Es tiempo de carnaval. La fiesta de la imaginación, la risa y la desinhibición ha llegado y con ella las impresionantes máscaras venecianas, los suntuosos desfiles de Santa Cruz de Tenerife y los ritmos de los sambódromos de Río de Janeiro copan nuevamente las televisiones y periódicos de medio mundo.

Sin embargo, a pesar de la espectacularidad de los famosos epicentros del carnaval internacional, hay otros lugares que no llaman la atención por sus plumas y sus bailes, pero en los que la fiesta goza de una vida y una importancia que no les tiene nada que envidiar, como es el caso de Ourense.

La provincia gallega cuenta con el carnaval más largo de España y una asombrosa variedad de fiestas a lo largo de su geografía. Ocho están reconocidas como fiestas de Interés Turístico Nacional y tres de ellas, el conocido Triángulo Máxico o Triángulo Mágico, formado por Xinzo de Limia, Verín y Laza, cuentan con especial relevancia y reúnen a miles de personas cada año.

El carnaval gallego es conocido con el nombre de entroido y el ourensano sitúa su origen en el mundo celta del que todavía conserva muchas de sus tradiciones más ancestrales. Su ritmo está marcado por el sonido de los golpes entre vejigas de vaca secas e hinchadas de aire, chocas o cencerros que llevan en sus trajes algunos de sus más famosos personajes.

Es imposible imaginar el entroido sin pensar en su vertiente gastronómica, la celebración es la apoteosis de la carne y los grandes banquetes antes del inicio de la cuaresma. Como en toda buena fiesta gallega, el carnaval ourensano está intrínsecamente ligado a una impresionante variedad culinaria con la que reponer energías para que el ritmo de la celebración no decaiga. Así, platos típicos como el lacón con grelos, la cachucha, el cabrito, la bica, las orellas o las filloas seguidas de un buen licor-café o augardente se convierten en coprotagonistas del carnaval ourensano.

La subversión y el mundo al revés

A pesar de que con los años el entroido ha perdido parte de su fuerza religiosa, la fiesta sigue celebrándose y contando con tantos o más fieles. Su significado de mundo al revés, de oportunidad para reírse de las convenciones sociales y de lo sagrado, en un ambiente de fiesta y desenfreno, está protagonizada por diferentes personajes en cada localidad.

Así, los vergalleiros en Sarreaus, los felos en Maceda, las charrúas en Allariz, los boteiros y foliones en Viana do Bolo o los fuliones en Manzaneda son, junto con los famosos peliqueiros de Laza, cigarróns de Verín o pantallas de Xinzo algunos de los personajes que se adueñan y controlan el entroido ourensano y cuyas máscaras y trajes, diferentes y únicos en cada localidad, se convierten en el sello y signo de cada una de las fiestas.

O Triángulo Máxico

A pesar del ambiente festivo y del aparente descontrol del carnaval, para los nacidos en estos lugares de la provincia de Ourense, ponerse el traje de pantalla, cigarrón o peliqueiro es mucho más. Es una tradición, algo que llevan en la sangre y que se trasmite de generación en generación, que se enseña de padres a hijos y se hereda.

Las máscaras, talladas en madera y pintadas a mano tienen en muchos casos más de un siglo y un gran valor del que son conscientes sus dueños que, camuflados tras ellas, son los protagonistas inconfundibles de estos carnavales año tras año.

Es en el famoso Triángulo Máxico formado por Laza, Verín y Xinzo de Limia donde el entroido, más que una celebración, es un sentimiento que une a miles de personas dispuestas a vivir y disfrutar de un espectáculo único, el de los carnavales más antiguos de España.

En Xinzo de Limia se vive el carnaval más largo, con unas fiestas que comienzan tres semanas antes del Domingo de Carnaval y se alargan hasta el Domingo de Piñata que marca su final.

En esta localidad son las pantallas las protagonistas de la fiesta. Representan el poder religioso, judicial y social y son las encargadas de vigilar que no se pasee nadie sin disfraz. Su ley es absoluta, todo aquel que ose pasearse sin él será reducido hasta el bar más cercano y obligado a pagar una ronda de vinos. De esta forma, el sonido de los golpes de sus vejigas se convierte en una alerta para los asistentes sin disfraz que huyen para evitar que se le aplique la pena.

En otro vértice del triángulo se encuentra Verín, donde las zamarras o látigos de sus cigarróns saludan o castigan a aquel que se interpone en su camino. Los trajes de estos personajes con arqueadas cejas y sonrosadas mejillas llegan a pesar hasta 15 kilos, debido a las chocas que llevan en su cintura. El sonido de estos cencerros y la cínica y dentada sonrisa de su careta monopolizan el entroido de la localidad.

La última punta del mágico triángulo ourensano se encuentra en Laza. Allí se vive uno de los entroidos más ancestrales de Galicia. En él, los peliqueiros son los protagonistas indiscutibles. Visten un traje muy similar al de los cigarróns y son los encargados de animar la fiesta desde su aparición después de la misa del Domingo de Entroido.

La celebración conserva como ninguna ritos ancestrales como “a saída da morena”, representada por un vecino del pueblo que, vestido con una cabeza de toro en madera y una manta, se dedica a levantar las faldas de las mujeres mientras su séquito le lanza hormigas rabiosas a la multitud.

Un entroido especial

Ourense prepara con especial cariño esta fiesta de año en año y su importancia y tradición permitieron que la provincia fuese uno de los pocos lugares de España que resistió a su específica prohibición durante la guerra civil española. En 1937, el Boletín Oficial del Estado vetaba el carnaval en España alegando que el pensamiento debía estar “de corazón al lado de los que sufren los rigores de la guerra”. Una vez terminado el conflicto, la prohibición se mantuvo y la persecución de la fiesta continuó durante buena parte de la dictadura franquista.

Quizá por esta razón, alguna de las infinitas variedades del ancestral entroido ourensano se perdieron. Sin embargo, muchas de estas localidades trabajan actualmente en la recuperación de la parte más tradicional de su fiesta. En las demás la llama del entroido continúa tan viva como en su origen.