Este lugar es un sueño. Solo quien duerme la considera real. La muerte llega como el amanecer, y te despiertas riendo de lo que pensabas que era sufrimiento.

(Rumi)

Estaba yo en medio de una fogosa pasión amorosa con mi compañera. Era todo tan sutil y liviano, pero sentía el cuerpo ardiendo y la energía en las manos. Recuerdo que era en la cima de una montaña, en una cabaña aislada, que de alguna manera habíamos construido para nuestro encuentro. La escenografía cambiaba de repente, de manera instantánea, pero parecían interminables los momentos. El tiempo y el lugar estaban enmarañados, amalgamados. Por ejemplo, habíamos llegado hasta esa cima, en un salto propulsado por nuestro ardor y deseo.

En medio de nuestro abrazo intenso, sentí de momento que llamaban y salí en un santiamén. En ese entretiempo la cabaña creció, y se hizo de dos pisos. Busqué y llamé, pero no había nadie afuera. Era una noche estrellada y serena con una oscuridad profunda, que atravesaba todo, incluyéndome. Me aprestaba a ir de regreso a la cabaña, al aposento donde me esperaba mi amada soñada, pero, de alguna forma, tropecé con una roca insubstancial y me precipité hacia un abismo sin fondo. Caía vertiginosamente, como piedra en el vacío, por una oscuridad impenetrable, y me sobrevino una gran ansiedad. Sufrí un pavor terrible al caer en ese espacio oscuro y sin fondo. Era una sensación de vértigo irremediable.

En mi mente entonces, recordé el nombre, de aquel amor de adentro, que una vez había sentido, y lo llamé varias veces. De repente, y sin alas, comencé a flotar, a sobrevolar grácilmente, sobre paisajes hermosos aparecidos debajo de mí. Laderas verdes y floridas de pendientes suaves, paisajes de paraísos perdidos, sublimes, enmarcados en los cielos más azules que jamás hubiese visto, entrecruzados por corrientes de agua, por ríos plateados, reflejando un resplandor que bañaba todo con una luz de alborada.

Mi corazón daba vuelcos sobre sí mismo, en piruetas acrobáticas imposibles, mi consciencia en plena plenitud, en su esencia misma de ser. Ebrio, de este sobrevolar mágico, decidí alzar vuelo y regresar a la cabaña en la montaña, para contarle a mi amada lo que estaba viviendo. Todo el apasionamiento, el ardor en el cual estaba enfrascado antes de caer, había desaparecido por completo de mi consciencia, ahora solo quería compartir aquellos paisajes sutiles, más allá de toda sensación.

Al llegar a la cabaña, encontré en vez de a mi amada, a mi hermana que estaba esperándome. Había venido de ninguna parte a visitarme, a ver cómo estaba, porque hacía tiempo que no sabía de mí. Me desplacé instantáneamente adonde ella estaba, emocionado, impaciente por contarle, lo que acababa de ver. Y le dije, ven tengo que enseñarte algo, y la tomé de la mano para llevarla al borde del abismo y la invité a que saltáramos juntos.

Pero ella se resistió, y yo me lancé solo, esta vez invocando al saltar, el nombre de aquel amor de adentro, e inmediatamente floté y comencé a planear como pájaro sobre los horizontes, por aquellas colinas de gráciles ondulaciones, verdes e interminables. Y pasó quizás el tiempo, no lo sé. Pero de momento me vi en el suelo, rodeado por un paraje boscoso mágico, estaba dormido, inerte, con los ojos cerrados, inmóvil, pero sintiendo y viendo mi alrededor. Como muerto y vivo a la vez.

Entonces, en un tiempo sin tiempo, escuché la voz de mi hermana, quien me dijo; «por fin te encuentro, llevo tanto tiempo buscándote, desde que saltaste de la montaña, y no te encontraba, me tomó mucho localizar los caminos y abrir nuevos caminos a través de lugares totalmente silvestres, y ahora te encuentro, pero parece que no estás ahí, estás como muerto, ¿qué te pasa? Háblame». Sollozaba, mientras decía esto.

En ese momento, sentí que de mi boca se desprendió un aliento, un suspiro, una exhalación, y voló como un pequeño pájaro y se posó en la punta de una rama, de uno de aquellos majestuosos árboles que nos rodeaban. Y allí sufrió una transformación, instantánea, pero en cámara lenta. Primero se transformó en una planta, que desdoblándose floreció, y una hermosa flor se irguió por un momento y luego se transformó, en una hermosa mariposa multicolor, que volando se remontó fuera de nuestro alcance.

Mi hermana quedó entristecida. Yo, aparentemente difunto, mi amada abandonada, olvidada en la alcoba de la cabaña. Todo era un amor de adentro, que al recordarlo tornaba caídas libres en vuelos de ángel, paisajes oscuros en escenas de resplandor y belleza, y un aliento, que yacía donde mismo residía aquel amor de adentro, y que al escaparse se volvía belleza de flor y mariposa, y se integraba al cuento de belleza que lo rodeaba todo.

En esas circunstancias acabó la vida que en ese momento conocía. Los tiempos y escenas súbitamente cambiantes, las emociones diversas, oscilando del miedo a la serenidad, de la pasión sensual a la plenitud espiritual. De caídas en el vacío y saltos gigantescos, a fragancias de flor y vuelos de mariposa.

Me desperté para seguir viviendo tiempos y escenas cambiantes, emociones diversas, entre miedo a plenitud, de pasión a espiritualidad, y a veces me preocupaba qué era todo esto y me preguntaba si solo había cambiado de un sueño a otro.

Escuché un susurro interior que intimó lo siguiente:

La imaginación es criatura solitaria. Vive en potencial en el corazón del Ser. Y estalla como un capricho de vez en cuando, o sea siempre, porque no hay tiempo antes de la imaginación. Y va inventando viajes inexistentes que resuenan incesantemente en ti y en mí, y en todos los demás imaginados.

El sufrimiento y la diversión ahí comienzan, a medida que las burbujas imaginadas se expanden y se hacen conscientes de lo imaginado; y el sueño explota en historias interminables, con tramas y subtramas. Y todos los sabores son degustados, todos los colores inventados; conspiraciones, heroísmos, romances, iniquidades. Son entretejidos exquisitamente, puntadas de espacio, tiempo, esperanza y desesperación. Es todo un sueño que hasta sueña soñando.

A veces se escuchan las voces del silencio original entre los trenzados de la burbuja imaginaria, como recuerdos antiguos de serenidad, de cómo sería todo «si el capricho no se hubiese expresado».

Pero el contexto y contenido de esa nada e ilusión, que nace de la imaginación, es el sustento mismo de la existencia eterna. Porque así es como el Ser manifiesta, su potencial de soñar, la infinitud de su capricho, —el amor de la unión, y el romance de estar separado.

En algún crepúsculo entre la calma y capricho, en el hiato entre la angustia imaginada y la epifanía de la realización de unidad, hay una forma que pertenece a alguien, en algún lugar, una criatura imaginada en los intersticios del tiempo. Es una canción delicada y misteriosamente moldeada, una aparición, imaginada entre la serenidad del Ser y la convulsión de su capricho.

Ella, como yo lo hago también, junta sus manos en devoción y reconocimiento, inclinándose en una gratitud consciente a la causalidad única y a la unicidad de su propio Ser.

Y reza:

Nada
Solo esta imaginación.
Como cuento de hadas
haciendo la vida.

Suspendido en el espacio.
Sin querer.
Pero estás tú,
no solo yo.

Por eso celebro y doy gracias
por cualquier cosa que surja de momento.
Mientras vuelo en alfombra mágica
a tu encuentro.

A donde tú me imaginas
cómo te imagino yo.

Donde juntos imaginamos el mundo.
Y somos. Nada.
Todo, es así.