En este viaje siento que yo no tomo las decisiones, el tiempo lo hace por mí. Me resbalo entre sus grietas y juego con él hasta que decida que todo se ha terminado. Mis manos acariciaban los pastos y la brisa primaveral se enredaba en mis cabellos. Allí, al otro lado del río veía la ciudad que me llamaba, daba la impresión de ser tímida, de no tener mucho que dar, pero ella misma a veces olvidaba lo grande que era.

Mis pies vibraron bajo la roca del puente viejo, mezcla de lo romano y árabe medieval, suspiraba historias y se negaba a morir, no quería que el roce del río entre sus surcos desapareciera jamás. Yo sonreía mientras me abría paso, la ciudad que fue un regalo de un rey a su reina me invitaba a perderme entre sus murallas y atardeceres rosados, púrpuras y dorados.

En la puerta que abre al poniente encontré una pista, era una invitación a las Mondas, una fiesta tan antigua como la propia ciudad de la cerámica, donde la diosa Ceres se regodeaba y bailaba entre flores y dulces.

Cada parada en cada ciudad era distinta, recibía un regalo que marcaba mi alma, que alentaba a mi corazón a seguir latiendo. En esta hallaba una tranquilidad en el verdor de sus montes, en el olor a fresno y en el amor entre un álamo blanco y un álamo negro.

Gigantes y cabezudos llenaban la ciudad al igual que mascaras y música. Hubo un intercambio del llamado bastón de mando. En ese instante un brillo atrapó mi atención. Parecía que solo yo lo podía notar, así que me dispuse a seguirlo. Alguna que otra vez las pistas son sutiles, muchos no las ven, pero si descubres alguna en tu camino puede significar que algo especial te aguarda. Algo que solo es tuyo, no hay que tener miedo a buscarlo, encontrarlo y aprovecharlo.

Los jardines del prado me llevaron hasta un hermosa Basílica donde el brillo se hizo más iridiscente, mucho más hermoso. Un niño de ojos dulces como la miel me entregó una llave de cerámica azul, blanca y amarilla. Me dijo: “tantas puertas y tantas llaves, para cada quien sola hay una”.

En algún momento todo tendrá sentido, pero esta llave abrirá mi puerta y por ahora eso es suficiente, tengo que continuar mi recorrido, tengo que seguir adelante. Dejaría una parte de mi en Talavera, cuidad de reinas, en algún lugar de la Mancha. Cerré mis ojos y ya no estaba.