II Guerra Mundial. Tras la caída de Francia bajo las tropas nazis, los alemanes pretenden abatir Inglaterra para hacerse con su espacio aéreo. El plan: realizar un bombardeo continuo durante meses sobre la capital londinense y el resto de ciudades de la isla. Resultado final: los británicos resisten el Blitz. Este es el nombre que recibió dicho bombardeo, “relámpago” en alemán, como referencia a un deseo de inmediatez por ganar el conflicto, pero además, fue el nombre que recibió uno de los locales más míticos de Londres, localizado en el Covent Garden, y donde se dice que nació el movimiento New Romantic.

El tiempo pasó, y Londres vivió una recesión económica y una elevada tasa de desempleo, llegando el gobierno de Margaret Thatcher a finales de los setenta, y dando lugar a una década que dejaba un poso de estancamiento y desilusión. En cuanto a la banda sonora de aquella época, si bien es cierto que el punk “pegaba” fuerte, no todos los jóvenes se dejaban seducir por esa cierta violencia protestona antisistema, que además, iba apagándose progresivamente ante la llegada fulminante de los ochenta. Lo que sí progresó fue el rock, el cual sumado a los restos que aun permanecían del punk, y mezclados con influencias más líricas e incluso glams, dieron lugar a la New Wave musical, y a sus diferentes submundos, que servirían de base para la mayoría de las evoluciones musicales que llegan hasta nuestros días.

Entre estas subculturas apareció la New Romantic, que vio su nacimiento en las noches londinenses entre locales como el Blitz, cuyos asiduos se tomaban grandes molestias para aparecer con una estética muy cuidada, y donde las palabras claves serían maquillaje, reminiscencias decimonónicas para la moda, toques un tanto andróginos, su poquito de tupé y su fijación con laca. Seteve Strange, cantante de Visage, no dudaba como portero del local, en denegar la entrada a aquellos que considerase que no estaban a la altura de la sofisticación que allí se reunía, mientras que colgaba los abrigos de los que sí lo estaban -personajes como Boy George- en el guardarropa. Eran invitados de honor David Bowie y las influencias musicales de Roxy Music, y curiosamente más afamado que el local resultaron ser sus concurrentes, un grupo de personas y personajes que terminaron recibiendo el sobrenombre de Blitz Kids, gente de clase obrera que buscaba a través el disfraz escapar del agobiante ambiente del suburbio y huir hacia un colorido mundo de pop y moda infame. Sin duda la atmósfera allí resultaba inspiradora, y su estética era plasmada en el Magazine I-D, definiendo un estilo muy particular.

Uno de estos Blitzs Kids se dedicó a hacer sombreros, y con el tiempo, a finales de la aquella década, Stephen Jones saltaba a palestra de la escena fashion. Su inspiración se encontraba a finales de los setenta y principios de los ochenta en esta marea de excentricidad, originalidad y creatividad, venida de la misma sensación de aburrimiento de las pintas del punk. Jones se dejaba empapar por este gusto hacia la moda romántica, así como hacia el drama y el glamour exagerado de los 50. Para 1980, abría su primera sombrerería en pleno corazón del Covent Garden, la cual rápidamente recibió el fin de vestir las cabezas, desde las de estrellas del rock como las de la realeza, siendo Lady Dy una de sus clientas habituales.

Sus sombreros constituyen un mundo extravagante de gusto y delicadeza, al tiempo que de originalidad y radicalidad, y sus mayores dotes consisten en poseer una fuente inagotable de ideas, que le llevan a desarrollar temas imposibles, así como su habilidad para la construcción de obras confeccionadas a partir de todo tipo de materiales.

Este artista ha colaborado con otros diseñadores como Vivienne Westwood, Claude Montana, Thierry Mugler, Jean-Paul Gaultier o John Galliano. Su marca es igualmente muy apreciada en tierras niponas, donde amplía su registro a camisetas, pañuelos, bolsos de cosméticos, de mano, gafas de sol, guantes e incluso kimonos, y no le faltan colaboraciones con diseñadores japoneses como la creadora de Comme des Garçons, Rei Kawakubo.

Adquirida su obra el estatus de artística, ha pasado a ocupar un lugar de exhibición en los museos, habiéndole dedicado exhibiciones instituciones como el Victoria & Albert Museum (Londres), el Louvre (París), el Fashion Institute of Technology y el Brooklyn Museum (ambos en Nueva York), el Kyoto Costume Institute y/o la Australian National Gallery (en Canberra). Para mí, la fortuna estuvo en encontrarle por casualidad durante unas vacaciones en Bruselas, más concretamente en el Museo de la Moda de Amberes o MoMu.

Aquella exposición se dividía en cuatro secciones. La primera de ellas, llamada Adventure, estaba inspirada en la adaptación al cine de la novela de Julio Verne, Viaje al Mundo en Ochenta días, por lo que la colección destilaba diferencias culturales, exotismo, tradición, referencias a arquitecturas (aunque éstas pueblan su obra de tanto en tanto) y riqueza de materiales. Así como la variedad de civilizaciones pone a disposición del individuo una enorme cantidad de ingredientes constructivos, Jones toma igualmente un gran número de elementos para sus creaciones: desde aspectos florales, como nenúfares, a impresiones más primitivas, como los sombreros que recuerdan a raspas de pescado o las realizadas con fibras naturales trenzadas. Todo esto transporta a cualquier otro lugar del mundo, sin olvidar incluir elementos como sellos o incluso páginas de su propio pasaporte.

El segundo grupo fue bautizado con el nombre de Science, unido también a la Tecnología, donde aparecían las formas más puras así como volúmenes y diseños gráficos, influenciándose por elementos tan diversos que podían ir desde un caramelo de chocolate hasta “2001, Odisea Espacial”, de S. Kubrik, 1968. Una sección poblada de curvas, círculos, esquemas, esferas, perfiles… pero también en su parte más evolucionada y en relación con la técnica de figuras aerodinámicas y materiales metálicos, ofrece inspiraciones desde Man Ray hasta Jean Cocteau.

De tanta pureza de líneas pasa con pasmosa facilidad al más exuberante, cargado y floreado Rococó, donde literalmente, la jardinería de la época se convierte en su materia prima, al tiempo que da lugar a referencias destinadas a Rei Kawakubo y Vivienne Westwood. El término Rococó hace referencia a formas rocosas, irregulares, a algas y conchas, a formas ensortijadas y a decoraciones profusas, que relacionadas con los jardines se convertían en el ambiente perfecto para disfrutar del hedonismo de la vida, de los placeres más sensitivos, y de un gusto por la naturaleza, en su forma decorativa más evolucionada. Jones traslada directamente este jardín a sus sombreros, con sus construcciones arquitectónicas, sus parterres y sus composiciones florales.

Pero también hace referencia a la vida palacial, con creaciones centelleantes y hermosos elementos, brillos, lentejuelas, lujo y luminosidad, composiciones fantásticas e imaginativas, que recorren un camino que puede llevar a referencias reales, como a Felipe XIV y su Sol, o a elementos decorativos del palacio, como los borlones.

Y siguiendo en este grupo, Jones despliega otra muestra de inventiva y creatividad, aunando nuevamente dos conceptos de este periodo artístico: la fantasía de fábula y el elemento marino. Crea un grupo cuya temática despliega una serie de recursos como el uso de formas de corales, el diseño del pez payaso, diademas coronadas con erizos de mar e incluso alcanza a congelar el agua en un momento para construir el más fantástico de los cascos.

Las Zapatillas Rojas (The Red Shoes) es un cuento de los Hermanos Andersen, pero además, es también un musical dirigido en 1948 por Michael Powell y Emeric Pressburger, que contaba con la creme de la creme en lo que a danza se refería. De este musical sacó Stephen Jones la inspiración para su último grupo, Glamour, donde nombra a las divas, al sexo, las fiestas, el tocador y la fascinación.

El sombrero resulta en principio un elemento para ser usado de puertas hacia afuera. Sin embargo en este apartado lo que propone este genio del tocado es su uso en interiores, no sólo como adorno, sino también como divertimento, y como elemento de seducción, empleando para ello no sólo materiales como plumas, brillos y encajes, sino dando predominancia a los tonos negros y rosas, que refieren inevitablemente a los colores clásicos de la lencería.

Sin duda su grado de sofisticación busca siempre el más allá, por lo que no duda en introducir desde muñecas hasta diseños completos de vestidos en sus tocados, así como juegos con el disfraz, y el gusto por lo sensual, siempre en relación con esta idea de seducción. Y si de seducir se trata, el rojo resulta siempre el color por excelencia; hace referencia a lo tórrido, al fuego de la pasión, al peligro, a la tensión… Por ello nuevamente emplea la pluma, la decoración o incluso el ala ancha, que esconde la cara o la diadema, que la enmarca, pero siempre tocado por la tentadora escarlata.

A ojos vista la creatividad de Stephen Jones no conoce límites, y no duda en embarcarse en la fascinación por los materiales para encontrar el que más perfectamente se ajuste a la idea. Sus líneas compositivas a menudo juegan a desafiar los principios arquitectónicos, y tanto sus colores como sus formas suponen un constante reclamo a los sentidos.

Por poseer tantas características excepcionales no es de extrañar que este artista milliner sea el escogido para adornar las cabezas de figuras como Kylie Minogue, Dita Von Teese, Beyoncé Knowles o Alison Goldfrapp, entre muchísimas otras.