Continuamos con La Poesía y el Poema.

El Poema es una obra de arte y como tal debe ser tratada y respetada.

Cuando nos acercamos a un poema (bien sea para leerlo, bien para escuchar una declamación del mismo), es muy importante no caer en un error bastante frecuente en las personas que no son muy asiduas a la Poesía: pretender entender lo que el poeta ha querido transmitir con ese poema.

De esa pretensión surgen luego los típicos comentarios como: «la poesía es muy complicada», «apenas leo poesía porque no la entiendo», «los poemas no dicen nada más que tonterías».

Cuando contemplamos una obra de arte, cuando escuchamos música, nos dejamos llevar por las emociones y sensaciones que nos provoca; nos recreamos en su contemplación o en su audición. Lo mismo hemos de hacer con el Poema. Es imposible saber a ciencia cierta lo que el autor ha pretendido comunicar. Y realmente no es necesario saberlo para disfrutar de los versos.

Lo que sí es importante es estar atentos a los mensajes que a nosotros nos transmiten, a las emociones con las que conectan. Un poema siempre conectará con nuestro subconsciente, aunque no seamos «conscientes» de ello. La prueba está en que un mismo poema leído en diferentes ocasiones, nos resultará un poema diferente.

Es frecuente, yo diría inevitable, para los que vivimos de alguna forma inmersos en la Poesía, preguntarnos por el significado de esta. Muchas opiniones, algunas con intención de definición, se han dado a lo largo del tiempo. Pero siempre ella, la Poesía, como ente a un tiempo intemporal y vivo, se ha hecho escurridiza; obedeciendo a su instinto, ha huido de nuestro visceral intento de poseerla. Desistamos, pues, de encerrarla ni siquiera en el molde delicado y perfecto, casi, de las palabras, ¿se puede atrapar el vuelo? Contentémonos con sentirla, con aspirar intensamente su aroma cuando pase a nuestro lado, dejémonos llevar por ella cuando ella tenga a bien aproximarse a nosotros. Y es que, me decía un amigo, «sucede a veces que, sin buscarlo, el poema lo encuentra a uno».

La vez anterior os presenté mi primer libro de poemas, El despertar de las adelfas.

En esta ocasión os presentaré Vuelos de eternidad.

Dicen de mi poesía que es «un canto desgarrado donde se expresa la lucha del ser humano entre su naturaleza terrenal y el deseo de libertad, de infinitud, de vuelo». Hay mucho de cierto en esta apreciación. De hecho, estos dos poemarios así lo reflejan.

Comenté la vez anterior que un poema cuenta una historia. También un libro de poemas cuenta una historia. Al menos así los concibo yo. Por eso, Vuelos de eternidad está dividido en tres partes, como si del inicio, desarrollo y desenlace se tratara. Esas partes son: Recuérdame, Vuelos, Eternidad.

Los años de la infancia y la adolescencia son recreados en estos poemas en los que la realidad del ayer se conjuga con la ensoñación que erige la distancia y el recuerdo.

Se expresa la celebración de un gozo que serenamente nos envuelve, tiempo del presente unitario, del aquí y el ahora, el que abarca el pasado y el futuro. Es un desdoblamiento -el ayer y el hoy- unidos ya definitivamente hasta la deseada eternidad.

Los poemas son de extensión más larga en la primera parte y se van adelgazando a medida que se proyectan en el vuelo, en el más allá.

Estos son algunos poemas de las diferentes partes:.

Recuérdame

(I)

En las calles doradas de la infancia,
en las esquinas vírgenes del tiempo,
recuérdame jugando
a princesas de cuentos de azucena
y atrevidos piratas que en los sueños
buscaban su tesoro entre las horas:
cristales de colores deslumbrantes
en el crisol fecundo
de nuestra fantasía.

No olvides
la cálida caricia de las tardes
regadas por la lluvia;
el prodigio sin par del arco iris
engarzado en la torre de la iglesia;
los diamantes del agua de los charcos
sobre el suelo hechizado de aquel parque
donde aprehendimos fabulosos besos
y era anzuelo tu risa
para mis ojos tímidos;
mis labios embriagados
de naranjas de sangre en el invierno;
el rubor hecho lumbre en el recreo
cuando crucé, valiente, la frontera
que de ti me apartaba por ser niña.

(V)

Recuérdame soñando en la baranda
del viento acristalado del otoño.
Abrazada a un murmullo de cigüeñas
que desiertas dejaron mis mejillas.
¡Quién pudiera –pensaba- como ellas,
volar hasta el refugio del misterio!
Te sabía yaciendo en el celaje,
acunando las alas de mis huellas,
y un rizo esperanzado iba envolviendo
mis caderas lejanas en tu aroma.

Olvida que apagaron los ángeles el cielo
al quebrarse un destello, allá, en el vientre;
y brotaron cadenas
del deseo
que emplazaron mi tiempo.

Olvídalo. No importa.
Solo importan las olas que mecían
el compás armonioso de tu esencia.
Y saber que, al instante, ya eras mío
con tan sólo encender el espejismo.

No olvides que mis días forjaron tu silueta
y emergiste del fondo de un anhelo
que es profundo y persiste
como pozo fresquísimo que nunca
desfallece en la hondura de su entrega.

Olvida
el frío de la duda,
el desespero
ante un rayo que nunca me arderá.

Olvídalo. No importa.
Solo importa un susurro
ondulando tu acento sobre mí,
cubriéndome cual agua que no cesa
de lamer las heridas que en mí abre.

Vuelos

(V)

Sumérgeme en tu seno,
aire que ahora comienzas
a ondular tus promesas sobre mí.
Haznos sólo de ti, aire purísimo,
aire fresco de garzas y gaviotas.

Mi amigo y yo queremos
cubrirnos con la brisa de tu piel.
Mi amigo y yo te amamos.
Mi amigo, cristalino como tú.
Mi amigo, transparente como un vuelo.
Mi amigo, que ya es viento,
que ya es viento...

(VII)

En tu pecho de hiedras invisibles
trenzaré mi deseo más oculto.
Y a la luz lo daré
y se hará escala.
Escala que nos guíe hasta la cima,
ajenos a este mundo que me aturde
con sus juegos de sombras y fulgores
sobre un lento abanico envejecido.

Eternidad

(I)

Flotamos en el viento,
somos plumas
viajando al paraíso de las aves.
El cielo es transparente como un niño.
Las nubes han bañado nuestros rostros
y nos sentimos limpios.

Ya nada es comparable a no ser nada,
ser sólo pluma leve en el espacio.
Ya nada es comparable a serlo todo,
ser plumas de algún ave prodigiosa

(III)

El beso ha sublimado nuestros cuerpos.
Ascendemos ligeros y embriagados,
vacíos de reloj y calendario,
exentos de la noche y la mañana,
redimidos, al fin, de la tristeza.

(VIII)

¿Lo ves, amor? Ya todo es diferente.
Hemos dejado atrás...
¿qué hemos dejado?

La eternidad ahora nos envuelve.
Ya todo es diferente...diferente
como un sueño cumplido.