De la edad de la inocencia a la época del coronavirus en seis momentos. Siempre hubo un hilo conductor, una trama, un elemento común: los murciélagos.

Primer momento: infancia

Eran los primeros años de la década de los sesenta. Una mañana, muy temprano, mi padre, que regresaba de una ocupación de terreno — de la que era uno de los promotores — en la periferia de Santiago, me trajo un regalo, un pequeño murciélago adherido a su camisa blanca.

La ocupación de tierras, las denominadas tomas, dieron origen en los años sesenta y setenta a la formación de nuevos barrios en Santiago de Chile. Aquello nació como un movimiento social, pero muy pronto devino político, difiriendo sustancialmente de otras iniciativas de las personas sin hogar en la búsqueda de soluciones al problema de la vivienda y propiciando un asentamiento urbano de lo que entonces era el extrarradio de la ciudad.

Segundo momento: pubertad

Años más tarde, finales de los setenta, en Italia, ya en el exilio, a Claudia y a mí, buenos militantes, nos invitaron al Festival de la Juventud (Festival della Gioventù) de Livorno. Allí, entre las banderas que ondeaban al viento, entre las tiendas de campaña en las que nos hospedábamos, un joven juglar de nuestros tiempos, un genial acróbata, deambulaba con su guitarra cantando:

Io vivo una grotta
Al freddo al gelo, mosconi e moscerini e insetti vari
La testa in giù,
Le ali in su, le ali arrotolate
Come un mantello.
E poi qualcuno entra nella sua grotta
Alza lo sguardo e dice
Toh! Un pipistrello.
La testa in giù,
Le ali in su, le ali arrotolate
Come un mantello.

[Vivo en una cueva.
En el frío, en el hielo, moscas y mosquitos y otros insectos.
La cabeza hacia abajo.
Las alas hacia arriba, las alas enrolladas
como una capa.
Y cuando alguien entra en la cueva levanta la mirada y dice:
«¡Oh, un murciélago!».
La cabeza hacia abajo.
Las alas hacia arriba, las alas enrolladas como una capa]

Y al unísono respondíamos: ¡ello! Era el verano de 1980.

Tiempo después, otra escena. Roma, Piazza Dante, todavía de mañana, suena el timbre, el cartero me entrega una postal, que aún hoy conservo. Por detrás se lee:

Pordenone 04/12/1981

Simple Solitario y sabiendo de ser solos…
Ti abbraccio Fraternalmente.
Qui sono, perché sono militare, schiavo del mio stato militarista (Militarista e repressivo). Ciao

Roberto Benigni, il Pipistrello

Post scriptum

La vida de todos los hombres es un mismo camino hacia si mismo
Tentativa de un camino.

Tercer momento: juventud

Años más tarde, en Estrómboli, Belquis, la sobrina de Mohammad Zahir, el último rey de Afganistán, me cuenta que en verano de 1949 Ingrid Bergman y Anna Magnani habían venido hasta aquí para rodar dos películas: Stromboli, terra di Dio y Vulcano.

Entre las dos mujeres, había un hombre, causa de la pelea, Roberto Rossellini. La guerra de los volcanes. El director, cuyo impulso neorrealista volvió a cobrar vigor a partir de la llegada de Bergman a Italia en 1949, venía de una relación con Magnani, durante más de cuatro de años.

En la isla de Estrómboli se rueda una película dirigida por Rossellini e interpretada por Ingrid Bergman y en la isla de Vulcano se rueda otra casi idéntica con Anna Magnini, quien se había empeñado en sacar adelante ese filme para demostrarle a la Bergman quién era allí la auténtica estrella. Me las imagino a ambas, cada una queriendo saber qué hacía la otra.

Está todo muy oscuro. El volcán levanta su boca de fuego. En cierto momento, cerca de un árbol, algo cae al lado de mis pies. Lo recoge con las manos, parece un ave. Es un murciélago muy pequeño, aterrado, caído de su nido, que me observa suplicante con sus diminutos ojos negros.

Cuarto momento: madurez

Unos años después, en Río de Janeiro, Brasil, como espectador me encuentro enfrente de un grupo de actores italianos de la antigua compañía La Gaia Scienza, con Alessandra Vanzi y Marco Solari, bajo un gran edificio de viviendas de protección oficial en una improvisada escuela de capoeira. Justo al caer el sol, entre los cuerpos que se mueven en un magnífico equilibrio, empiezan a volar por encima de nuestras cabezas sombras negras. Son murciélagos, murciélagos enormes.

Sabemos que la visión de este animal voraz llena al hombre de horror. Los murciélagos son formas repelentes que pueblan nuestro imaginario.

Quinto momento: adultez tardía

Pero, para ser justos, hay que recordar que el murciélago juega un rol muy importante en las leyendas populares. Animal huidizo, frecuentador de lugares oscuros, se le atribuyeron desde siempre facultades demoníacas y proféticas.

Recientemente los volví a ver en las afueras de Sipicciano, en Poggio del Castagno, un magnífico parque equipado que durante los períodos estivales acoge festivales y fiestas populares. Pero en este caso se trataba de pequeños murciélagos.

Los murciélagos son considerados auténticos termómetros de los efectos provocados por las alteraciones climáticos. Su oído es tan sensible que pueden percibir los pensamientos de otros. Se ha llegado a ver a algunos de ellos, los mejores — esto es lo que leo y extraigo de la web — sacrificados y desollados delante del cliente y sazonados con jengibre, cebolleta y salsa de soja o crema de coco.

También es importante saber que: «El coronavirus es un virus de origen animal que se encuentra en el murciélago». Un mar de fondo que no solo hace hoy muy peligrosa nuestra navegación, sino que pone sobre la mesa la posibilidad de un naufragio.

Casa usufructuario conserva el privilegio de comprender la magia de esta simbología: como el espejo que refleja la mirada de quien observa.

Sexto momento: hoy

¿Y él? ¿Qué hacía él? Respiraba sin afán, lentamente, como si se tratase de una caricia de aire, una gota de oxígeno en sus pulmones. Y lento fue el despertar. Es el sueño lento por algún tiempo y en diferentes espacios. ¡Ojalá!

Las cifras son realmente alarmantes. Los medios publican que los muertos por coronavirus en el mundo rozan los 100.000 (número que seguramente se supere mañana o esta misma noche cuando se actualicen los datos). Italia sigue ocupando el primer lugar, con casi 19.000 personas fallecidas, pero en unas horas será superada por Estados Unidos, que registra un crecimiento exponencial de casos desde hace dos semanas y que está a punto de superar la barrera de los 500.000 contagiados. Situación crítica también en España (más de 15.000 muertos), Francia (más de 12.000), Reino Unido (más de 9.000) y en muchos otros países. Ningún contagio en Wuhan, donde el confinamiento acaba de finalizar y las personas intentan recuperar algún tipo de «normalidad». Katy me dice que en Chile los contagiados son 6.000, hay 57 muertos y los recuperados son casi 1.300.

Escucho a Paolo en el piso de arriba intentando dar clases vía telemática:

No creo que no tengas ahí materiales. ¿Estás en casa de tu abuela y no puedes salir porque está prohibido? Pues hurga por doquier y verás como encuentras lápices de colores abandonados, restos de tiza, algún pedazo de cera, rotuladores, bolígrafos, tinta… si a causa de la inactividad no funcionan, siempre está el recurso del café y el té, con los cuales se obtienen efectos cromáticos y matices estupefacientes.

Pobrecito, debe de ser difícil enseñar técnicas pictóricas con el móvil.

Finalmente intento no vivir nada de todo esto de forma excesivamente dramática. Salir y bajar las escaleras en una casa de cuatro plantas ayuda. Netflix, regalo de Claudia, también. Hay que asistir a los gatos, están los vecinos del Borgo con los que hablar desde las ventanas, inventar recetas, hacer pasta y pan, beber vino. Nos falta algo de terreno para hacer un jardín y poder criar gallinas, esto habrá que tenerlo en cuenta, porque a partir de mañana será necesario cambiar de vida, esta es por de pronto la única certeza.

Porque aquí, en este mundo, la naturaleza no gime por completo. Como mucho, suspira, nadie grita. Nos contempla y se desvanece entre las hojas, delicadamente y en silencio.

Durante mucho tiempo soñé con esos ojos húmedos, su mirada tierna como si fuese rocío.
Enfatizando cuán bellos son los misterios.
He leído seres como suspiros, aprendices de poetas rebeldes, susurros somnolientos, pero ellos permanecían allí en busca de presas.
Mientras tanto, una extraña y misteriosa música salía de la tierra.
Venimos de estas raíces salvajes y feroces, dice. Y me lo dice a mí.
Mientras escucho tus pasos alejándose, entre los helechos.
Habitualmente se esconde allí, de este mundo real y del otro, aquel mundo mágico.
Ahora descanso tras los antibióticos y dos semanas en la cama, tomando limón y agua caliente de mañana, pero contemplando el siglo XX a través de las ventanas de Buckingham Palace.

Post scriptum

Si por casualidad un murciélago entra en casa, simplemente hay que dejar abierta la ventana, apagar las luces y cerrar la puerta de la habitación, permitiendo que el asustado murciélago halle el camino de salida. Son animales que solo buscan poder salir para regresar a su refugio o cazar insectos en la noche.