Siempre nos han gustado las listas: las maravillas del mundo, el mejor libro de la historia, los mejores deportistas, el mejor equipo, las playas más paradisíacas... La lista -nunca mejor dicho- es interminable. Una de las más frecuentes, controvertidas, seguidas y participativas es la de las mejores películas de la historia del cine.

Ha habido muchas: oficiales y no oficiales, de críticos de cine, de encuestas al público, a críticos, a actores; de asociaciones cinematográficas, de productoras, de revistas especializadas y no especializadas... En la mayoría, hay que decirlo, ha reinado Ciudadano Kane, la opera prima por excelencia, la obra maestra de Orson Welles, una de esas películas que cambian la historia del cine y la forma de hacerlo.

Pero si hay una “lista de listas” es la que publica cada diez años la revista británica Sight & Sound, donde también la cinta de Welles ha liderado el ranking durante cincuenta años nada menos. Sin embargo nada es eterno, salvo películas como esa, y tras la última y habitual encuesta de la revista a cientos de críticos y especialistas en todo el mundo hay un nuevo rey. Se llama Vértigo (1958) y su autor fue Alfred Hitchcock. James Stewart y Kim Novak la protagonizaron.

El director británico no solo ha estado siempre en estos listados sino que es, junto a John Ford, el que más películas ha incluido entre las mejores de la historia. Pero ha sido Vértigo, por su complejidad en todos los aspectos fílmicos, la que más ha destacado siempre, al menos desde el punto de vista de la crítica cinematográfica.

a la mayoría, al preguntarle por las películas más famosas o destacadas de Hitchcock, se le vendrían antes a la mente Psicosis, Los Pájaros o Con la muerte en los talones que Vértigo, también subtitulada De entre los muertos. Ambos títulos expresan muy bien el leitmotiv. El vértigo como aversión y fobia provocada que solo supera al final como consecuencia del más trágico destino y el más hondo dolor; la resurrección figurada como forma de superar la pérdida creída que no es más que un engaño de identidad y que sin embargo provoca la más real de las pasiones.

Vértigo, digna sucesora en el ranking de Ciudadano Kane, ha provocado y sigue provocando páginas y páginas de análisis, como lección de cine que es desde el primer al último fotograma. No tiene el misticismo de otros títulos de la lista como Casablanca, El Padrino o Centauros del desierto, pero lo hipnótico de su puesta en escena y su naturaleza poliédrica la hacen imperecedera y candidata a presidir, aunque sea simbólicamente, el olimpo de las grandes obras de arte del cine.