Recorrer las calles empedradas del Barrio Inglés en Coquimbo es un placer para los sentidos. Su arquitectura portuaria de mediados de 1840 nos ofrece un vistazo al pasado y nos deleita con cierto tufillo a bohemia porteña, a noches desveladas de alegre parranda que empapan el ambiente.

Es agradable disfrutar un relajado paseo por sus calles y tener a la vista hermosas edificaciones con balcones de hierro forjado, calles adoquinadas y colores pasteles en las murallas, mientras se respiran aires marinos y se agradece la amistosa cordialidad de sus habitantes.

Ocultan sus refinadas fachadas las noctámbulas risas y los brindis, reuniones de amigos bulliciosos y una que otra pendencia finiquitada en la policía local.

Ubicado a un costado del centro, el Barrio Inglés es la zona turística, gastronómica, cultural y patrimonial por excelencia de Coquimbo, que de día se ilumina con tiendas de artesanías, repostería, cafés y por la noche enciende la vida bohemia con sus restaurantes, pubs y discoteques.

Una referencia

Coquimbo, mi ciudad de origen, es un puerto que está ubicado al norte de Chile, a 450 kilómetros de distancia de Santiago. En los últimos años nuestra zona, en la cuarta región del país, experimentó un enorme crecimiento y desarrollo turístico.

Con 56 kilómetros de playas, hermosos balnearios, resorts e infraestructura hotelera amplia, la región avanzó y se ubicó entre las zonas más visitadas de Chile y uno de los lugares más apetecidos para vivir por su calidad de vida.

La variedad de paisajes a encontrar es enorme. En apenas unos kilómetros de distancia, se puede pasar del Pacífico y sus heladas aguas a los valles de clima templado y disfrutar de la nieve en las zonas precordilleranas.

Con la comuna vecina nos hemos convertido en la conurbación La Serena-Coquimbo, con paso firme marchando al medio millón de habitantes. Esto nos convierte en la cuarta área metropolitana más poblada de Chile, con un parque vehicular que alcanza los 180.000 vehículos motorizados, de acuerdo a cifras oficiales del Instituto Nacional de Estadísticas.

En los últimos años también, se han llevado a cabo multimillonarias obras de desarrollo inmobiliario, de mejoramiento, ampliación vial, áreas verdes y paisajismo.

Estas obras han posicionado a la región de Coquimbo como líder de crecimiento de la construcción, esto, a pesar de las luces de alerta que encendió la Cámara Chilena de la Construcción el 2014 y que alertaban de un debilitamiento de la actividad por la incertidumbre económica y por las reformas al sistema tributario que impulsa el gobierno de la presidenta Bachelet.

Además, la proyección internacional que tendrá para esta región el futuro corredor bioceánico, ambicioso proyecto que busca ser una vía expedita de tránsito internacional, será enorme e incrementará la integración, el desarrollo e intercambio comercial y turístico entre los países involucrados.

Este corredor será una vía de comunicación interoceánica y conectará al Pacífico (Coquimbo, Chile) con el Atlántico (Porto Alegre, Brasil), pasando por Argentina en un recorrido total de 2.456 kilómetros, gracias al esfuerzo conjunto de las naciones involucradas que se comprometieron a sacar adelante la idea y poder reactivar áreas productivas locales.

Este enorme proyecto de ingeniería transformará a la región de Coquimbo de aquí al 2025, que es cuando se proyecta su finalización, en un polo portuario-logístico clave para el tránsito de comercio marítimo que viene y va hasta Sudamérica.

Entonces, el alentador panorama de crecimiento y desarrollo, de creación de fuentes laborales es brillante, aunque ya se experimentan los males que aquejan a las grandes ciudades y que hace una década atrás no conocíamos. Tacos interminables, congestión vehicular, contaminación, aumento de la delincuencia, disminución de la salud mental han llegado lenta, pero inexorablemente.

Por esto, resulta casi un placer culpable acercarse al Barrio Inglés, un verdadero oasis diurno. Este sector, cercano al puerto, estuvo en el abandono y la desidia por años, entregado a su suerte y al olvido de patio trasero. Pero, hace ya más de una década y con el fin de preservar el patrimonio cultural de la comuna, el municipio de Coquimbo definió al sector como “Zona de Conservación Histórica” e inyectó recursos para revitalizarlo.

Para ello se creó un proyecto con el fin de recuperar y potenciar el sector en el ámbito arquitectónico y turístico cultural, como un “espacio único y reconocible” de la ciudad, resaltando su configuración urbana y elementos espaciales propios del barrio, los que le otorgan carácter e identidad.

Con el respaldo de autoridades y empresarios locales el año 2004 se instalaron y abrieron sus puertas al público una serie de pubs, restaurantes y discotecas para el deleite de los turistas y locales que visitan la zona y que buscan esparcimiento.

El sector se recuperó, fue hermoseado y remodelado, recobró nuevos bríos y dio cabida a lugares de exhibición de artistas visuales y musicales, tanto locales como nacionales. Se incluyeron también, negocios de venta de artesanías, chocolatería fina, pasteles, café, tabacos, agencias de viajes, paseos en lancha y pesca deportiva.

Algo de historia, corsarios y tsunamis.

A partir de 1840, inmigrantes de origen inglés llegaron a Chile, especialmente a Antofagasta, Coquimbo y Valparaíso. De hecho, al día de hoy, Chile es el país de América Latina con mayor descendencia británica: un 4% de la población total, que equivale a más de 700.000 descendientes directos de ingleses, galeses, irlandeses y escoceses.

Estos inmigrantes europeos llegaron inicialmente atraídos por el desarrollo de la minería del norte de Chile en el siglo XIX y al transformarse Valparaíso, en uno de los principales proveedores de víveres para California durante la "fiebre del oro".

La comunidad de inmigrantes ya instalada dejó su impronta en cuanto a estilo y diseño urbanístico/arquitectónico, amén de convertirse en foco de la vida social y cultural de Coquimbo.

A los arquitectos británicos Robert Owen y Joseph Bradford se atribuye la conformación de la “esencia” de este barrio, con casonas de dos a tres pisos construidas con pino oregón y con textura ondulada de sus fachadas de latón, típica de la época.

Extranjeros que llegaron principalmente de Europa se sumaron y fueron poblando el barrio que llegó a llamarse “inglés”, por el idioma que hablaban todos y que también fue reflejo de una cultura común. Así siguió la construcción de hoteles, correos, bancos y locales comerciales que congregaban vida social y comercial.

Sin embargo, esas bellas fachadas y la majestuosidad de las edificaciones fueron enormemente afectadas por el tsunami que golpeó las costas del puerto en noviembre de 1922.

Relatos de antaño dan cuenta del terremoto de magnitud 8.4 Richter que tuvo epicentro en la ciudad de Vallenar, en la tercera región, pero que fue tan poderoso que provocó la salida del mar y enormes daños en extensas zonas del puerto. El resultado fue desastroso. A pesar de esto, los deudos enterraron a sus muertos y los daños, grietas y derrumbes se repararon.

Muchos antes, la continua presencia de piratas y corsarios que asolaban las costas coquimbanas causaba temor. En aquellos tiempos utilizaban las costas de Chile como lugar de abastecimiento, de refugio para reparar sus naves y para aprovisionar bodegas. Las leyendas locales sostienen que el corsario inglés Francis Drake habría enterrado un tesoro que hasta el día de hoy aún buscan algunos locales.

Esas mismas fachadas y entorno reciben hoy en día a los visitantes, turistas y locales que pueden aprovechar la cercana Plaza de Armas, La plaza Vicuña Mackenna, el Domo Cultura de las Ánimas en la plazoleta Gabriela Mistral, la Casa de la Cultura, la Biblioteca Pública, la Casa de las Artes, el Centro Cultural Palace y adicionalmente el puerto de Coquimbo.

A la vista de los pasajeros de los lujosos cruceros que desembarcan a sólo unos metros de distancia, se encuentran las esculturas al aire libre del destacado artista Hernán Puelma y el monumento al héroe chileno Arturo Prat de 24 metros de alto, creada por Enrique Villalobos.

Además, se cuenta con el Centro Cultural Palace y la Casa de las Artes, completamente reacondicionadas para potenciar y canalizar la riqueza musical y artística coquimbana, a través de la difusión de obras de teatro, pinturas, exposiciones, danza y obras audiovisuales clásicas y de vanguardia.

Precisamente, el edificio del Centro Cultural Gran Palace destaca por su arquitectura y diseños interiores, es similar al original, pero no el mismo que fue construido en 1892. En un principio, en este edificio funcionaba la oficina comercial de la compañía inglesa de vapores PNNC, hasta que años más tarde su estructura fue consumida por un incendio.

Cuando se levantó nuevamente, se transformó en el prestigioso Hotel Palace, pero en el 2004 tuvo que ser demolido por su estado de deterioro. Una función similar cumple la Casa de la Cultura y la Biblioteca Municipal. Ambas comparten el mismo edificio en el que destaca un gran mural en su fachada realizado por el artista Daniel Palominos. Reconstruido y remodelado llegó entonces a convertirse en un centro cultural.

Además, un vibrante mural de unos 40 mts. de largo cubre la esquina de las calles Freire y Melgarejo, calle donde abundan los restaurantes y cafés sólo a unos pocos pasos del puerto.

La obra, una policromía de colores del pintor Luis López, abarca casi una cuadra y media y relata la historia y los hitos de la formación de la ciudad, desde sus inicios como asentamiento de la cultura ánima y los indígenas changos hasta tiempos modernos con los lugares típicos y celebraciones populares.

Especialmente agradable en época estival, cuando el boulevard se cierra al tránsito de vehículos, es un panorama muy entretenido remontarse y transitar imaginariamente por la historia a través de este peculiar vecindario coquimbano.