Puede suceder que encuentres a una persona, la conozcas y sientas cierta afinidad, una atracción, un impulso de crear un vínculo, de pasar el rato con ella.

El amor a primera vista puede ser inusual: la mirada se posa en una persona y al instante llega un relámpago que golpea el pecho e infunde una nueva y preeminente consciencia. A partir de ese momento esa persona se vuelve especial para nosotros, inconscientemente urgente y decisivo es el encuentro. Pero sin tener la menor idea de por qué.

¿Reminiscencias de recuerdos lejanos? ¿Epifanías? ¿Errores del sistema mente-emoción? Un agujero en la trama del espacio-tiempo por el que pasa un destello de luz que contiene el germen de la pureza, del íncipit, del amor... ¿Y si en un momento ha habido un cambio de lugar y tenía que golpear a otro?

Rara vez, pero sucede, estar en el lugar correcto en el momento correcto y tener una consciencia precisa de ello. Como si un guionista experto en nuestras necesidades y deseos construyera esa escena perfectamente en consonancia con lo que soñamos.

Lo alto y lo bajo se fusionan por un momento en el espacio material, y somos brillantemente conscientes de ello, sentimos su fuerza, percibimos su poder o potencial. Son momentos de pasión y alegría. Es cuando más viva me siento. La realidad adquiere un significado diferente al ordinario. Detrás de todo esto podemos ver el movimiento de una fuerza que empuja, algo superior.

¿El hado?

¿O el destino?

¿La voluntad divina?

El encuentro con alguien al otro lado del mundo es excepcional, si cuando me conoce me dice: «¡Te he estado esperando!».

¿De qué se trata? ¿Destino, hado o libre albedrío?

Es una forma de decir, ¿te estaba esperando? Quiere decir, ¿estaba esperando a alguien que tuviera tus características y viniste? ¿O eres tú lo que he estado esperando?… ¿Y cómo sabías que estabas esperando a ese alguien? ¿Y cómo supiste que entre el puñado de personas que pasaron junto a ti, yo era la que estabas esperando?

Una chamana es una participante consciente y un agente dinámico del cumplimiento de un destino superior.

Ahora me toca a mí responder a la invitación: «¿Te detendrás a vivir conmigo?».

Libre albedrío.

¿Dónde empezó mi libertad? ¿Y mi voluntad? ¿Me habían llevado hacia ese preciso momento, perseguida por ella que, como un imán, me había arrastrado inconsciente para responder a mi destino?

Encontrar a alguien que tiene la capacidad de elevar su consciencia, tanto que se identifica con las fuentes dinámicas, los orígenes de las fuerzas que mueven la vida en el mundo y que superan los mecanismos de la naturaleza, conscientes de la libertad del alma, es desorientador.

Autora de nuestro devenir en lo «real», Pilar creó el aquí y ahora: «¡Detente y vive conmigo! ¡Tengo universos para mostrarte, la vida del alma para revelarte! Y te esperé con amor y paciencia a nuestra cita».

Una frente al otra, la tensión era máxima. Su alocada declaración me hechizó. Su franqueza, su sinceridad desarmante, se mostró desnuda e integra con su mundo.

El resto ya lo conocía. Necesitaba algo original para ser seducida, un cambio de perspectiva, algo fuerte para hacerme aceptar, y la señora había puesto los ingredientes adecuados en la coctelera.

El destino, guardián del poder supremo, ha hablado, el destino inescrutable se ha revelado, ahora se necesita coraje.

Rendirse a uno mismo, convertirse en actores libres y conscientes de la propia película de la vida es una elección audaz. La voluntad, la acción, el temperamento y el esfuerzo personal tienen el poder de cambiarlo todo. Las fuerzas espirituales, mentales, vitales y físicas deben ser orquestadas por la consciencia, si quieres crear tu propia realidad personalizada. Porque somos nuestro destino, a través de nuestras acciones.

Pilar no se cansaba de repetir: «El árbol es conocido por su fruto…».

Me enamoré de ella y ya través de ella, de mí misma.