Aunque en mis días perdiera el rumbo, siempre volvía al punto de partida. En uno de mis viajes la encontré con un bandido queriendo timarla. Él, exaltado, quería convencerla de una verdad que no era. Un cómplice se sumó al duelo dando la batalla por terminada en el momento que ella dio permiso de hacerlo. La miré y le ofrecí pagar lo que se habían llevado sabiendo que lo descontarían de su bolsillo, pero no me dejó por mucho que insistí. Con el correr del tiempo, los encuentros casuales comenzaron a ser frecuentes, dando lugar a conversar un poco. Ella siempre vestía de sol, siendo el faro para iluminar mis noches a casa. En ocasiones, la luz que emanaba se veía mimetizada por algunas manchas que la opacaban. Lejos estaba la oportunidad y tan cerca el deseo de poder sumergirme en las profundidades de sus ojos cristalinos y naufragar en la oscuridad de sus mares hasta poder encontrar el punto en que se vuelvan manantiales. Su sonrisa era la forma más exquisita que tenía para responder.

Un día tomé el coraje y le di mi número de teléfono queriendo conocerla más, pero nunca devolvió el mensaje. Los días pasaban, los encuentros se enfriaron, ya no estábamos siempre bien cuando respondíamos a esa pregunta. Quizás, el rechazo a mi primer paso derrumbo el castillo flotante que sirve de guarida hasta que se desvanecen las ilusiones. Quizás, solo quizás, perdió la tarjeta y nunca se animó a decirlo.

Yo no quería hacer diván en su lugar de trabajo, solo quería que aceptara darme la oportunidad de conocerla tal cual era, despojada de todo ropaje que no le perteneciera para poder, al fin, comenzar a explorar su mundo en busca de nuevas aventuras hasta encontrar el tesoro de su ser pleno y, quizás, mi nuevo mundo. No quería ofrecerle el trono de un reino que nunca había sido imaginado. No quería que ella pensara lo que yo no pensaba.

Su esencia no permitía acariciar esas heridas que llevaba a flor de piel por mucho que las escondiera.

Era tonto pensar que, aun perdiendo el rumbo, en ese instante al verla respiraba vida.

Es tonto… hablar de ella sin conocerla.