Al Dr. Octavio Valenzuela, ya que sin su ayuda esta historia no hubiera sido posible, y a mi Maestro Homero, por aceptar ser el protagonista de la misma.

Cuantas veces no he volteado mis ojos al cielo para contemplar las estrellas, tratar de adivinar el nombre de ellas o, simplemente, buscar las constelaciones de las que se su nombre; en resumen, dedicarme a soñar mientras la belleza del infinito espacio me lleva de la mano a mundos fantásticos y misteriosos.

Es por ello que, en esta breve historia, trataré de describir un fenómeno astronómico que, aunque meramente teórico, fue realidad para mí. Algo que solo en teoría es posible y que aún así viví. Desde entonces, miro al cielo de forma diferente, me atrevo a soñar más grande y más lejos, también he abierto mis chacras y mi comprensión del universo interior y exterior es más completa.

Ahora comprendo que hay otros lugares, lugares extraños para aquellos que no se dan la oportunidad, que no abren sus mentes y corazones a otras posibilidades, a otros universos y realidades que escapan a la mayoría, criaturas que no existen en esta dimensión, lenguas jamás por el hombre escuchadas. Y también he de admitir, he bautizado una estrella. Llámenme egoísta, pero es un nombre que solo yo conozco, algo tan profundo y tan mío que solo lo sabemos mi estrella y yo.

Agujeros negros y blancos, el comienzo de todo

A finales de 2012, tuve una de las experiencias más interesantes de mi vida. Digamos que, de cierta forma, desde siempre he sentido curiosidad y, por qué no decirlo, un amor por lo esotérico. Este amor es el que me ha llevado a conocer y reconocer muchas cosas y situaciones que la mayoría de las personas da por sentadas o ni siquiera se inmuta por si suceden o no. Como quien dice, “les va y les viene”.

Gracias a que me gustan los horóscopos y demás, es que me he adentrado poco a poco al estudio de los astros y la influencia que tienen en nosotros como personas, como individuos, como seres que tienen su origen en las estrellas.

Aunque la astrología me gusta, no puedo evitar sentirme incompleto, algo me hace falta y no sé qué sea. Por esta razón es que he decidido investigar y estudiar el otro lado de la moneda, la astronomía, la parte científica que explica o por lo menos trata de explicar las incógnitas del universo. Lo que no sabía es que estaba a punto de embarcarme en un viaje que marcaría mi vida desde ese momento en adelante. Me llamo Homero Ventura Tello, tengo 33 años y soy, hasta donde yo sé, el primer viajero en el tiempo. Esta es mi historia.

Primero que nada y antes de todo, quería satisfacer mi necesidad, hambre de conocimiento y preguntas en general, lo que me llevó a hacer un viaje de la escuela donde trabajo, la Universidad Marista en Tláhuac, a la Universidad Nacional Autónoma de México.

Pensando en que la teoría de la relatividad general fue propuesta por Albert Einstein en 1915 y que los agujeros de gusano son la solución a la misma, mi primer paso fue ir al instituto de física, del cual después de preguntar me mandaron al instituto de ciencias nucleares, pero siguiendo una corazonada, me dirigí al instituto de astronomía, donde conocí al Doctor en astronomía Octavio Valenzuela, el cual aclaró mis dudas al regalarme unos minutos de su tiempo con una entrevista.

El Dr. Octavio me comentó que los agujeros de gusano, como se les conoce coloquialmente, son las soluciones a las ecuaciones de campo gravitacional o campo de aceleraciones de Einstein, son matemáticamente posibles, pero no son algo seguro y claro. Es un fenómeno que, de presentarse, sería algo netamente astronómico y no físico como en un principio pensé.

Igualmente para hallarlos, hace falta demostrar la existencia de energía negativa o campos phantom. También me explicó que, de existir, se necesita una cantidad de energía exagerada, además que se tienen que juntar un sinfín de condiciones de forma que el viaje sea posible, ya no digamos seguro o exitoso. En resumen, el viaje a través de los agujeros de gusano o puentes Einstein-Rosen, como también se les llama, es algo imposible, por lo menos en este momento.

Un viaje más rápido que la velocidad de la luz.

Algo que también pasa, me decía el Dr. Octavio, es que de ser posible, la entrada a este puente (si es que se cumplen todas las condiciones y se sobrevive al sinnúmero de peligros involucrados en el proceso, como el que la gravedad es tan fuerte que nos puede “sacar el relleno” por decirlo de forma explícita), sería por medio de un agujero negro; un fenómeno astronómico al que no escapa ni siquiera la luz, y la salida, un agujero blanco, que de forma curiosa, lo deja escapar todo.

Aunque claro, habría que invertir la polaridad de la materia y la densidad de la energía, tanto positiva como negativa.

Ya una vez puesto al tema y llevado por mi imaginación, le pregunté qué había dentro de ellos, dentro de ese puente en el espacio que teóricamente era posible. Cual fue mi sorpresa al serme revelado que no había nada dentro de él; por un momento pensé que podría ver relojes de manecillas que caminaban a mi lado mientras atravesaba ese extraño fenómeno donde el espacio y el tiempo se doblan y permiten un viaje por las estrellas.

También algo que me inquieta pensar es qué pasaría si se desestabilizaba el agujero. ¿Moriría o desaparecería sin dejar rastro de mi existencia y paso en el mundo?

La respuesta por demás tranquilizadora del doctor fue que no pasaría nada, o por lo menos, no me pasaría nada malo, ya que visto desde fuera, el testigo (o testigos) de mi viaje observarían, si es que sus ojos han evolucionado a tal grado, algo que viaja a la velocidad de la luz. Y en caso de romperse la conexión entre estos dos agujeros, el negro y el blanco, quedaría varado en la zona del espacio-tiempo donde ocurriere la ruptura.

No es que pensara en sacar visa y pasaporte para viajar en el tiempo aquella tarde, pero es algo que tenía que preguntar, además que he de admitir, me hizo sentir más tranquilo. Por lo menos, en caso de morir, dejaría los restos de mi cuerpo en algún lugar perdido en el espacio y de paso en la memoria de todos mis alumnos, amigos y familiares.

Por último, me dijo que viajar por medio de los agujeros de gusano es algo posible, esto porque lo que hacen, o se supone que hacen los agujeros de gusano, es crear un puente en el espacio tiempo, de manera tal que se deforma el universo, acercando dos lugares que de otra forma estarían a millones de años luz de distancia.

También me comentó que el viaje en el tiempo y a otras dimensiones, que es una probable consecuencia de los mismos, es algo posible, pero que para ello se necesitan probar su existencia, además que el número de posibles soluciones es demasiado grande; y aún de existir naturalmente, no serían estables, ya que la concentración de energía es tan titánica que probablemente estarían abiertos unos cuantos segundos.

Igualmente, la posible solución o alternativa serían convertir la materia en radiación y luego en materia otra vez. Dicho de otra forma, crear teletransportadores y aun así existe el problema del destino al que se quiere llegar, ya que antes de pensar en hacer el viaje habría que existir una máquina teletransportadora en el lugar de destino.