La exposición, que finalizó el pasado 27 de mayo después de tres meses y medio, reunió alrededor de unas 70 obras procedentes de colecciones privadas tanto nacionales como internacionales y de otros museos. Junto a ellas se pudieron ver importantes vestidos y complementos de su época. El leitmotiv principal fue el poder analizar la moda de la época, en la presencia de todos sus cuadros, en concreto en las obras más femeninas que pintó entre los años 1890 y 1920. Por eso, se centró en la moda de su época en relación a su pintura.

Sorolla fue un gran apasionado de la moda y a través de sus cuadros fue el ideal cronista de los cambios de estilos y de tendencias en la vestimenta de finales del siglo XIX y los comienzos del siglo XX. En la mayoría de sus obras se puede observar su especial cuidado a la hora de pintar los vestidos, joyas y demás accesorios. Estaba dividida la exposición en cuatro partes: Sorolla íntimo, El retrato de sociedad, Veraneo elegante y El París de la vida moderna.

Joaquín Sorolla fue unos de los pintores posiblemente más solicitados de toda su época. Durante toda su carrera en activo creó una importante galería de cuadros en los que se ven tanto la apariencia y personalidad de las obras como sus aspiraciones sociales y personales. Por otro lado, están las obras con especial dedicación a sus familia. Donde muestra escenas de lo más íntimo de su familia en lienzos de su vida diaria que le da la naturalidad y la espontanead necesaria para mostrar su día a día.

Un ejemplo de ello es el cuadro de Elena con túnica amarilla, de 1909, de una colección privada. El comisario de la exposición, Eloy Martínez de la Pera, habla de este cuadro en concreto como la mejor prueba del carácter moderno y rompedor del pintor valenciano. La túnica amarilla, en realidad es un vestido delphos que había creado Fortuny en Venecia, posiblemente se veía poco en la sociedad. Porque lo compró en París:

«Hay que pensar que se trata de un vestido que se ponía casi sin ropa interior, un vestido que hasta ese momento sólo llevaban mujeres como Isadora Duncan o Peggy Guggenheim. Y él decide comprarlo para su hija Elena, de 14 años. Si él lo compra para su hija es porque él era moderno, pero moderno de verdad».

(Eloy Martínez de la Pera)

También se puede apreciar a lo largo de toda la exposición el cambio que sufrió la mujer en la sociedad de la época. «En aquella época, ya estaban las sufragistas peleando por el derecho a voto en Inglaterra, las mujeres quieren salir a los café solas, a los almacenes a comprar sin la compañía de sus maridos. La mujer empieza a dejar de necesitar a dos personas para vestirse con esos corsés y lo hace ella sola para gustarse a sí misma, no sólo para su marido», afirma Eloy.

Coincide con la época de la moda que los diseños comienzan a ser etiquetados, porque hasta el momento eran anónimos. Todo gracias a Charles Frederick Worth, considerado el padre de la alta costura, que empezó a etiquetar todos sus diseños. Aparecen también modistos como Paul Poiret, principal liberador de la ropa interior de la mujer, fue el precursor de eliminar el corsé en la vestimenta. Madeleine Vionnet, con su famoso corte al bies o Jeanne Lanvin, todos ellos están presentes con sus vestidos en la exposición.