Alguna vez os he hablado de las ventajas de vivir en la frontera entre dos países. Para mí, vivir en el norte de España y ver Francia desde la ventana de mi cocina es uno de los mayores placeres que la vida me puede dar. Habrá ciudades más grande, lujosas y bonitas. Más importantes o más turísticas…

Pero ninguna de ellas puede presumir de vivir a un minuto en coche (o 5 andando) de otro país. Las playas y los supermercados de Francia te quedan más a mano que los de tu propio país. Cuando tus amigos van a estudiar a un colegio francés o cuando tus planes para dar un paseo o hacer una excursión significan que van a ir a pasar el día con los “gabachos”, es una sensación que mucho no pueden comprender.

Todavía recuerdo cuando había que pasar las fronteras simplemente para ir un rato a la playa. O cuando había que llevar francos franceses en una carterita aparte para poder pagar en las máquinas de los parkings o para comerte un crepe en uno de los puestos de San Juan de Luz. Y lo que ha cambiado ahora…

Aunque hay cosas que nunca cambian: los franceses siguen viniendo a por tabaco y gasolina a la frontera y te los sigues encontrando en las colas de las grandes superficies con cajas y cajas llenas de botellas de “Pastis”. y los españoles seguimos yendo a sus playas y sus pueblecitos con tanto encanto.

Un viaje típico por el sur de Francia es ir a pasar el día a las playas de Hendaya o San Juan de Luz. Y, para los más aventureros, llegar hasta Biarritz por la carretera de la cornisa francesa. Un trayecto corto pero muy bonito, lleno de acantilados y vistas llenas de encanto.

Para los más curiosos y aventureros, Francia es mundialmente conocida por la cantidad de castillos antiguos que conserva. Unos castillos que se utilizan como casas actuales y que puedes ver desde las mismas carreteras. Si viajas por el sur, no puedes perderte pueblos como los de la región de Midi- Pyrénées: Najac, Conques, Toulouse, Belcastel, Laguiole, Auch, Cahors…

En fin, qué os voy a contar cuando durante toda tu infancia te pasas escuchando conversaciones entremezclando el castellano y el francés. Cuando coger la moto y pasar la frontera para ir a casa de tu amiga era tu rutina diaria. Cuando vas a comprar coca-cola de cereza cuando en España todavía no se comercializaba, cuando tu propio padre trabaja en un país en el que no vives…

Simplemente, con pasar la frontera, las casas, las aceras, las carreteras son diferentes… y eso es una de las cosas más bonitas que me pasan en mi día a día.