A solo doce kilómetros al sur de Dublín topamos con la pequeña localidad de Dún Laoghaire, un lugar que puede pasar desapercibido, pero al que merece la pena dedicar al menos unas horas para contemplar su puerto, museos y edificios que no nos dejarán indiferentes.

El nombre de Dún Laoghaire deriva de Lóegaire mac Néill, quien fuera gran rey de Irlanda en el siglo V (será también reconocido por permitir a san Patricio predicar el cristianismo en la isla), que eligió el lugar como puerto desde el que comunicarse con Gran Bretaña y Francia, y allí construyó una fortaleza (hoy desaparecida, pero de la que han sido hallados restos en la costa). Dún Laoghaire se traduce como el fuerte de Lóegaire.

Durante el siglo XVII era frecuentada sobre todo por un grupo de pescadores, quienes habían establecido un pequeño asentamiento. El puerto de Dublín suponía ciertas dificultades de acceso, pues una barrera de arena en la desembocadura del río Liffey impedía el estacionamiento. Estos pescadores atracarían en Dún Laoghaire mientras esperaban que el viento y la marea les permitiese seguir su camino.

En el siglo XVIII, al establecerse las primeras relaciones comerciales con Francia y Gran Bretaña, el comercio empieza a tener vida en las costas, y esto hace posible que Dún Laoghaire se fragüe la fama de ser un lugar acogedor y de disponer de buenas playas para el baño.

A las dificultades existentes para atracar en Dublín y la reciente popularidad de Dún Laoghaire se sumó un terrible accidente en el que dos embarcaciones chocaron contra las rocas durante una tormenta, perdiendo la vida alrededor de unas cuatrocientas personas. De ahí saldría la propuesta de crear un puerto en este lugar, siendo 1817 el año en que se puso la piedra fundacional (no se dio por finalizado hasta 1842, al instalarse el primero de los dos faros que culminarían los extremos de ambos espigones).

Los trabajadores llegaron con Dún Laoghaire con sus familias, y allí establecieron sus residencias. La ciudad como tal nace en 1817, con la construcción del puerto y las primeras edificaciones.

En 1821, el rey Jorge IV visitó Irlanda y partió de este puerto. En honor a tal acontecimiento, cambiaron el nombre a Kingstown; pero en 1921, un año después de la independencia de Irlanda, volvió a su identidad original.

El puerto ha tenido funciones económicas y bélicas (de él partieron navíos en la Primera Guerra Mundial), y hoy es sede de varios clubes de yate. Es uno de los más grandes del país y constituye la ruta principal de transporte de vehículos al Reino Unido.

El muelle de embarque al este, el East Piar, es popular entre la multitud de paseantes: el faro a lo lejos, un quiosco de música y vendedores de helados hacen del paseo el mejor plan al atardecer de un día despejado.

Al norte, el West Pier, es una zona de encuentro para practicantes de windsurf y también para las escuelas de iniciación a la vela.

La Iglesia de los Marineros, muy cerca del puerto, fue levantada hacia 1837, durante los primeros años de historia de Dún Laoghaire. Fue inicialmente construida para marineros y guardacostas, que usaban el muelle como asilo, llegando así a albergar a 1400 personas, siendo una tercera parte los mencionados anteriormente y sus familias.

En 1971, la iglesia cerró sus puertas por el aumento de la congregación, pero en 1978 fue reabierta como Museo Nacional Marítimo de Irlanda, manteniendo algunos de los elementos de la misma iglesia, como las vidrieras y las dársenas para los prisioneros, que de haber sido arrestados en el barco, podían ser castigados en misa.

El museo dispone de una amplia y diversa colección de instrumentos que no hacen sino proporcionar al visitante una idea de la relación existente entre los irlandeses y el mar. Libros incunables, documentos de la historia marítima desde el siglo XVIII, la lente que un día estuvo en el faro de Howth, instrumentos de navegación y armas navales son algunos de los ejemplos que podremos encontrar al atravesar sus puertas.

No muy lejos de allí, se encuentra People´s Park, un tradicional parque de estilo victoriano abierto en 1890, que aún conserva varios salones de té clásicos. Con frecuencia hay música en directo y festivales. Nos permitirá pasar una agradable jornada y, si además es domingo, en el mercadillo que semanalmente lleva sus puestos podremos encontrar libros, productos de artesanía y comida de todo tipo.

Y si tenemos ganas de pasear, desde People´s Park hasta Dalkey (unos cuatro kilómetros) se nos ofrece una bonita ruta bordeando la costa. Allí podremos ver su castillo e incluso subir a las almenas y, para los más curiosos, informarles que en esa zona tienen sus residencias algunos famosos, como Enya y Bono, a los que en ocasiones le les puede ver paseando por las inmediaciones como cualquier otro parroquiano.

La Iglesia de St. Michael se erige con una majestuosa torre de granito de estilo neogótico, que se vislumbra a distancia. Sus inicios se remontan casi a los de la ciudad. Pasó de ser una pequeña iglesia de aspecto humilde a experimentar remodelaciones en las décadas siguientes, cuando se añadió la torre. Un incendio, a mitad del siglo pasado, terminó casi por completo con la iglesia, aunque la torre resistió, y hoy conforma un crisol de restos antiguos con partes de un diseño más moderno.

El Teatro Pavilion como sala de cine y teatro fue probablemente el local más concurrido durante mucho tiempo, desde que abriera sus puertas a principios del siglo XX. Como sucediera con la anterior, varios incendios hicieron del edificio pasto de las llamas y poco queda hoy de su estructura original. Pero sigue en pie y en él se celebran conciertos, actuaciones y algunos festivales importantes, como el de la marioneta y el de teatro de Dublín.

A poca distancia, se encuentran el Ayuntamiento, centro administrativo del condado Dún Laoghaire-Rathdown, cuya capital es Dún Laoghaire. Y el dlr Lexlcon, donde se encuentra la biblioteca central y el centro cultural de la ciudad.

Llama la atención el Royal Marina Hotel, por sus dimensiones y lo impresionante de su fachada, que bien puede recordar a una de esas series de televisión en donde el protagonista es un hotel de época. Tiempo atrás, proveía de electricidad al Teatro Pavilion; hoy es uno de los sitios donde, alguien como Bono (otra vez), de vez en cuando toma una copa.

George´s Street es la calle principal. En ella encontraremos varios centros comerciales y cantidad de establecimientos públicos para ir de tiendas o comer.

Con respecto a su vida nocturna, hay un total de once bares y varios pubs, la mayoría en George´s Street. Algunos de ellos, traditional Irish, como O´Neills o Dunphy´s; mi favorito, Gilbert & Wright.

Atravesando Scotsman´s Park llegamos a Sandycove, un barrio al sureste de Dún Laoghaire, donde encontraremos la Torre Martello. Se trata de una torre de poca altura y planta circular. En el siglo XVI, en las guerras revolucionarias francesas, durante un asedio en Cabo Martello, en Córcega, los británicos quedaron impresionados por la calidad defensiva de sus torres, tanto que decidieron copiar su diseño y construyeron una serie de torres similares a lo largo de la costa para hacer frente a las tropas de Napoleón en el siglo XIX.

Michael Scott, considerado uno de los mejores arquitectos irlandeses del siglo XX, compró una de estas torres en 1954 para fundar en ella un museo dedicado a la vida y el trabajo del escritor James Joyce. En su interior, la recreación de un espacio habitable, con mobiliario de la época, la famosa pantera y lo que se suponen objetos personales de Joyce. Si subimos a la torre, insuperables vistas.

En 1904 James Joyce se alojó durante una semana en esta misma torre junto a dos compañeros, Oliver St. John Cogarty y Samuel Chenevix Trench. Este último, que debía de padecer de extraños sueños, despertó una noche envuelto en sudor alegando habérsele aparecido una pantera negra. Nervioso, echó mano de su pistola para acabar con el animal, a lo que Cogarty se abalanzó sobre él para arrebatársela, y esta se disparó por accidente. Joyce y sus amigos se marcharon del lugar aterrorizados por el suceso y, aunque no regresó, sin embargo, quiso dejar constancia de los hechos en las primeras páginas de Ulises.

Siguiendo la línea de la cultura, también de Samuel Beckett (procedente del cercano Foxrock) se dice que experimentó una epifanía artística sentado en uno de los muelles del puerto de Dún Laoghaire, lugar donde hoy una placa de bronce rememora el hecho.

En agosto, durante tres días, Dún Laoghaire celebra el Festival de las Culturas del Mundo, uno de los mayores de Irlanda. Dedicado a la música de todas partes, con conciertos gratuitos al aire libre en un entorno insuperable.

Como curiosidad, siguiendo con la música, el cantante Bob Geldof, conocido, entre muchas otras, por la canción I don´t like Mondays, es oriundo de esta localidad.

Desde Dún Laoghaire podremos acceder con mucha facilidad a otras localidades cercanas que merecen mucho la pena visitar: Howth (pequeño pueblo de pescadores en el que además de visitar ruinas de la época viquinga, también se puede comer pescado fresco junto al mar y saludar a las focas), Malahide (con un misterioso castillo del siglo XII, del que la leyenda cuenta que el fantasma Puck aún se pasea por sus estancias), Powerscourt (fantásticos jardines de la segunda mitad del siglo XIX, con lagos artificiales, plantas raras, un jardín japonés y una cascada de 120 metros) y Glendalough (perfecto enclave entre arte y naturaleza, en donde se podrá contemplar, además del magnífico paisaje, los restos de la catedral, el monasterio y la round tower, de entre los siglos VI y XII).

Y para los que en especial disfruten de la naturaleza, varias rutas de montaña: Two Rocks, Three Rocks y las montañas Tibradden, desde donde se puede contemplar, al norte, Dublín, y al sur, las montañas de Wicklow.

Aunque se me ocurre mucho más que contar de Dún Laoghaire, terminaré solo diciendo que es el destino perfecto para quien esté pensando en un viaje con encanto, alejado de las multitudes y del ajetreo de las grandes ciudades. Es un paraje de gran riqueza cultural, que ofrece eventos variados durante todo el año; el mar y la montaña convergen en perfecta armonía, y su gente es tan acogedora que te conquistará sin remedio. A mí me ha conquistado.