La vida entrega oportunidades. Desafíos, opciones, caminos. De poco me arrepiento en ésta, mi vida. Laboriosa, aventurera, afortunada. Con más luces que sombras y más alegrías que penas –hasta ahora- agradecida, sin duda, de todo y por todo.

De esas alegrías, la que recuerdo con especial afecto es recorrer la encantadora Asuán, en el sur de Egipto.

Parte de mi corazón se quedó allá, en esas calientes y exóticas tierras. No recuerdo a otra ciudad provocando tal impresión en mí. A pesar de recorrer muchos otros lugares, ninguno me atrajo de tal forma.

Sin duda, esta lejana ciudad tiene un encanto particular. Serán las dulces falucas que navegan silenciosamente el caudaloso Nilo, la pulcritud de sus albas fachadas, la hospitalidad de sus habitantes o quizás lo “exótico” del lugar en sí mismo, no sé. Sólo siento que este lugar se quedó grabado en un rinconcito de mi corazón, como un preciado recuerdo del viaje a la tierra de los faraones que pudimos disfrutar años atrás.

De ese periplo, más que las insinuaciones u hostigamiento de alguna clase, recuerdo el agobiante “acoso comercial”. En grandes o pequeñas ciudades, los vendedores de todo insisten persuasiva, majaderamente hasta ganar por agotamiento. Las baratijas y souvenirs resultan tan encantadores como convenientemente económicos. Por tanto, es un placer caer en la tentación y llenarse de cachureos al primer día de viaje.

#Sin filtros. #Sin Photoshop

No conozco país más fotogénico que Egipto. Aún no tengo claro si serán la luz, los colores del desierto, el mágico ambiente o el sentido de la monumentalidad con que está concebido. Es una aproximación de la vida a otra escala, donde todo parece estar ideado y edificado para hacernos sentir insignificantes.

Todo es más grande, más enorme, más monumental. Desde el tamaño de las pirámides hasta la altura de hombres y mujeres (con féminas que sobrepasan el 1.90 m), pasando por las estilizadas varillas de papiro hasta las hormigas de tres centímetros a las que hay que hacer el quite en las enormes columnas de la enorme sala hipóstila en los Templos de Karnak.

Recuerdo también recorrer Alejandría o perdernos en caminos de tierra, con un grupo de españoles ruidosos y un taxista despistado buscando cómo llegar a Dendera y Dahshur.

Y es que Egipto es mucho más que el Valle de los Reyes, las pirámides o el Museo del Cairo, con sus increíbles tesoros.

Recorrer sus calles es un tremendo desafío. Los egipcios tienen fama mundial de pésimos conductores. Corrijo, no pésimos, espantosos conductores, especialmente en El Cairo, ultra-contaminada capital de casi 20 millones de habitantes. El descuido, la falta de atención hacia las más básicas reglas de tránsito facilitan este escenario.

La mayoría de los turistas disfrutan de un paseo por el Alto Egipto, recorriendo el sur del país en uno de sus afamados cruceros. Es la forma más cómoda de conocer el Valle de los Reyes, los colosos de Memnón o los templos de Karnak.

Si se dispone de más tiempo para vagabundear por cuenta propia, se puede probar la exquisita shawarma tibia, degustar una hamburguesa de carne de camello o perderse en el bazar Khan al jalili. En éste último se pueden adquirir pipas de narguile, imitaciones baratas de papiros o los clásicos cartouches de oro o plata.

Desde la estación de trenes se puede abordar el cómodo ferrocarril y en un par de horas llegar hasta la preciosa y “europea” Alejandría, en la costa Mediterránea. Es un agrado recorrer la moderna corniche (costanera), la nueva biblioteca y la fortaleza medieval de Quat ‘bei.

No habría que perderse, además, la agotadora experiencia del regateo. Deporte nacional, se requiere de paciencia para llegar a obtener los recuerdillos a casi una fracción del precio original.

Una linda experiencia es viajar al desierto para conocer Abu Simbel, en visitas organizadas en caravanas custodiadas por militares.

Aún recuerdo, con nostalgia, el amanecer más glorioso que vi en mi vida. Un disco solar gigantesco nos dio la bienvenida, cuando tras recorrer 300 kilómetros por carretera nos acercamos hasta los templos. Emplazado en Nubia, al sur del país, los monumentos están en la ribera occidental del lago Nasser, a unos 230 km de Asuán.

Los templos fueron excavados en la roca durante el reinado de Ramsés II en el siglo XIII AC, como un monumento dedicado a él y a su esposa Nefertari, para conmemorar su “victoria” en la batalla de Kadesh.

En 1968, el complejo fue reubicado en una colina artificial, construida en terrenos próximos situados sobre el nivel del futuro lago Nasser. El traslado fue necesario para evitar que quedara sumergido, tras la construcción de la presa de Asuán.

Asuán

Esta linda Asuán es la ciudad más meridional de Egipto. A esta altura, el Nilo estrecha su margen y comienzan las llamadas “cataratas”, formaciones rocosas que impiden el paso de embarcaciones mayores.

Las canteras de piedra del antiguo Egipto se localizaron aquí y sobre todo la roca granítica usada para las estatuas y obeliscos, incluyendo las pirámides.

En la ciudad se pueden visitar el obelisco inacabado y el museo Nubio. Junto al río: el Mausoleo del Aga Khan, el Monasterio de San Simón, la isla Elefantina o el encantador jardín botánico de la Isla Kitchener.

Territorios nubios

Nubia es una región situada en el sur del país, al norte de Sudán. Su población se asienta a lo largo del valle del Nilo, entre la primera y sexta cataratas. En la antigüedad fue un reino independiente. Tras el fin de la colonización inglesa, Nubia fue separada en dos partes, una en Egipto y otra en Sudán.

El nubio tiene un tipo étnico distinto, una piel extremadamente oscura, pero con facciones finas totalmente distintas al egipcio promedio. Por ello, se afirma que corresponden a las personas más africanas de todo Egipto.

Con una identidad de nación independiente y dialectos locales propios, es frecuente ser invitado como huésped a alguna de sus viviendas, por una bebida helada o a fumar narguile.

Siempre ataviados con amplias chilabas de algodón blancas, para que circule el aire, hasta hoy recuerdo el sabio consejo: “Lo que es bueno para el frío, es bueno para el calor”, en alusión a que bajo temperaturas extremas se deben utilizar túnicas holgadas, que tapen la piel y eviten los rayos de sol directos.

Años complejos

En los últimos tiempos, el país ha experimentado una serie de altibajos. A las revueltas y golpes de estado se suman la inestabilidad social y los atentados terroristas. Interminables disputas políticas y violencia callejera ahuyentan a los turistas.

Esto ha provocado una debacle en el país, especialmente en el turismo, con un desolador panorama de desempleo y balnearios fantasmas.

Los tentáculos del terrorismo dejaron sumidos en el abandono a lujosos balnearios. Otrora abarrotados de acaudalados turistas, los visitantes podían disfrutar de la impecable infraestructura hotelera, la afamada gastronomía internacional y sus prístinas playas paradisíacas. Eso cambió.

Un lastimoso ejemplo de lo anterior se puede ver en las ciudades-balnearios de Hurghada y Sharm el-Sheik, en el Mar Rojo. Vacías y abandonadas han visto cómo se cancelan día a días las reservaciones.

Turismo amenazado

El descenso sostenido en el turismo es alarmante. Estadísticas establecen que esta área ofrece empleo directo a unos tres millones de personas, ingresos a más de 70 industrias y el 20% del total de las divisas extranjeras del Estado.

“El turismo se desplomó en el 2011 con la caída del Presidente Hosni Mubarak y la revuelta que siguió. El Cairo ha sido la ciudad más afectada, con la ocupación hotelera declinando por debajo de 15% o más en partes de la ciudad más cercanas a las protestas. Desde El Cairo, las penurias se extienden a todo el país, afectando a los taxistas y conductores de carruajes, operadores de barcos, guías turísticos y los vendedores de tiendas. Normalmente, si algo ocurre en el Cairo, los turistas cancelan todo el viaje”, consigna un artículo de The New York Times.

Las pavorosas garras del Estado Islámico

El impacto global de los devastadores ataques perpetrados por el Estado Islámico ha conmocionado y perjudicado a numerosos países, especialmente a Egipto.

En marzo de 2016 al menos 15 policías egipcios murieron en la Península del Sinaí cuando un grupo de militantes islamistas disparó un obús de mortero contra un control de seguridad en la ciudad de Arish. El Estado Islámico reivindicó su responsabilidad en el ataque.

Fuerzas de seguridad locales y grupos radicalistas han aumentado sus operaciones en la zona, tras el derrocamiento del presidente islamista Mohamed Mursi, en julio de 2013.

Además, en octubre de 2015 se produjo el ataque contra un Airbus ruso que se estrelló en el Sinaí con 224 personas a bordo, sin dejar sobrevivientes. El Estado Islámico reivindicó la acción en su día.

El avión, que se dirigía hasta San Petersburgo, se estrelló al sur de Al Arish, poco después de despegar de Sharm el-Sheik, destino favorito de los turistas rusos.

Es por todo lo anterior que muchos turistas se preguntan si es seguro viajar al país hoy en día.

Lejos de la imagen de hostigamiento o inseguridad, puedo atestiguar que, al menos en mi caso, sólo vi buenas y educadas maneras para los turistas. La gentileza y amabilidad en el trato es una constante que también vi en otros países árabe-musulmanes, bastante lejos de esa caricatura occidental que los califica de “violentos” o “agresivos”.

Egipto aún mantiene los brazos abiertos para recibir a turistas de todas las partes del mundo. Los que quedamos eternamente agradecidos por la hospitalidad y la sonrisa afectuosa aún rogamos por su recuperación y el regreso de la estabilidad.