¿Donde empiezan y terminan los sueños? Como los míos habrán muchos otros y como los míos los habían parecidos a tantas personas como las que iban en ese enorme barco. Me dirigía a tierras nuevas y desconocidas, pero en busca de lo mismo que muchos perseguían: una vida nueva, oportunidades y cumplir sus sueños.

Era el año 1951 y toda mi vida estaba dentro de mi vieja maleta de cuero negro con mi iniciales grabadas a un lado y pensaba que en realidad no era mucho. Cuando hace unas horas atrás empaqué todas mis pertenecías nunca pensé que cabrían allí y para el momento que terminé me sorprendí de lo poco que realmente poseía. Estaba sola y había dejado a mis padres atrás con lagrimas en los ojos despidiéndose de mi hasta dios solo sabe cuando. Esta es la vida de un inmigrante, dejar todo lo conocido en el pasado e ir hacia lo desconocido y empezar de cero. Que miedo sentí en todo mi cuerpo, creo que todo me temblaba, pero de alguna manera el cielo me parecía más azul y el aire del mar mucho más salado. Los rostros de los demás pasajeros eran iguales al mío: Llenos de dudas, ansias, anhelos y, sobre todo, esperanza.

Nos dirigíamos al nuevo continente, lleno de oportunidades y en donde si luchabas por algo podías conseguir lo que tanto buscabas. Esa era mi clase de lugar; ya llevaba varios años escuchando sobre ese sitio, familias que se iban para nunca regresar. No pensé que sería una de ellos tan pronto, pero ya no quería seguir perdiendo más tiempo, deseaba que el primer día de mi nueva vida llegara lo más pronto posible.

No voy a mentir, el viaje en el barco fue terrible: la comida fue espantosa la mayoría de los días, muchos vomitaban y otros simplemente lloraban. Yo me mantuve apartada en mis pensamientos, escribiendo en el pequeño diario que mi mamá me había regalado antes de zarpar. No sé cuánto le habrá costado pero era precioso, azul de tapa dura con bordes dorados. Era mi tesoro, junto con la única fotografía que llevaba dentro: nosotros tres en la playa, sonrientes, felices y sin ninguna preocupación. ¿Los volvería a ver? ¿Los volvería a abrazar?

Por fin llegamos a nuestro destino y fuimos recibidos por esa mujer de verde con una antorcha en su mano. Lo que mas recuerdo era el silencio en todo el lugar, nadie decía nada, solo miraban a la distancia su rostro con una ligera sonrisa dándonos la bienvenida. Cerré mis ojos e hice una pequeña oración: “Papa, mama, ya casi estoy… He llegado y estoy viva”.

Desembarcamos en la isla Ellis, había tanta gente allí, de otros barcos de otros lugares distintos al mío, pero lo digo una vez mas, todos queríamos lo mismo y para lograrlo teníamos que pasar la ultima prueba, salir victoriosos de esa isla y no volver por donde vinimos derrotados con el amargo sabor de casi haberlo conseguido.

Cuando ese sello se estampó y el hombre me dijo en palabras que casi no entendía, pero que seguramente fueron de bienvenida, mi corazón no se podía sostener dentro de mi pecho. Pisé tierra firme al fin aunque mi cabeza se hallaba en el cielo y junto a mi en las nubes estaban mis padres que aun sujetaban mis manos y que poco a poco me dejaron ir. Sabia que desde ese momento tendría que hacerlo, tenia que lograrlo en esa ciudad, necesitaba morder esa gran manzana y disfrutarla hasta que ya no quedara más de mí y ante todo mis padres estarían orgullosos, yo estaría orgullosa.

Camine por las calles de la ciudad aún con la maleta pegada a mi mano. Casi no pesaba, nadie mi miraba, era una más, una nueva adquisición para esta grandiosa ciudad llena de oportunidades, una ciudad que parecía no dormir nunca.

Llegue hasta el Empire State Building y quise subir hasta lo mas alto, era el primer rascacielos que veía en mi vida y me robaba el aliento por completo. No podía dejar de mirarlo. Allí, frente a sus puertas, me sentí tan pequeña y gigante a la vez.

Cuando el ascensor de puertas dorados hizo su parada en la cumbre, mis ojos se abrieron ávidos y más allá del horizonte pude apreciar a esa señora de verde que me saludaba y quise creer que me deseaba suerte, que todo a partir de ahora era posible, que no solo era un sueño, que ya era una realidad, mi realidad para siempre.