Un itinerario turístico-gastronómico para que se disfrute plenamente de esta ciudad encantada y extraordinaria que podría transformarse en un pésimo recuerdo, sin algunas sugerencias específicas.

Por cualquier medio se llegue a Venecia, ya sea desde el aeropuerto, por tierra o en tren, la impresión es la misma: una ciudad encantada. Y al adentrarse en la ciudad esa impresión se intensifica entre las callejuelas, los canales y los puentes que la atraviesan.

Sin embargo, hay que acordarse de que Venecia es una ciudad de turismo, y para turistas, con todo lo bueno y lo menos bueno que eso implica. Hay itinerarios tradicionales que son los que hace todo el mundo. Aquí les ofrecemos un recorrido especial: seguir las trazas del veneciano más famoso en el mundo entero, segundo solamente a Marco Polo: el famoso Giacomo Casanova, el “Juan Tenorio” veneciano, aunque la diferencia es que mientras el español (personaje de ficción) se vanagloriaba, pero no amaba a sus conquistas, Casanova (de carne y hueso) se enamoraba, como explica en sus Memorias.

Nacido en 1725, cuando ya la ciudad empezaba la decadencia tras haber sido una de las principales potencias económicas de la época, Giacomo Casanova, aunque recordado sobre todo por su vida sentimental, fue también, escritor, historiógrafo, bibliotecario, diplomático, espía, e incluso cuando era muy joven vivió en Roma, nada menos que en el Vaticano ya que trabajó como secretario del cardenal napolitano Troiano Acquaviva, embajador de España ante la Santa Sede y posteriormente influyente consejero del Papa Benedicto XIV.

Hijo de una pareja de actores, Giacomo vio la luz en la calle Malipiero (ex Calle della Commedia), donde una placa recuerda este evento… y esta sería la primera etapa del itinerario. (En la toponimia veneciana una calle, escrita igual que en castellano, designa una arteria estrecha y larga). Esta calle es transversal a la Fondamenta Gazzoni (fondamenta es la arteria que corre paralela a un canal y su particularidad se debe a que muchas veces sirve como cimiento a los edificios).

Fue bautizado en la cercana Iglesia de San Samuele, construida aproximadamente en el año 1000 y que durante los siglos ha sufrido numerosas transformaciones. Sin embargo vale la pena pasar y admirar el crucifijo de madera, realizado por Paolo Veneziano, definido “el pintor veneciano más importante del siglo XIV”, como también una imagen bizantina de la Virgen, que se encuentra aquí desde 1541, cuando la trajeron del Oriente.

Como la segunda etapa, el Palacio Merati queda un poco lejos, (aunque en realidad todo en Venecia es cerca y se puede recorrer tranquilamente a pie), no sería malo detenerse a comer algo, almorzar, o tomar un ombra, un vaso de vino, acompañado de algunas de las especialidades venecianas, que configuran una vasta gama: desde mucho marisco y pescado, por ejemplo las sardinas en saor (sardinas fritas y dejadas en adobe con vinagre, cebolla, pasas), hasta una enorme variedad de salames, entre ellos la sopressa, cuya característica es que el ajo es el aliño principal.

A propósito de comer, hay que evitar absolutamente los menús a precio fijo (entre 10 y 20 euros) porque si bien parece que se ahorra, en general no son de muy buena calidad; sobre todo el vino es muy caro, incluso el denominado “de la casa”. Es el error que comenten muchas turistas que siguen el itinerario tradicional desde la estación hasta la plaza de San Marcos. Lo ideal es no seguir esta ruta y perderse en el laberinto de callecitas que permitirán descubrir lo que queda del verdadero espíritu de la ciudad.

Además, por lo menos una vez vale la pena tomar uno de los vaporcitos que hacen el recorrido de todo el Canal Grande, ya que a lo largo de todo este zigzag marino se muestran los más hermosos palacios venecianos construidos con un frontis monumental, justamente para que se reflejaran en el agua.

Otro de los sueños de todo turista es viajar en góndola, pero en general se desiste porque son muy caras, pero poca gente sabe que hay góndolas públicas que atraviesan el Canal Grande a solo 2 euros. Uno de los embarcaderos es en Santa María del Giglio, perfecto para la segunda etapa del itinerario casanoviano: el Palacio Merati.

Ubicado en Fondamente Nuove, actualmente el dueño es el conde Emile Targhetta D’Audifret y es sobre todo sede de eventos artísticos. Aquí vivieron la madre, la hermana de Casanova, e incluso y él mismo después de haber vuelto de uno de sus exilios. Todavía existe su alcoba, con la cama con dosel muy decorado donde el seductor se entretenía con sus conquistas.

La tercera etapa conduce hasta la zona del puente de Rialto (construido entre los años 1588 y 1591), siempre repleta de venecianos y turistas. En esta zona se encontraba el corazón económico y, por supuesto mercantil de la ciudad donde se vendía y se compraba de todo, desde sedas de China hasta pimienta negra, considerada el “oro negro” en la época y usada frecuentemente como moneda dura. Por su ubicación estratégica, también hoy es un mercado al abierto, una especie de feria libre…o mercado persa, aunque sin antigüedades.

Para comer, como aquí hay mucho donde elegir, sugerimos dos lugares que en su tiempo también eran visitados por Casanova: bajo el pórtico del puente la hostería Do Mori, donde el seductor pasaba a tomar un vasito de malvasia, un vino típico de la zona, que luego se ha extendido al resto del mundo. Siguiendo hacia el mercado del pescado, otro lugar muy característico, y que vale la pena es la hostería Pinto (aunque no es ruta casanoviana), que sobre todo el sábado está repleta de venecianos que pasan a tomarse un traguito antes de volver a casa, después de haber ido al mercado.

Otro lugar de las cercanías donde sí el conquistador se concedía suntuosos banquetes es la Antica Trattoria Poste Vecie, uno de los locales más antiguos de Italia, abierto desde el siglo XVI, (como lo demuestran algunas cartas antiguas en exposición permanente en las paredes, la chimenea y el suelo del local, que debe su nombre a que ahí funcionaba el edificio del Correo, posta, en italiano). Como tienen pescadería propia, hay certeza absoluta de la calidad del pescado y de los mariscos.

Antes de tomar un vaporcito a la isla de Murano, última etapa de este itinerario, muy cerca de la Plaza de San Marcos está la calle Vallaresso, donde Giacomo Casanova, ocultando su identidad por razones obvias, transcurría horas y horas ganando (las menos) y perdiendo (la mayoría de las veces) ingentes sumas de dinero en la casa de juego que ya no existe y que hoy forma parte del hotel Monaco y Gran Canal.

Es una zona donde están las boutiques exclusivas de las grandes marcas que han hecho famoso el made in Italy en todo el mundo.

Al final de la calle Vallaresso encontramos el famoso bar Harry’s Bar que aunque es un poco caro, amerita. Porque es el lugar donde se creó el Bellini, el famoso cóctel inventado hace más de 60 años, en 1948, por el jefe de los barman de este bar, Giuseppe Cipriani: se prepara con vino prosecco (espumante) con pulpa licuada de durazno blanco. Para los abstemios existe una versión con soda o jugo de fruta.

Su color rosado le recordó al barman los tonos tenues de la toga de un santo pintado por uno de los más importantes artistas renacentistas venecianos, Giovanni Bellini: de ahí el nombre de este cóctel.

Después de este agradable “alto en el camino”, se atraviesa la majestuosa plaza San Marcos, el corazón de la ciudad, donde la potencia de la ex Serenissima apabulla. En un extremo de la plaza, a través del Puente de los Suspiros, se llega a los Plomos, como se denominaba a las antiguas prisiones de Venecia, en el Palacio Ducal.

Aquí Casanova vivió durante 15 meses, a pesar de haber sido condenado a 5 años: logró huir a través de un hoyo que hizo en el techo, como él mismo cuenta en su Historia de mi fuga de las prisiones de la República de Venecia, publicada en francés en 1787, en las que además cuenta interesantes detalles de la estructuras y las normas de la cárcel.

Años después de esta fuga y luego de vagabundear por Europa, Casanova volvió a Venecia. Su última habitación en esta ciudad fue cerca del campo San Giovanni e Paolo, en la calle Barbaria delle Tolle, en el número 6673 del sestiere Castello (sestiere equivaldría más o menos a distrito) y Castello es uno de los seis en que está dividida Venecia. La identificación de este lugar se debe a una carta que el veneciano envió a Francesca Buschini, con quien sostuvo la última relación amorosa antes de abandonar definitivamente la ciudad.

La última etapa recuerda una aventura especial del seductor y para ello hay que ir a Murano. Desde el embarcadero de San Marcos (San Zacarías) se toma el vaporcito hacia Murano, la mítica isla del vidrio soplado, donde en los pocos negocios artesanales que todavía quedan los “maestros vidrieros” soplan, retuercen, doblan, dan forma al vidrio que luego se convertirá en figuras, joyas, vasos, etc. que han hecho famoso el lugar en todo el mundo.

Este lugar fue el escenario de uno de los episodios más legendarios de la vida de Giacomo Casanova: su aventura con una monja de clausura del convento de Santa María de los Ángeles. Hay que bajarse en el paradero Venier donde todavía queda el puente de madera y el portón de la huerta del convento por donde salía la joven, acompañada por una empleada, también amante del tenorio veneciano, que las esperaba en una góndola, anclada cerca del citado puente.

El convento ya no existe, pero son justamente sus ruinas y el estado deshabitado del lugar, más la imaginación del visitante lo que permite sumergirse en la atmósfera de un tiempo donde Venecia, frontera entre Oriente y Occidente, era un lugar en el que absolutamente todo tenía un precio y entre las angostas callejuelas, y el rumor del oleaje que golpea incesantemente las bases de los edificios para desembocar en los más de 150 canales que atraviesan la ciudad, embozados personajes enhebraban (y desenhebraban) el destino de la ciudad y sus habitantes.

A propósito de personajes embozados, si no le asusta el tumulto ni las aglomeraciones, conviene visitar Venecia en febrero, ya que el próximo año entre el 15 de febrero y el 4 de marzo se celebra el Carnaval, que aunque muy diferente a su homónimo de Río de Janeiro, es espectacular: este año el tema es la relación entre el hombre y el medio ambiente, por lo que toda la ciudad se transformará en un escenario con bosques, valles, mares, montañas, lagunas, mientras los disfraces recordarán las misteriosas criaturas animales y vegetales que viven en cada uno de los parajes mencionados.

Y como muchos de los disfraces reviven la época de este seductor veneciano, y, en consecuencia la fastuosidad del período, el itinerario puede ser mucho más agradable. Si, además, antes de visitar Venecia se logra ver la película Il Casanova de Fellini, basada en sus memorias con un insuperable Donald Sutherland como protagonista, la atmósfera resultará mucho más concreta.