Todos los Gobiernos de países que se aprecien emiten recomendaciones oficiales de viaje para sus ciudadanos. Suele ser un acto mecánico, obligatorio y soberano. Lo hacen para que futuros viajeros puedan informarse sobre el riesgo de traslado a determinado país y con frecuencia, proponen medidas que deben tomar para reducirlos. Algunos han desarrollado sistemas de alerta o de clasificación por niveles. Muchos con códigos de colores, inclusive, para facilitar la ilustración y su comprensión a los futuros viajeros. Dichos sistemas de categorización están muy lejos de estar normalizados entre sí. La ausencia de estandarización de metodologías aplicadas convierten en incomparables sus resultados entre distintos países.

El riesgo es inherente a la acción

Viajar a otro país, implica asumir riesgos de transporte, de exposición sociocultural y biológicos, entre otros. Más riesgoso que tomar un avión o un tren, lo puede ser caminar a orilla de la carretera, conducir un automóvil, moto de agua o cuadriciclo o, ni qué decir, practicar deportes extremos como el rafting, snowboard o alpinismo. La dosis de adrenalina siempre puede migrar de estimulante a peligrosa, cuando se trata de abusar de la gravedad o el efecto «caída libre».

Dentro de los riegos socioculturales, más que pensar en no dominar el idioma, hay que considerar que, al ser nuevo en un lugar, uno desconoce en detalle las costumbres locales, ya que, sin intención, se puede ofender a alguien durante la visita. Los locales suelen conocer mejor las zonas de la ciudad donde el hampa actúa. Nuestro pasaporte puede convertirse en una oportunidad para otros, en el mercado ilegal de documentos de viaje. Los conflictos ideológicos o de fe religiosa, son una realidad cotidiana en muchas naciones y con frecuencia el terrorismo acompaña. El crimen es un riesgo universal.

Cuando hablamos de exponernos a la biología, no estamos pensando en caminar entre felinos salvajes durante un Safari, o nadar entre reptiles, pirañas o el Gran Blanco. Estamos hablando de riesgos de infección, sobre todo. Hay que aprender a lidiar con plagas, para evitar las enfermedades que transmiten. Normalmente el sistema inmunológico del peregrino no está adaptado a la flora microbiana del destino. El famoso cambio de agua o de algunos alimentos son un típico ejemplo de ello. Seguir las recomendaciones sobre vacunación o higiene es fundamental. Hasta el cambio de horario, nos puede echar a perder unas vacaciones.

La percepción como metodología

La mayoría de las recomendaciones de riesgos de viaje a determinado destino que emiten los Gobiernos de muchos países, están basadas en una combinación de criterios más o menos técnicos y una gran cantidad de elementos, basados en percepciones subjetivas. Dentro de los insumos técnicos tenemos las estadísticas oficiales de cada país sobre su situación de seguridad interna y los informes que confeccionan los departamentos de seguridad de las embajadas.

Pero ¿cómo construyen los entes oficiales sus estadísticas en los distintos países? Lo que no se documenta, no se reporta. No es lo mismo un desaparecido, que un asesinado. No es lo mismo aplicar buenas prácticas de transparencia de datos certificadas, que la aplicación de métodos autóctonos sin verificación alguna.

Curiosamente los países que reciben mayor cantidad de turistas se pueden ver doblemente penalizados si los sistemas de gestión de datos entre naciones no reflejan la proporcionalidad de casos y la cantidad de visitantes. Si no se reciben turistas suficientes, nunca habrá casuística significativa, suficiente y comparable.

Por el contrario, la cantidad de aspectos subjetivos tomados en cuenta es muy grande y en todos los casos penalizan a los países por visitar. Los distintos Gobiernos que emiten recomendaciones están muy atentos a las actualizaciones que efectúan otros emisores sobre la situación de determinado país. Algunas veces se pueden reproducir errores fácilmente. Añadido a eso, noticias publicadas en medios locales o internacionales sobre sucesos que afectan a turistas o a nacionales, vinculados a cierto grupo de crímenes espectaculares, terminan generando percepciones distorsionadas de la seguridad de muchas comunidades.

Otro ejemplo de apreciación subjetiva se da con la identificación de situaciones que, comunes o no, pueden distorsionar la imagen de seguridad de un lugar. La necesidad de contratar escoltas de seguridad para autobuses de excursiones. La necesidad de contar con excesivas seguridad pública o privada. El tener que seguir instrucciones de «listas interminables de lugares» que no se pueden visitar por alto riego criminal. Las recomendaciones exageradas de locales para los turistas pueden generar percepciones de seguridad equivocadas. En general, los que emiten esas categorías, pretenden evitar «burbujas de falsa seguridad nacional» en hoteles cerrados o microambientes controlados.

Hacia una estandarización de criterios

El viajero meta, al que se quiere llegar con la recomendación, también modula los criterios empleados para construir la clasificación. Por ejemplo, se suele tomar como punto de partida, la situación del país de origen de los viajeros, ya que sociocultural y biológicamente, están más habituados a lidiar con las situaciones de riego. Pero, si por casualidad, el viajero es la primera vez que sale del país, puede verse sorprendido con mayor facilidad, por eventos totalmente desconocidos y si no se les advierte con claridad de estos peligros, nunca se prepararán para afrontarlos.

No pocos países están introduciendo políticas públicas que buscan regular la cantidad de turistas que reciben anualmente. Algunos, inclusive, están estableciendo «limitaciones de acceso por el exceso» en cierto tipo de turismo, como, por ejemplo, los que buscan poner a prueba su hígado, su sistema nervioso o su mente, turisteando con todo tipo de sustancias. O, por ejemplo, aquellos destinos turísticos que buscan evitar, prácticas descabelladas como el balconing.

Como parte de las respuestas, algunas autoridades con su sistema de categorización de riesgos de viaje al extranjero buscan provocar también un efecto «te lo dije», cuando muchos de sus ciudadanos regresan a casa y se apersonan a quejarse por su experiencia negativa en otro país, producto de una falta de advertencia efectiva por parte de su gobierno. En cualquier caso, necesitamos un auténtico sistema internacional de advertencia de riesgos de viaje que estandarice las buenas prácticas de gestión de la información y que la universalice.