«Entre los pueblos, que afortunadamente se han conservado en nuestra nación, desde la más remota antigüedad, y se han salvado de las ruinas y devastaciones, que sucesivamente ejecutaron en ella cartagineses, romanos, suevos, vándalos, godos y árabes, merece una atención muy particular Segovia, ciudad de Castilla, situada a las faldas septentrionales de los montes carpetanos».

Parece imposible encontrar palabras ni más sabias ni mejor ligadas para empezar una descripción de una de las más bellas ciudades españolas y castellano-leonesas Patrimonio de la Humanidad. Pertenecen al Doctor Don Andrés Gómez de Somorrostro, a la sazón «canónigo de la santa iglesia catedral de dicha ciudad e individuo correspondiente de la Real Academia de la Historia, quien, con este castellano viejo, según quedó publicado en 1820, iniciaba el Prólogo de la disertación histórica «Sobre el Acueducto y otras antigüedades de Segovia».

Casi dos siglos después, siguen siendo palabras llenas de sabiduría, erudición, como las que iniciaban la descripción del acueducto, es decir, el capítulo I de esta obra entre literaria, científica y divulgativa, en definitiva, culta, y ante todo llena de emoción. Así que admirados por su agitación sentimental, tomamos también como dechado de virtud y de verdad su propia introducción sobre el propio acueducto de Segovia: «Un monumento cuya antigüedad no se puede fijar entre las investigaciones de los tiempos; cuya grandeza y majestad sorprende y admira al sabio y al rústico; cuya solidez ha resistido al furioso ímpetu de los huracanes, tempestades y terremotos; en cuya presencia se pasmaron y contuvieron los guerreros y conquistadores; es sin duda un objeto digno de las tareas y desvelos de los amantes de la antigüedad, y debe llamar la atención de las academias consagradas a las artes y a las ciencias».

No cabe más que asentir y aplaudir. Porque, en efecto, la Ciudad Vieja de Segovia, con sus profundas raíces celtibéricas, es la perfecta analogía de la transgresión del tiempo y de la inmortalidad. Así, por ejemplo, lo asumió Ramón Gómez de la Serna en su sexta novela El secreto del acueducto (1923). Esta impresionante obra de ingeniería fue construida en la época de los Flavios, entre la segunda mitad del siglo I y comienzos del siglo II d.C., con el fin de transportar el agua del río Acebeda hasta la ciudad. Comienza cerca del Palacio de la Granja y está compuesta de más de 20.000 bloques de piedra, aun con alguna que otra gotera que reparar, mantienen en un perfecto y sólido equilibrio de fuerzas su canal de sillares, torres y monumentales filas de arcos superpuestos.

Es el inicio perfecto de un índice patrimonial histórico-artístico simplemente subyugante, en el que es obligatorio citar la última catedral gótica de España, la muestra de arquitectura industrial más antigua de España con la Casa de la Moneda o la Casa de los Picos con su fachada cubierta totalmente por sillares de granito tallados en punta de diamante, el convento de San Antonio el Real (antiguo palacio gótico isabelino de recreo de Enrique IV y actual sede de la Universidad SEK), la mozárabe iglesia de San Martín, también románica como la iglesia de San Millán; La iglesia de la Vera Cruz (fundada por los caballeros templarios en el siglo XII, el gótico y renacentista monasterio de El Parral, fundado por Enrique IV; y antiquísimos elementos defensivos como las murallas, reedificadas en el siglo XI, y su fábrica es de mampostería caliza con grandes sillares de granito y cubos y arquerías ciegas, o la torre de la iglesia de San Esteban del siglo XIII, conocida como la reina de las torres bizantinas, de más de 53 metros de alto, o, por fin, la torre de Hércules, erigida en el siglo XI.

En definitiva, Segovia posee un legado colosal que culmina con otro soberbio monumento: el alcázar. Fortaleza de los reyes de Castilla, Real Colegio de Artillería y símbolo del arte y la historia de España, el alcázar de Segovia data también de la época romana. La fortaleza sirvió de residencia para Alfonso X el Sabio y aquí se proclamó reina de Castilla Isabel la Católica. En el siglo XIII el edificio adquirió aspecto gótico con la intervención de los arquitectos de Juan II y Enrique IV; y Carlos III lo convirtió en el año 1764 en el Real Colegio de Artillería. Historia viva de España, el edificio posee numerosos pasadizos secretos que bajan hasta el río y comunican con algunos palacios de la ciudad. Su museo es el más visitado de Castilla y León, en estos dos últimos siglos ha servido escenario para el rodaje de grandes producciones con actores como Marlon Brando y Sofia Loren y series televisivas de rabiosa actualidad como la popularísima Águila Roja de TVE.

Secuvia, Secovia, Seguvia, Segovia… como decía Don Andrés Gómez de Somorrostro: «su nombre está manifestando su remoto origen porque no es púnico, ni griego, ni romano; sino español y propio de la lengua primitiva., son conocidamente voces muy antiguas; y con estos nombres se la llamó, sin notable alteración, en la época de la dominación romana, en la gótica y hasta nuestros días”.

Secuvia, Secovia, Seguvia, Segovia… un destino eterno donde recalar, reponer fuerzas, ánimo y espíritu y donde disfrutar también con fruición de la mejor gastronomía y de su emblemático cochinillo asado de propia corte y hornada con marca de garantía «Cochinillo asado de Segovia» en esos otros templos del sabor internacionales: los restaurantes José María, Mesón de Cándido, verdaderos iconos de la alta restauración en los que degustar otras especialidades de la cocina tradicional castellana así como cuidadas elaboraciones más contemporáneas… muy recomendable así mismo como en el caso de los también venerados La Concepción, Maracaibo Casa Silvano o Villena.