Garnacha de un quesero artesano de Lanzahíta que trajo para degustar en el posterior almuerzo en Villanueva de Ávila.

Viñedo Avaviento de Burgohondo: Nietos de la Señora María (Navandrinal, S. Juan del Molinillo)

Es otra de las bodegas que, con la añada 2017, estrena DOP y vino. Juan Antonio Hernández (socio de la bodega) nos acompañó en la comida y, como es natural, también está rebosando ilusión ante su primera cosecha. Por fin va a poder mostrar y comercializar su vino embotellado. En este caso, la ilusión es compartida por cuatro primos, que son quienes están empujando este proyecto en la modestísima localidad de Navandrinal (no llega a 200 habitantes), que depende a su vez administrativamente de otro pueblecito, San Juan del Molinillo (no llega a 300 habitantes).

Una vez les fueron ofrecidos estos emblemáticos viñedos del lugar –casi con el único propósito de que no se perdieran– los primos Hernández se afanaron en la recuperación de sus viñas de Garnacha en altura. Para ello, el cultivo y recolección de las cepas en este paraíso de la garnacha en Gredos se ha hecho respetando en todo momento la tradición de sus antepasados. “Todos nuestros vinos respetan la agricultura ecológica tradicional. Nuestro objetivo es hacer disfrutar de la comunión sensorial que transmiten nuestras uvas”. Y para esta pretensión, a modo de declaración de intenciones, también apuntan el disfrute de unos vinos exclusivos: «Producciones limitadas de la más alta calidad».

Restaurante La Querencia (Villanueva de Ávila)

Y por fin, llegados a este punto, podemos decir que llegamos al final... el final que es el principio de todas estas palabras: disfrutar de buenos vinos y buena gastronomía, en buena compañía. Aprender mientras disfrutamos, escuchamos y vivimos el vino de la DOP Cebreros. Así que, como narrábamos más arriba, nos acercamos a este rincón gastronómico de otro pueblecito abulense de Gredos. Y sí, lo reconocemos, sucumbimos a los vinos que ya en breve podremos ver vestidos con la tirilla DOP Cebreros... más algunas otras singulares elaboraciones de las bodegas que nos acompañaron.

Y en parte, en gran parte, también podemos decir que todo terminó en final feliz gracias al sabroso y generoso almuerzo maridado en este coqueto Restaurante La Querencia. Desde el centro de Villanueva de Ávila presenta una sugerente cocina tradicional y renovada, de temporada, moderna, natural y con muchos productos de proximidad, en un cálido y luminoso ambiente.

En sus mesas fueron «desfilando» sin solución de continuidad vinos tintos, blancos, rosados y «preciosos» de estas bodegas pertenecientes a la DOP Cebreros y a la Asociación Vinos de Cebreros. Aquí, de entrada, encontramos perfectos puntos y contrapuntos entre el “Arenque ahumado sobre ajo blanco” y las “Alubias del Barco” con el rosado Gaznata 2016 o el tinto Kπ Amphorae 2016. También pudimos probar en primicia esa delicatessen enológica por la que Chuchi Soto siente especial debilidad que es su rosado de garnacha tinta con alma de blanco Naranjas Azules 2017 (que aún estaba reposando en depósito).

Continuamos con la verdura como protagonista con unas «alcachofas salteadas con jamón», más las «coles de Bruselas sobre puré de coliflor» en connivencia con otro tinto 7 Navas 2014 y con el singular Rosé Kπ 2014 (17 meses en barrica de roble americano). Nos imbuimos de temporada otoñal en las laderas y los bosques de Gredos mediante la «tortilla-crep de temporada y chips de boletus», de igual manera que nos “bebimos” sus suelos y pizarras gracias a las botellas que trajo Daniel Ramos de Vetton 2016 (Viñedo de Javier Carvajal a 1.000 m de altitud), o el refinado Gaznata 2016, sin olvidar el Kπ 2010 (con el que tuvo que hacer en una ocasión, en uno de sus primeros años, cuando aún estaba arrancando el proyecto, auténtica terapia, ya que se rompió una tinaja de 2.000 L...).

Y en el capítulo de carnes, la cosa siguió seria. Un delicado «cochinillo crujiente y confitado» volvió a recordarnos el carácter y personalidad de estas garnachas al conjuntarse con un tinto elegante y fresco, 7 Navas Selección, perfecto en su función de limpiar las papilas de la boca de cara a los próximos paladeos, bocados, libaciones y tragos. Llega así a la mesa el «cortesano» Precioso 2010 (blanco 100% Albillo Real, fermentado en barrica y criado en roble francés) con el que también aprendemos algo de historia ya que así se les llamaba –Vinos preciosos– en el siglo XVII y era muy popular en la corte de Madrid donde decían de él:

«Vino de San Martín encerrado en Ávila vale más que un florín».

Así que, además de cuerpo y espíritu, estábamos también alimentado la mente, preparando en definitiva al ánimo para el obligado remate dulce de una degustación de postres caseros: «Tarta de leche casera; Plátano flambeado; Helado con galleta María»... Simplemente tres excusas más para probar otros tantos tintos con la expresión distintiva, particular e independiente de sus respectivas fincas o parcelas de origen: Llano Toledo, 7 Navas Faustina 2010 y Zerberos Pizarra 2010, en los que se puede comprobar la diferencia entre tintos de uva Garnacha, siendo el primero elaborado a partir de garnachas casi centenarias, pero cultivadas más en caras sur, fuera de Cebreros; mientras que en las dos últimas referencias, auténticas garnachas de Gredos, cobra más relevancia el terruño en su expresión.

«A lo largo de la tarde los vinos fueron oxigenando los corazones y las palabras y sentimientos fueron aflorando, creándose ese ambiente de complicidades, que fluye cuando el vino comparte momentos».

No son palabras nuestras... las hemos leído de Rafael Mancebo Fernández, de entre las noticias de su bodega, un jueves, 28 de Mayo de 2015. Son palabras en las que se habla de una tarde con voluntarios de la Asociación contra el Cáncer de Ávila, en la que «los vinos y las palabras fueron amenizando la jornada». Las podríamos escribir de otra forma para concluir este artículo. Pero no. No es necesario. Simplemente las suscribimos al 100%, añadiendo el sincero deseo de salud y prosperidad para este prometedor e ilusionante proyecto auspiciado por la Asociación Vinos de Cebreros y que, formalmente, ya empezamos a llamar a partir de ahora DOP Cebreros. Brindamos por ello: ¡Suerte y salud!.