«Pero de la pura inteligencia no brotó nunca nada inteligible,
ni nada razonable de la razón pura...».

(Hölderlin)

Yo estoy para conmover, para hacer que las experiencias más escasas y pueriles cobren sentido. Soy lo que llena un espacio vacío que nada puede llenar. Retiro la mudez de las palabras no dichas. No soy un gato, pero tengo mucha vidas, más de siete. Porque cada vez que me leas seré nueva, tendré otro sentido, otra emoción, una nueva experiencia, distinta a la que te ocupó la última vez que fui tu atención y acaparé tu mirada.

Puedo estar en el rostro de cualquiera, en una esquina vacía, en las paredes internas de una lágrima o en las escalinatas pedregosas de una carcajada falsa. Yo estoy en todo lugar. Quienes me vuelven un tangible donde sea que lo hagan, sea que me vuelva voz, o canto, o silencio ahogado, juran que me dan vida, pero es todo lo contrario, yo ya les he dado vida a ellos, vida dormida o callada; ya he sido en ellos. En forma súbita les enciendo la sangre, les ahogo el estómago o les hago temblar desde la médula hasta la punta de todas las hebras del pelo. Hay ocasiones en que no comprenden qué es eso que sienten, qué les detiene el tránsito del oxígeno en la sangre, qué les envuelve en miedo y solo desde mí pueden dar con una puerta, una salida. Les doy paz.

Pero no soy soberbia, ni altanera. No pido nada, sí conmover. Incluso, si no sientes nada al leerme, sigue de largo, pero no presumas al detenerte ante mí y creer que con entenderme me sabes. No. No busco ser entendida, no soy una fórmula matemática, tampoco una receta para la cura de un resfriado. Tienes que sentirme, una y otra vez. Yo seré la misma, con todas las vidas que me habitan, pero tú serás distinto, serás distinta, y siempre que vengas a mí tendrás una paleta de colores nuevos frente a ti. Y justo por eso soy atemporal. Soy los colores que siempre estuvieron ahí, pero que no viste. ¿Y sabes por qué? Porque estoy para conmover todos tus según vas siendo, devuelvo desde el espejo tu mirada, y cuando esa mirada cambie yo cambiaré y ahí verás qué soy.

He visto como algunos me confunden con el propósito de un decir bonito, de un decir adornado y alegre. No les culpo ni les juzgo, solo sé que yo soy más que eso. Otra cosa. Habito en tus vísceras, en tus mucosas y en tus intestinos. Soy bálsamo que cura, aunque parezca que lastimo; voy más allá de las palabras que me conforman. Yo soy quien está detrás, dentro, sobre y entre la palabra. Puedo parecer cruel, lastimosa, ordinaria, escueta, simple hasta la locura. Puedo ser una sola cosa y miles más. Pero todas ellas pueden ser no más que tú y todo lo que tienes atorado en el pecho.

Estuve junto a Alejandra, desde el inicio hasta su angustioso final. Le ayudé a ver cómo los pájaros se convertían en jaulas. Acompañé a Bukowski en toda su irreverencia; fui una con Violeta todas las veces que enardecía por la injusticia social en su tierra; acompañé la soledad de Cortázar y su gato; estuve en el romanticismo de Benedetti; cuando la desesperanza y la impotencia de Miguel Hernández no escapaban de la celda, fui sus Nanas para la cebolla. He estado en miles de historias, mitos y verdades. Ya lo he dicho, no soy del tiempo, yo existiré mientras haya vida, mientras haya Universo. Lo contrario es imposible.

Solo pido una cosa, te repito: pasa de mí, si no me sientes, pasa de mí. No empieces a analizarme para encontrar esa emoción para la soy, no la encontrarás ni siquiera fingiéndola. Si haces eso, sencillamente desaparezco; me esfumaré hasta que sientas. Quizá pasen años para que vuelvas a verme, yo será la misma, pero tú habrás cambiado. Entonces entenderás todo.