Adentrarse en Extremadura lleva consigo un sinfín de experiencias culturales y gastronómicas que, acompañadas por su entorno natural, logrará deleitar los sentidos del viajero que se muestre dispuesto a dejarse seducir.

En tierra de conquistadores, Trujillo (hoy importante centro turístico), en cada uno de sus rincones, da buena cuenta de que por allí pasaron quienes un día forjasen la aventura del Nuevo Mundo.

En el siglo XVI numerosas familias de trujillanos emprendieron el viaje al continente americano, movidos por el deseo de hallar fortuna. Entre ellos, intrépidos viajantes y también humildes vecinos; los más famosos, Francisco Pizarro, Francisco de Orellana y Diego García de Paredes.

Francisco de Pizarro emprendió el viaje (al que le seguirían sus hermanos) que después le convertiría en el conquistador de Perú. En la Ciudad de los Reyes (la actual Lima) estableció su residencia y formó su familia, y fue nombrado gobernador de la Nueva Castilla por la Corona española. Desde allí, no se olvidó de España, sino que mandó galeones cargados de oro y plata.

Desgraciadamente, también allí encontró la muerte en violentas circunstancias, al igual que les sucedió a otros de sus hermanos. Fue su cuñada quien, arriesgando su propia vida, recuperó sus restos para darles sepultura y, más tarde, se ocuparía de rendirle el merecido homenaje en su tierra natal.

Hoy, el mismo Francisco Pizarro nos da la bienvenida a su ciudad, majestuosamente, en lo alto de su caballo, en el centro de la plaza Mayor.

En su honor está también el Palacio de la Conquista, construido en el siglo XVI por mandato de Hernando Pizarro y su esposa, Francisca Pizarro (ambos hermano e hija de Francisco Pizarro), siguiendo las indicaciones que este dejara en su testamento. En dicho edificio observamos motivos alegóricos de la conquista de Perú, el escudo de armas de la familia e imágenes de los protagonistas. Su balcón esquinado refleja el arte extremeño más significativo del momento.

Huelga decir que es de obligada visita la Casa-Museo Pizarro, que recrea la vida, aventura y conquista del hijo más ilustre de la ciudad.

El Centro de los Descubrimientos, por su parte, facilita una visión global de los hechos desde que Colón iniciara el periplo, aportando detalles de los viajes, quiénes le siguieron, así como las glorias y sin sabores con los que se cruzaron.

Es preciso hacer mención a la alcazaba árabe, construida en su mayor parte durante el dominio musulmán (siglos IX-X), y que antes que fortaleza andalusí ya había sido campamento romano. Está situada en lo alto de un berrocal, y a su alrededor, la dehesa extremeña.

Desde 1531 se venera en la capilla del castillo la imagen de la Virgen de la Victoria con el niño, patrona de la ciudad. La imagen fue colocada entre las dos torres del castillo, cumpliendo así con la leyenda que dice que la Virgen se apareció con el niño en brazos entre dos torres de la muralla, y gracias a ello fue posible la reconquista de la ciudadela.

Precisamente aquí halló refugio Juana la Beltraneja en su disputa con la reina Isabel de Castilla, en una época de agitación social y familiar. Una vez fue entregado el castillo a la reina, Juana tuvo que huir a Plasencia, donde contrajo matrimonio con Alfonso V de Portugal.

El castillo formaría parte de la muralla que rodea la ciudad, de la que se conservan diecisiete torreones y cuatro de las siete puertas originales que dan acceso a la misma. El espacio dentro del recinto amurallado es conocido como «el bario viejo de la villa».

Pasear por sus calles estrechas y empedradas te transporta a la época medieval, cuando, a la caída de la tarde, el tañer de las campanadas instaba a los vecinos a buscar resguardo dentro de sus murallas.

Son estas las calles que nos conducen a la plaza Mayor, que en sus orígenes estuvo ocupada por artesanos y comerciantes, que fue escenario de mercados medievales y antigua judería. Con el influjo del Renacimiento, llegarían los palacios y las casas señoriales, algunos levantados por quienes hicieron fortuna en la época colonial. Y también los soportales.

La iglesia de San Martín de Tours se asoma por uno de los lados para enseñar el reloj que marca la hora oficial de la ciudad. Antes, en su lugar estaba un edificio medieval, destruido en la guerra de sucesión castellana.

Son muchas las iglesias, ermitas y conventos que saldrán a nuestro encuentro. Una de estas, la iglesia de Santa María la Mayor, edificada sobre una construcción románica de finales del siglo XIII, cuya torre aún se conserva.

Entre los conventos, de los siglos XV y XVI, cabe destacar el de Santa Clara, donde hoy se encuentra el Parador Nacional de Trujillo, y también el de San Francisco el Real de la Coria.

Habiendo hecho tan solo una pequeña mención del amplio patrimonio cultural que ofrece Trujillo, no quería obviar la variedad de eventos que señala su calendario.

Así, la primera semana de mayo podremos asistir a la Feria Nacional del Queso, donde los profesionales del sector se citarán en la plaza Mayor para ofrecer sus productos. Talleres, catas y entregas de premios a los mejores quesos acompañarán la jornada.

En septiembre se celebran los Coloquios Históricos de Extremadura, donde se citan historiadores y curiosos para compartir investigaciones y estudios.

En octubre tienen lugar las Jornadas sobre Extremeños en América en los siglos XVI y XVII, con la colaboración de la Facultad de Filosofía y Letras de Cáceres, y el Centro de ciencias Humanas y Sociales.

En carnaval, disfraces, encierros y capeas.

En Semana Santa, procesiones y un via crucis viviente. Y el Domingo de Resurrección, el Chíviri: fiesta popular con degustación de la gastronomía de la tierra y bailes tradicionales con trajes típicos.

Y a finales de agosto y principios de septiembre, las fiestas patronales en torno a una festividad religiosa. Del castillo de la iglesia de San Martín se baja la imagen de la Virgen de la Victoria (patrona de la ciudad), lo que dará inicio a un mes de eventos, que incluyen actividades deportivas, danza y teatro que se celebran dentro del castillo.

Son innumerables los motivos por los que uno no se puede perder Trujillo. Y si se me permite la recomendación y el bolsillo lo tolera, aunque son muchos los lugares donde uno puede hospedarse, sin embargo, ninguno como el Parador o el Izán, antiguos conventos de Santa Clara y San Antonio, respectivamente. Serán el detalle que haga que la experiencia sea absolutamente exquisita.

A lo maravilloso de la ciudad y del entorno que la rodea se le puede añadir algo más. Los amantes del vino podrán acercarse a conocer las Bodegas Habla: descubrir los detalles de su elaboración y asistir a una de sus catas. Será muy difícil marcharse sin llevar consigo algunas de sus botellas.

Y, para terminar, sugerir dos últimas visitas: el Berrocal, paisaje salpicado de grandes moles de piedra que conforman la misma ciudad de Trujillo, y el Parque Nacional de Monfragüe, el espacio natural protegido más valioso de Extremadura.

Disfruten de su viaje, ¡y no olviden probar un buen plato de migas!