Cuidado con dormirse

Aparecida el 22 de junio de 2005 en el «Ayna», Azerbaiyán.

Bakú, 22/6/05. El señor Rasim Musábeyov, trabajador de una empresa de mudanzas en la localidad de Siyazan, no olvidará nunca en su vida la tarde del 16 de junio del 2005 y los tres días que a partir de ella le tocaron vivir.

Habiendo sido contratada la compañía donde él trabaja para realizar la mudanza de un laboratorio de análisis y tratamiento de insulina desde Siyazan hacia la capital, Bakú, junto con otros tres empleados se dedicó durante el transcurso del día jueves 16 de junio a mover y cargar en dos camiones todo el material que debía transportarse.

De acuerdo con lo que él mismo relatara luego, el mismo día 16, cuando ya estaba casi todo listo y sólo quedaba por acomodarse una refrigeradora industrial, quiso hacer una broma escondiéndose en la misma. A último momento, autoridades del laboratorio decidieron que esa refrigeradora no sería llevada a Bakú, sino que quedaría en la cámara frigorífica de Siyazan.

Oculto en el aparato —de más de dos metros de altura por un metro y medio de ancho y uno de profundidad—, seguramente cansado por el esfuerzo realizado, cayó dormido. Sus compañeros, al notar la ausencia, según pudo reconstruirse posteriormente, optaron por no darle importancia al asunto, y procedieron a acomodar el aparato en la cámara fría tal como les fue indicado.

Maldiciendo la repentina desaparición de Musábeyov, pero no pudiendo hacer nada al respecto dada la responsabilidad de ponerse en marcha para terminar con el trabajo, dejaron ubicada la refrigeradora en el lugar establecido y salieron rumbo a Bakú con ambos camiones cargados. Cuando el señor Musábeyov despertó e intentó salir de su improvisado escondite, descubrió que la refrigeradora estaba dentro de una cámara fría a 30º C. bajo cero.

El que fuera su escondite para su «travesura» pasó a ser su salvación para no morir congelado. Dado el proceso de presurización de la refrigeradora en que durmió su larga siesta, el frío ambiente no lo mató. Pero tuvo que esperar ahí tres largos días hasta que el lunes por la mañana la misma fue abierta y se le descubrió en su interior, deshidratado y acalambrado.

Prometió Rasim Musábeyov que nunca más dormiría una siesta en horas de trabajo.

Insólitos modos de sobrevivencia siguen apareciendo tras la crisis económica

Aparecida el 22 de julio de 1998 en el «Clarín», Argentina.

Buenos Aires, 22/7/90. Una mezcla de sorpresa, consternación y humor causó la declaración dada por el ganador de un concurso de «resistencia para comer».

Andrés Romagnoli, de 34 años de edad y oriundo de la provincia de Catamarca, residente en la Capital Federal desde hacía quince años, participó junto con nueve personas más en el concurso «¿Cuánto aguanta?», organizado por una prestigiosa cadena de supermercados de nivel nacional.

Desde el primer momento llamó la atención su presencia: al lado de nueve obesos que superaban en todos los casos los 130 kilogramos de peso, el Sr. Romagnoli lucía casi desnutrido. Nadie entendió bien por qué estaba participando en un concurso de resistencia para ver cuánto podía comer. El público asistente, así como los locutores del canal televisivo que cubrió el evento en vivo, especulaban que era un toque divertido que se pretendía dar al show.

Terminado el concurso, dos de los nueve participantes debieron ser hospitalizados de urgencia debido a la enorme cantidad de comida ingerida, uno de ellos, el más obeso del grupo, de 221 kg.

El Sr. Romagnoli, sin prisa, pero sin pausa, pudo comer 14 emparedados de jamón y queso, dos pizzas enteras de anchoa, dos tortas de chocolate, acompañado todo ello con tres litros y medio de gaseosa.

Contento, terminado ya el evento, manifestó que hacía seis meses que está desocupado, y por cuatro días estuvo sin comer preparándose para el concurso. El triunfo, según manifestó, se lo dedicó a su familia y «a la memoria del general Perón».

Muertos solidarios: un cadáver ayudó a cambiar una llanta

Aparecida el 26 de diciembre de 2005 en «Nuestro Diario», Guatemala.

Guatemala, 26/12/05. Los jóvenes Abelino Chicará y Pascual Toj Tzum, de la aldea Guapinol, municipio de Chichicastenango, departamento del Quiché, vivieron una Navidad que no olvidarán jamás en su vida.

El mismo día de Navidad falleció en esa aldea el Sr. Orlando Ixquiac, familiar lejano del primero de ellos. Para cumplir con la última voluntad del difunto, se decidió transportar el cuerpo al sitio donde pidió ser enterrado: Llanos del Pinal, una comunidad vecina a la ciudad de Quetzaltenango. No encontrándose otro medio para hacerlo más que el traslado del ataúd en una pick-up guiada por los jóvenes mencionados, el día 25, en horas de la tarde, emprendieron el viaje.

Según lo relatara posteriormente Toj Tzum, de 22 años de edad —conmocionado aún por lo vivido—, ya entrada la noche, al atravesar el túnel de Zunil, pincharon una llanta. Como llovía torrencialmente en ese momento, quiso la providencia que el vehículo quedara bajo el túnel en el momento en que llegaban casi al final del mismo. Eso les permitió trabajar sin mojarse para cambiar la rueda. Pero ni bien comenzaron la tarea, se encontraron con que la llave que llevaban estaba gastada y no permitía quitar los correspondientes tornillos.

De noche, lloviendo, y en día de Navidad, desesperaban ya los dos jóvenes sin saber cómo resolver el problema, agravado por la urgencia de transportar el cadáver.

En esas circunstancias apareció un mecánico sin que supieran de dónde, quien solícitamente se prestó a ayudarlos. En un santiamén, de acuerdo con lo relatado por Toj Tzum, el desconocido cambió la llanta, negándose luego en forma tajante a continuar con ellos, rechazando el ofrecimiento de ser transportado pese a la torrencial lluvia.

Sin insistir demasiado, los dos jóvenes continuaron su marcha.

La sorpresa mayúscula la tuvieron en el punto de destino, en Llanos del Pinal. Ni Pascual Toj Tzum ni Abelino Chicará aciertan a explicar por qué el cajón de muerto llegó vacío.