Dimensiones. La última película de Christopher Nolan las busca y las encuentra, total o parcialmente. A las tres dimensiones-influencias de Interstellar (2001 de Kubrick, Encuentros en la Tercera Fase de Spielberg y Solaris de Tarkovsky) añadimos una cuarta de este discípulo aventajado que es Nolan: el tiempo. Porque más allá del argumento más o menos verosímil, el tiempo es la razón de ser del film, lo que envuelve todo, real y metafóricamente, para explicar la odisea de unos exploradores espaciales (más que astronautas) en busca de nuevos mundos para salvar a la Humanidad. Se acaba de estrenar la versión DVD y Blu-ray, en pleno renacimiento y auge de los temas científicos y espaciales.

El tiempo les hace viajar donde sería imposible con las tres dimensiones físicas. El tiempo les hace esperar dormidos (hibernados) una salvación o simplemente el siguiente paso de su misión. La medida estándar ya no sirve. El protagonista se embarca en esta misión para salvar al mundo (aspecto heroico más en la línea spielbergiana) pero tiene prisa porque la relatividad juega en su contra en su vertiente sentimental. El tiempo como ley natural en la Tierra, inmutable, y el tiempo como tabla de salvación en el espacio pero mortal para el devenir lógico del ser humano familiar. La supervivencia terrenal y espacial se dan la mano pero el tiempo es el juez en todos los casos, para bien y para mal.

La relatividad y la cuántica al servicio de la salvación del hombre y como explicación racional de fenómenos paranormales (en realidad paradojas temporales) gracias a las ecuaciones, pero siguen siendo un misterio racional y una zozobra vital y espiritual. La lucha por su uso en favor de la Humanidad no esconde su abuso en pos de los intereses personales y anhelos sentimentales. El hombre debe pasar a otro estadio superior pero a la vez renunciar a las reglas milenarias de filiación.

Interstellar son dos películas: en la Tierra se acerca a un drama rural, a esa América profunda y de arraigados conceptos familiares, a esa manera heroica de vencer las adversidades pero siempre dentro de un destino marcado. En el espacio se mantienen esas premisas humanas. La trascendencia del objetivo y de las insondables leyes cosmológicas no impide esa humanización que busca usarlas para los mundanos aunque loables anhelos de los humanos, más allá de la salvación de la raza.

El protagonista abandona su hogar doblemente: el hombre-granjero lo hace en su camioneta dejando una estela de polvo; el hombre-astronauta lo hace en la nave espacial dejando otra estela de combustible quemado. Ambas suponen la pérdida del hogar, del familiar y de la especie. Abandona el familiar para salvar a los suyos y el terrestre para salvar a toda la Humanidad, pero no podrá salvar una sin la otra. Y como gran demiurgo el Tiempo, que rige el destino, que es amenaza y esperanza a la vez, que marca el devenir de lo más cotidiano bajo reglas terrenales y también el trascendente bajo las del espacio.

Nolan te zarandea de la trascendencia intelectual a la sentimental a través de los vastos campos de trigo y del universo. Como ocurre con muchas películas de este fuste, con sus aciertos y excesos, carencias y contradicciones, lo que realmente cuenta es la experiencia de su visionado y todo lo que plantea. Las palabras no sirven. El tiempo lo es todo.