Siempre recordaré a mis abuelos, pero en esta reseña quiero dejar en perspectiva al más conocido quien fue el padre de mi madre, el Dr. Alberto Castillo Arráez, PhD.

El abuelo Alberto era todo un personaje, ya mi hermano Carlos lo biografió en su portal Venezuela y su historia; sin embargo yo, que soy el mayor, tuve chance de conocerlo más. De veras que era encantador. Hablaba con seguridad, en buen tono, ni muy alto ni susurrando, con marcado acento barquisimetano, pero su educación e inteligencia deslumbraban al común. Era bajito, sin embargo, de rasgos muy finos.

Castillo Arráez nace en Guanare el 19 de septiembre de 1914 y su infancia la disfruta en la capital del estado Lara. De pequeño ya le gustaba el teatro, la radio, escribir y enseñar. Por ello, estando en Caracas, estudia Geografía e Historia en el Instituto Pedagógico graduándose en 1942. Durante esa época era la Segunda Guerra Mundial y aunque Venezuela no fue tan afectada, mi abuelo era un ferviente defensor de la causa aliada, tanto que cantaba La Marsellesa en perfecto francés a sus alumnos. Luego estudió Filosofía en la Universidad Central de Venezuela obteniendo su grado en 1953 con doctorado en esa área y misma universidad cuatro años después.

Sus primeros empleos fueron en la docencia básica y luego con sus estudios de posgrado en la universidad, ejerció cargos de gobierno profesoral y en la Armada de Venezuela. Mi madre cuenta que era tan bueno en la enseñanza con esta anécdota:

Un día faltaba el profesor de inglés y urgía dar la clase, el coordinador le solicito al abuelo para dar el día y este dijo que no era su experticia, a lo que el hombre replicó se preparara con el tema a lo cual don Alberto accedió. Los alumnos quedaron fascinados y pidieron que el profesor Castillo siguiese con el curso en lugar del maestro original.

Al mismo tiempo ejercía su pasión, que era la cultura y las humanidades, por lo que le gustaba la actuación participando en las películas Flor del Campo (1951), Territorio Verde (1952) y Luz en el Páramo (1953), y en la naciente televisión nacional con Los casos del Inspector Nick. Su presencia en los medios de comunicación era notable, también escribió dos novelas: Al Alba de los centinelas nocturnos y El brujo Pernía, aparte de numerosos ensayos.

En 1937 se casó con mi abuela Blanca Vicci Oberto, con quien tuvo tres hijos: mi tío Alberto, quien es la copia del abuelo en todos los aspectos excepto que el tío se dedico a la ciencia informática; mi querida madre Teresa, y mi adorada tía Mercedes «la nena». Luego se divorció y conoció muchas otras damas, quienes le dieron entre todas alrededor de 12 hijos hasta el fin de sus días en Caripito (estado Monagas), el 29 de agosto de 1982 a los 67 años. Ese día estaba visitando a su última esposa de 28 anos, quien le dio una hija.

Mi recuerdo de él es muy grato debido a lo afable que era, su caminar y poses eran chaplinescos, hay una foto de él donde se para como el gran comediante inglés.

También deseaba para sus hijos la mejor educación, como lo hacía con los alumnos; personas que lo conocieron en los 50 dicen que era muy distraído, pero su humor olvidaba cualquier despiste. Lo recuerdo también haciendo helados caseros para nosotros, hablando de música caribeña como de la gran Celia Cruz, donde enlazaba el drama del exilio de la cantante con la libertad del hombre, que llevó a mi madre y a mi tía a ver al jazzista norteamericano Louis Armstrong, a quien el mismo presentó cuando vino a Venezuela, y más que nada es que donde preguntas por aquella época y su gente todos saben quién es Alberto Castillo Arráez, El Inspector Nick.