Verano, invierno, en pareja, con amigos, la primera vez, la tercera visita, etc. Sea cual sea el momento y la persona o personas que te acompañen, Nueva York siempre tiene sitios que no te cansarás de observar y nuevos rincones por descubrir.

Más allá de los cambios paisajísticos que pueden haber entre las distintas estaciones (invierno, primavera, verano y otoño), cada visita a la ciudad de los rascacielos tiene sus momentos únicos y exclusivos que hacen especial esa escapada.

Siendo una primera visita, la parada en las principales infraestructuras y lugares, como el Central Park, el Empire State Building –donde recomiendo subir a la planta 102 para tener una espectacular vista aérea del Central Park- la ONU, la zona 0, Wall Street, Times Square, etc., son obligadas. Una visita básica, pero que te permitirá descubrir la esencia de esta ciudad cosmopolita. Evidentemente, y referente a la gastronomía, no se puede dejar de comer un hot dog, el popular perrito caliente, en los puestos callejeros. O una hamburguesa (¡pero no en el McDonald’s!).

Si no es la primera vez, y en función del acompañante o acompañantes, también puedes rendirte a algunos de los lugares más emblemáticos de la ciudad de los rascacielos, como Time Square o el mismo Central Park. A partir de aquí, se pueden añadir actividades y lugares que harán ese viaje a Nueva York una experiencia especial y única.

Si es temporada, un partido de la NBA –aunque no te guste demasiado el baloncesto- te dejará cautivado y podrás ver en tus propios ojos la importancia de este deporte en una ciudad y país tan cosmopolita.

El desfile de Acción de Gracias, la encendida del árbol de navidad del Rockefeller Center o visitar el barrio de Navidad, donde podrás contemplar y sorprenderte con las casas adornadas con luces y temática navideña –como en las películas de la televisión- o patinar sobre hielo, son opciones totalmente válidas si tu viaje coincide con los meses de frío.

Una variedad de oferta que, a priori, puede hacer más atractiva la visita a Nueva York durante los meses de invierno. Sin embargo, tendrás que lidiar con la luz natural que hará que los días se le hagan cortos.

Por el contra, las horas de luz del verano permitirán pasear con mucha más tranquilidad por Central Park y dejarse enamorar por sus rincones, así como quedarse boquiabierto con los espectáculos en su famosa rotonda. Mires donde mires, verás arte callejero –música y danza principalmente-. Los vuelos en helicóptero son otra variante para ver la ciudad de los rascacielos desde un punto de vista único y especial.

Tanto en invierno como en verano, y aunque no seas creyente, una misa góspel te dejará sorprendido al 100%. Un punto que tendrás que vigilar en tu elección, ya que lo más auténtico es mezclarse con la gente y asistir a la misa a su lado, en lugar de verlo desde un palco en la parte superior.

Y para evitar disgustos en el viaje, acordaros de hacer el visado, el STA. Un trámite fácil y sencillo por internet pero imprescindible para empezar su aventura.

Ahora sí, sólo te falta poner fecha y acompañante/s para empezar a hacer la ruta….. ¡yo ya la tengo!