Todavía quedan lugares “de los de siempre” pero pensamos que seguirán allí, esperando, para la próxima vez. Lo efímero es lo que se lleva. Tiendas, mercadillos, restaurantes que aparecen y desaparecen en un día, una semana, un mes… Lo efímero, lo itinerante es lo que interesa porque, pronto, desaparecerá.

El concepto pop-up surge en California en 1999 y tuvo su explosión en la primera década del siglo XXI en Estados Unidos, Canadá, Reino Unido y Australia. Sin embargo, su origen no está claro… Dicen que esta tendencia surge en Oriente, concretamente en Japón, y que una agencia de comunicación americana exportó el concepto viendo el éxito que tenía. Todo parece coincidir, ¿no? Oriente-Occidente, Japón-Estados Unidos… el origen no es tan importante como el fenómeno que se ha creado. Estas tiendas efímeras han pasado a ser parte de la cultura urbana.

Cuando pensamos en pop-ups nos vienen a la cabeza los mercaditos de navidad, bien sean de comida, regalos o decoración. Sin embargo, el concepto ha llegado mucho más allá. De hecho, no se va de mercadillos, se va de pop-ups y, lejos de lo que pueda parecer, no es algo barato. Y es que lo cool tiene su precio.

Un ejemplo de este concepto es el Street food de MadrEat, un mercado gastronómico (en furgonetas, de ahí el food truck), que se celebra el tercer fin de semana de cada mes en los madrileños jardines de Azca y que saca a la calle las mejores cocinas de la capital, desde Kabuki a la cocina de Arzábal, Chifa pizza o la Vermutería de Zarro, al más puro estilo madrileño.

Una pop up store que me encantó es la que hizo la firma irlandesa de calectines, Zytto Socks, en el barrio del Born de Barcelona el pasado mes de febrero. Un espacio conceptual pensado y dedicado al color donde, a pesar de que se podía comprar, se jugaba de forma divertida con lo cotidiano haciendo la pregunta “dime cómo son tus calcetines y te diré cómo eres”. El espacio simulaba la ‘corrala’ de un patio de vecinos donde los calcetines colgaban de balcón en balcón.

Otro capricho de la temporalidad sería la pop up años 50 que la marca de cosméticos Benefit ha abierto en el SoHo londinense para presentar una nueva máscara de pestañas. El espacio te transporta a un cocktail bar de la Bahía de Bengala, con tres pisos y muebles a medida, una iluminación muy teatral e instalaciones artísticas. Por desgracia, esta obra de arte efímera solo ha estado abierto durante un mes.

En definitiva, raro es el fin de semana que no te enteras de una nueva pop-up. ¿Tendencia o rutina? Lo que es cierto es que es una realidad. La temporalidad, su fecha de caducidad, es lo que hace tan atractivas a las pop-up stores.