La primera visita a Grasse debería hacerse a ciegas, con una venda en los ojos y jugando con el olfato. Guiando cada paso según las profundas sensaciones que generan los olores de sus calles. Olores que, como por arte de magia, traen flashes de la infancia, evocan desasosiego, elevan al séptimo cielo, remueven el alma. Porque las fragancias de Grasse realmente remueven el alma.

Una sinfonía de más de 3.000 aromas acaricia las narices de quienes recorren las estrechas calles de esta ciudad de los Alpes Marítimos, en la región que delimita con Italia: la Provenza-Alpes-Costa Azul. Una experiencia tan delicada y tan intensa, pero sutil, no podría vivirse más que en Francia, el país del romanticismo por antonomasia, el impulsor mundial del uso de los perfumes y las fragancias.

En la ruta vacacional de la Costa Azul, Grasse pasa desapercibida por encontrarse tierra adentro, pero es, precisamente, su ubicación la que posibilitó su grandiosa fama: en lo alto de una colina, con vistas privilegiadas de la costa, clima provenzal cálido y rodeada de campos donde se cultivan flores y árboles olorosos y frutales con facilidad. Sin embargo, no es hasta el s. XVII cuando se comienzan a utilizar las fragancias.

En Grasse el comercio estaba basado en la curtiembre de cuero, una actividad que envolvía la ciudad con un olor fuerte y desagradable. Según cuentan, es el curtidor Galimard quien decide impregnar unos guantes de cuero con perfumes florales y entregárselos a Catalina de Médicis. Este maravilloso artículo es deseado por toda la corte y la alta nobleza y pega un gran impulso a la economía de esta pequeña urbe.

Entonces suben los impuestos al cuero y Niza conquista el mercado. Los habitantes grassois buscan una nueva forma de sustento y se especializan en los perfumes. Se cultivan infinidad de plantas y flores en los alrededores y se desarrolla una técnica de fijación de los aromas con grasa. Jazmines, rosas, claveles, mimosas, flores de azahar, violetas… a cada paso, en cada confitura, en cada perfume.

Qué hacer

Aunque parezca imposible, esta ciudad alberga mucho más. Erigida en la Edad Media y fiel testigo de la creación del Reino de Saboya, Grasse está compuesta por estrechas calles y numerosas plazas que fueron escenario del libro de Patrick Süskind (y, posteriormente, de la película de Tom Tykwer): El Perfume. La extravagantemente descrita place de la Poissonerie hoy sólo conserva los canales de desagüe; la place de Aix de Aires y su fuente de Luis XV, permiten al transeúnte imaginar el trasiego de los cueros de antaño y transportarse a la época del apogeo del comercio del perfume, gracias a los infinitos puestos de flores que hoy la habitan. La place aux Herbes es la tercera plaza más característica de la ciudad y merece un paseo. La muralla es del s. XVI y tiene restos alrededor de toda la ciudad.

Después de degustar unas ostras en el impactante mirador donde se encuentra la estatua del Almirante de Grasse, callejeando se llega a la tour de l’Evêque, del s. XII y a la escondida catedral de Notre Dame du Puy del s.XI en la place du Puy, donde se pueden ver dos cuadros de Rubens y uno del pintor local Fragonard.

Es más que recomendable adentrarse en el mundo de la elaboración de perfumes. Para ello se puede ir al Museo Internacional de la Perfumería, o bien a cualquiera de las famosas perfumerías que ofrecen visita guiada gratuita: Fragonard, Galimard y Molinard. Al terminar, uno se siente como parte de la realeza al probar tantos perfumes, jabones y cremas que le envuelven en aromas majestuosos.

Las plantas cultivadas en los alrededores de Grasse dan lugar también a preciosos campos por los que pasear. Los lugareños tienen las mejores recomendaciones y están encantados de indicar al turista cuál es el más apropiado para un paseo envolvente.

Las confituras elaboradas en esta localidad son de una delicadeza y calidad propias de los dioses. Quien visita Grasse no puede irse sin saborear un buen desayuno donde predomine la confitura de jazmín, de mandarina, de rosas.

Cuando uno se va de Grasse tiene una sensación de calma y distancia a los problemas que no tiene precio. Es unas semanas después cuando se da cuenta de que los aromas de Grasse le han revuelto el alma.