Dice la historia que los primeros en escribir guías de viajes fueron «cazadores de tesoros» y alquimistas árabes. Un auténtico superventas en el mundo árabe medieval. Pero las guías turísticas modernas datan del siglo XIX. En 1835 Karl Baedeker y en 1836 John Murray inventaron las guías de viaje, aunque por separado.

Kart Baedeker fue un editor alemán. Hijo de un librero e impresor. Abrió una empresa en Coblenza en el año 1827 que se hizo famosa por sus guías turísticas. Su objetivo: proporcionar a los viajeros la información necesaria para que pudieran prescindir de los costosos guías de los viajes. Famosas han sido siempre las estrellitas que indican los lugares de interés u hoteles de confianza. Fueron cosecha de Baedeker.

John Murray era hijo y nieto de libreros y editores británicos muy importantes. Heredó la empresa familiar. Murray viajó mucho después de sus estudios y creó la colección Handbook travellers. Un éxito feroz. La editorial de Murray publicó obras de grandes autores como el explorador Livingstone, el geólogo Sir Charles Lyell y el naturalista Charles Darwin.

Hasta bien entrado el siglo XX, las guías de Baedeker y Murray fueron el único recurso para los viajeros. Guillermo Wetmore, poeta y escultor americano, dijo: «Cada inglés lleva al extranjero una Murray para la información, y a Byron para el sentimiento, y descubre por ellos qué se debe saber y sentir a cada paso».

Las guías Baedeker eran famosas por su portada roja. Pero en la Primera Guerra Mundial, dos de sus escritores británicos se pasaron a las guías Murray y crearon las llamadas guías azules, que las distinguían de su competencia. Fueron un referente en el siglo XX y aún se siguen publicando.

La exclusividad les duró hasta después de la Segunda Guerra Mundial. Eugene Fodor, húngaro, escribía artículos de viaje. Antes de la Guerra emigró a Estados Unidos. Allí, se dedicó a escribir guías de viaje. Arthur Frommer fue un soldado americano destinado en Europa. Su experiencia viajando alrededor del continente le sirvió para escribir Europa por 5 dólares al día. Ambas guías fueron el comienzo de grandes colecciones que recorrerían países de todo el mundo.

Trotamundos

La primera vez que viajó a Inglaterra tenía 16 años. Fue haciendo autostop, un hombre de aspecto rico con un jaguar le paró. En el viaje le preguntó si quería ir con él a escuchar un grupo del que era productor. Pero no aceptó, quería llegar hasta Escocia. Le dio su tarjeta. Su nombre: Brian Epstein. Cuando regresó a París lo descubrió. Sus amigos enfurecieron. ¡Era el productor de Los Beatles!

En una ocasión tuve la oportunidad de charlar con el protagonista de esta historia: Philippe Gloaguen, el padre de las guías Trotamundos. El hombre que carga una mochila con forma de bola del mundo en la portada. Las guías que son una auténtica Bible para los turistas franceses. Es increíble el furor que causa la Guide du Routard en el país francés. Una Biblia de más de 30 años. Viajar barato por lugares secretos, es una de sus promesas.

Tuvo varios trabajos para financiarse los viajes. Corría el año 1972 y Philippe viajaba alrededor del mundo. En 1973, propuso la primera guía a varias editoriales. Diecinueve le rechazaron y una muy pequeña, Gedalge, aceptó el proyecto. El dueño fue atropellado por un autobús. Hachette, otra editorial, descubrió al Trotamundos y su nuevo modo de viajar. En 1975 vende 52.000 ejemplares de solo cuatro títulos. En 1980 las Trotamundos alcanzan en Francia los 100.000 ejemplares. Solo 10 títulos. El viaje estaba concebido para los ricos y no para los jóvenes sin dinero me explicó. Las demás guías eran un directorio de hoteles y restaurantes lujosísimos. Su promesa cumplida es: en cada guía un secreto. Un secreto y cuatro o cinco especialistas.

Escándalos Planet

Corría el año 1972, Tony Wheeler se había graduado hacía poco en la Escuela de Negocios de Londres. Estaba trabajando para la compañía Ford. Era su primer empleo. Pero se tomó un año sabático. Wheeler viajó con su mujer durante seis meses atravesando Asia. Así, los Wheeler llegaron a Sydney con un total de 27 centavos en los bolsillos. Sus amigos estaban asombrados. ¿Cómo habían podido recorrer tantos países apenas sin dinero? Así nació Across Asia on the cheap (Atravesando Asia con poco presupuesto). El libro fue un éxito. Así que los Seller calcularon que podrían ganarse la vida viajando y escribiendo guías. De este modo nació Lonely Planet. Hoy en día es la mayor editorial del mundo en guías de viaje, una empresa con un valor que se calcula en más de 75 millones de dólares. En 2008 había publicado más de 500 títulos en 8 idiomas y vendido casi 6 millones de copias.

Como las guías Trotamundos, la Lonely Planet también encarna la guía destinada a mochileros y hippies que nació en los 70 cuando cayeron las tarifas aéreas y se democratizó la posibilidad de viajar. Sin embargo, algunos critican que las guías han perdido parte de su espíritu narrativo y ahora están dedicadas a un público más amplio. Un público que viaja a menudo en clase Business.

Y más que una crítica fue un escándalo cuando Thomas Kohnstamm reconoció en su libro Do the travel writters go to hell? (¿Van los escritores de guías de viaje al infierno?), que plagió e inventó guías de Lonely Planet, incluyendo la guía entera de Colombia publicada en el 2006, país que nunca llegó a visitar. Llegó incluso a confesar que aceptó favores sexuales y sobornos a cambio de una crítica favorable.

Marc Morte

Es autor de la novela Los hijos del Ararat y de dos libros de viajes: Sueños perdidos en la Ruta de la Seda. Viaje de dos jóvenes desde Estambual a Xian y Cáucaso, entre leyendas y Kalashnikov. Se llama Marc Morte y también escribe guías para Anaya Touring, como la de Tokio- Kyoto o Pekín-Shangai- Xian.

Para escribir una guía de viajes Marc se documenta mucho, elige los hoteles que quiere ver y donde quiere ir, saca mapas. Aunque reconoce que cuando va a un lugar habla con la gente que vive allí. «Es la mejor manera de conocer un sitio». Se divide el día por zonas y cuando está muy cansado se dedica a ver hoteles. En sus guías, intenta sacar hoteles y restaurantes de todas las zonas y categorías. ¿Su mayor desafío? Intentar que las personas que lean esa guía descubran el país por ellos mismos. «Ser un pequeño trampolín para que la gente abra los ojos y descubra las cosas más inusuales».

Los secretos del Camino

“Trabajo para el que me pague, como un mercenario, artículos, guías, reportajes… Anaya me da cierta estabilidad, con eso tengo para vivir y lo otro son las ganancias”.

Antón Pombo dedica el 80% de su vida al Camino de Santiago. Pertenece a varias asociaciones del Camino y escribe artículos para varios periódicos. Estudió historia del arte y siempre se interesó por la historia medieval y por el arte de la ruta Jacobea.

Hizo el Camino por curiosidad, la típica aventura juvenil. Por aquel entonces no había ni albergues, ni señales. Estamos hablando de los años 80. Fue a raíz de esta experiencia cuando le empezó «el gusanillo» del Camino. Entonces conoció al párroco de O Cebreiro, el gran promotor de Camino, que publicó la primera guía. Y pensó «Jo, ¡qué maravilla! Como me gustaría dedicarme a esto». Pasado el tiempo se le ofreció una oportunidad. «Escribo para viajar y viajo para escribir».

Historias de medio mundo

Descendió el Amazonas con un indio y se encontró con un asturiano que se casó con la hija de un cacique y se había convertido en el jefe de una tribu. Presenció el Golpe de Estado en Tailandia y durante 30 años ha recorrido los pueblecillos más escondidos de nuestra geografía investigando y fotografiando sus fiestas y tradiciones. Más de 2.000 fiestas, 1.000 pueblos y 500 hoteles. César Jústel es madrileño y presume de haber conocido casi todo el mundo. Le interesan más bien las culturas primitivas. Sus países favoritos: Perú y Afganistán. Reconoce que nunca ha pasado miedo y que no ha tenido ningún problema. «La civilización es más peligrosa que la selva».

Y es que, como dijo Voltaire «El verdadero viaje de descubrimiento no es buscar nuevas tierras, sino mirarlas con nuevos ojos». Y si el que lo logra es capaz de escribirlo, el resultado es un auténtico tesoro. No extraña entonces que los primeros en escribir guías de viajes fueran cazadores de tesoros, porque aunque no encontraran el botín, fueron los precursores de auténticas joyas.