Tierra de leyendas, misterio y enigmas. Paraíso gastronómico, geográfico e histórico. Las Rías Baixas son un enclave de ensueño que comienza allí donde la tierra termina, en Finisterre. Un cúmulo de auténticas maravillas para deleitar todos los sentidos e infinitas recomendaciones bañadas en una denominación de origen exquisita y dispar. Y es que si hay algo común en este territorio son su excelente gastronomía y sus deliciosos vinos.

Desde la ternera gallega al pulpo á feira, pasando por una variedad inmensa de conchas: almejas de Carril, ostras, vieiras, zamburiñas o mejillones, y terminando en una degustación de dulces como las filloas, el queso de tetilla con membrillo, cañas fritas rellenas de crema o el requesón. Todo ello bañado con un buen albariño y coronado con un buen aguardiente: blanca, de hierbas, tostada o el licor café. Las Rías Baixas se degustan.

Y para gustos los colores. Siete son los del arcoíris y siete van a ser las recomendaciones.

El mercado de Santiago de Compostela, un mercado de abastos que bien podría ser de maravillas. No exageramos si nos referimos a él casi como un museo, donde los visitantes se detienen en cada puesto como si de una obra de arte se tratara. Recorrer los puestos de moluscos, pescados, carnes, quesos y verduras recién salidos del mar y de la huerta. Experiencia, cultura y gastronomía enmarcadas en un entorno arquitectónico histórico y único.

Llega el momento histórico de mano de castro de Baroña, uno de los poblados fortificados celtas más significativos. La palabra castro proviene del latín castrum, que significa "fortificación militar" (de ahí viene la palabra española castrense, "relativo a lo militar"). La belleza y singularidad de este castro reside en el lugar elegido por sus habitantes para levantar su urbe. Está situado en una pequeña península rocosa, separada de la tierra por un istmo de arena. Fue ocupado entre los siglos I a. C. a I d. C.

La siguiente parada imprescindible sería Cambados, conocida popularmente como la capital del albariño. Esta villa monumental cuenta con un itinerario interno de bodegas, viñedos y salas de cata que hacen las delicias de sus visitantes. Sobre el origen de su nombre existen varias teorías. Una de ellas dice que deriva de los descendientes de la familia Camba; otra, que se debe a los celtas, de Cambrae (cambra, cuna) y una tercera afirma que proviene de los vocablos cam (lago) y bados (casa). Cualquiera que sea el origen de su nombre, lo que es incuestionable es que es una villa cargada de señorío, con un patrimonio distinguido y una extensa gastronomía. Y para muestra visite A Taberna do Trasno, no cabe el arrepentimiento.

La próxima parada bien la merece el conjunto histórico más pequeño y pintoresco de Galicia, el de Combarro, una pequeña joya a la orilla del mar. El pueblo, protegido desde 1972 como conjunto de interés artístico y pintoresco, es un paseo por casitas marineras, cruceiros y hórreos junto al mar. Una viña marinera de exquisitos secretos.

Y la sorpresa del recorrido bien podría ser su capital Pontevedra, que podría disputarse sin complejo uno de los primeros puestos en cuanto a las ciudades más bonitas de España. Basta con un paseo por la calma del casco antiguo de la ciudad entre plazas presumidas, nobles jardines y una icónica iglesia con planta en forma de vieira. Vermú y tortilla en Jaqueyvi pondrán el broche de oro a esta visita.

Decir que las Cíes no te han sorprendido es mentir descabelladamente. Con una mezcla de verde y azul las islas Cíes, son uno de los mayores reclamos turísticos de Galicia.

Además de contar con una de las mejores playas del mundo, las islas que componen su archipiélago forman una barrera entre la playa y la laguna que ejemplifica el valor geográfico de este espacio natural. Las islas Cíes son las centinelas de la ría de Vigo, tan estoicas como cuando pasó por allí el emperador romano Julio César. Y es que tal y como las bautizó el geógrafo Plinio son las «islas de los dioses». Las historias de piratas, las ruinas de los conventos medievales y el pasado marinero están presentes en unos de los kilómetros cuadrados más increíbles de la geografía de España.

Y para terminar, entre Vigo y A Guarda y casi pegando a Portugal, se encuentra el entrañable pueblo marinero de Baiona. Rodeado de un paisaje verde envidiable, merece la pena recorrer su casco histórico de típicas calles estrechas y empedradas, con soportales y edificios de piedra. Arrivederci Galicia. A la vuelta, un sentimiento de volveré, un nudo de melancolía, una falta de sensaciones, en definitiva, una sensación de morriña. Ahora lo entendemos todo.