A pesar de estar incluido como grupo terrorista por países como Estados Unidos, Reino Unido, Canadá o Israel, Hezbollah (también conocido como Hizba’allah) es un grupo difícil de catalogar. En un principio, esta organización surgió como una insurgencia con el objetivo de expulsar a las tropas israelíes que invadieron el Líbano en 1982; posteriormente llevaron a cabo una serie de atentados terroristas a nivel internacional; y finalmente han redirigido sus esfuerzos al ámbito político, manteniendo al mismo tiempo una fuerza de resistencia y ejerciendo una importante labor como proveedores de bienestar para la comunidad chiita del Líbano. Por tanto, sería poco acertado categorizar a esta organización dentro de un solo ámbito, o despreciarlos como grupo terrorista, por lo que trataremos en este artículo de explicar la historia, evolución y actividades que desarrolla esta organización, para así exponer cómo debería ser realmente considerada por la comunidad internacional.

Orígenes de Hezbollah

Algunos investigadores sitúan sus inicios en la Revolución Islámica que tuvo lugar en Irán en 1979 y las protestas protagonizadas por musulmanes chiitas en todo Oriente Medio, con especial incidencia en un país como el Líbano, donde profesan esta religión 1,4 millones de los 4 millones de habitantes. No obstante, el momento fundacional real fue en 1982, en respuesta a la invasión de tropas israelitas del sur del Líbano en un intento de eliminar los campos de refugiados controlados por la Organización para la Liberación de Palestina (OLP). Hezbollah logró frenar el avance de las tropas de Israel no sólo alrededor de los campamentos sino también en la capital, Beirut, ganándose reputación con su importancia vital en la resistencia a esta invasión. Con su capacidad de represalia de los ataques efectuados por el ejército israelí, siempre respetando las “reglas de la guerra”, no sólo consiguieron finalmente que Israel se retirase de suelo libanés en el año 2000, sino también ganarse el reconocimiento del gobierno y gran parte de la población del Líbano como fuerza de resistencia.

Sin embargo, a partir de la invasión israelita también desarrollaron su faceta más polémica, llevando a cabo ataques terroristas que incluyeron algunos de índole suicida contra tropas estadounidenses y francesas en Beirut en 1983 y 1984, y contra tropas estadounidenses y saudíes en 1996. Del mismo modo, también realizaron ataques suicidas contra intereses judíos e israelitas, como los producidos en Argentina en 1992 y 1994, en Tailandia en 1994, y muchos otros intentos contra intereses americanos, franceses, alemanes, británicos, kuwaitíes o bahreiníes.

Uno de los hechos que ha llevado a tantos países occidentales a considerarlos como un grupo peligroso es por su conexión con Irán y Siria, los dos principales países exponentes del chiismo. Por parte de Irán, ésta ha provisto a Hezbollah de entrenamiento militar, moral y religioso, además de negociaciones y encuentros habituales para tratar intereses mutuos. Respecto a Siria, es más un matrimonio de conveniencia, ya que para éste país es una manera de demostrar a Irán su compromiso con la causa a cambio de apoyo militar y financiero, así como de asegurarse una protección del área del sur del Líbano para prevenir que Israel pueda acercarse a Damasco en una futura invasión.

Si atendemos a la propia carta fundacional de esta organización, podemos comprobar el carácter multifacético que comentábamos, ya que además de considerar como enemigos a Israel y Estados Unidos por su incidencia sobre la expulsión de los palestinos de su patria, también exponen como objetivos el mejorar la representación política y la viabilidad económica de las comunidades chiitas del Líbano, al igual que incorporar los preceptos islámicos al sistema político libanés, conseguir la aconfesionalidad del sistema electoral (actualmente el Líbano elige a sus representantes con unas cuotas fijas para cada minoría étnica o religiosa) y de manera más controvertida, establecer a Líbano como un Estado Islámico.

Siguiendo estas líneas también alejadas de la violencia, Hezbollah puso en marcha desde 1983 una extensa red de servicios sociales que el gobierno libanés era incapaz de proveer, incluyendo servicios de salud a la comunidad, distribución del agua, electricidad o recogida de basuras. Asimismo, con la creación de la ONG Hala al-Islamiya han promovido instituciones sociales como escuelas, ambulatorios, clubs culturales, centros religiosos o incluso medios de comunicación afines. Este esquema es ampliamente aceptado por la comunidad chiita, que acude antes a estos servicios que a los ofrecidos por el gobierno porque son más eficientes. Y a la hora de financiarse, Hezbollah ha conseguido diversificar sus ingresos, que provienen de remesas de expatriados, organizaciones caritativas, empresas legítimas y también de actividades criminales como contrabando, fraude, tráfico de drogas o de diamantes.

El salto a la política

Por tanto, aunque se le haya dado mayor importancia desde Occidente a sus acciones terroristas, las de promotor social son las que les han dado un mayor reconocimiento en la región, y en las que se han centrado, mucho más después de decidir introducirse en los cauces legítimos de la política a finales de los 80. Para ello, sacrificaron uno de sus aspectos más polémicos, el del Estado Islámico, para adoptar la naturaleza multirreligiosa que es preponderante en el Líbano, así como a comprometerse a no usar la violencia para conseguir sus objetivos políticos.

A pesar de que tenían mayor y mejor organización que un Estado libanés desestructurado en ese momento, prefirieron ganar una amplia aceptación a tomar el poder por las armas. Del mismo modo, aunque habían tildado al aparato político del país de corrupto e irreformable, decidieron participar en las elecciones parlamentarias de 1992 para articular sus demandas, conocedores de que los recursos que posee el gobierno se distribuyen confesionalmente, y que siempre había habido un menosprecio hacia la comunidad chiita, que es la que Hezbollah quiere defender.

Sin embargo, su necesidad de justificar su uso de las armas después de la retirada de Israel de suelo libanés ha conllevado también pérdida de apoyo popular en los últimos años. Especialmente destacados son dos episodios ocurridos en 2005 y 2006, donde la actuación de Hezbollah ha provocado tensiones y violencia de manera injustificada. El primero fue la muerte del por entonces presidente del Líbano, Rafik Hariri, un billonario sunní con relaciones estrechas con Arabia Saudí, cuyo asesinato fue atribuido al régimen de Al-Assad, lo que provocó tensiones entre los grupos pro-sirios como Hezbollah y el mundo occidental liderado por Arabia Saudí.

Asimismo, la captura de dos soldados israelíes por parte de milicianos de Hezbollah que se adentraron en el país vecino para liberar a miembros de la organización capturados por el ejército israelí provocó un nuevo enfrentamiento armado con Israel, que quería aprovechar la oportunidad para eliminar del mapa a Hezbollah y atacar los intereses de Irán. A diferencia de anteriores enfrentamientos, el hecho de que esta incursión de Hezbollah no estuviera justificada hizo que no contaran con tanto respaldo popular, ya que Israel estaba infringiendo un tremendo daño a la infraestructura del Estado libanés, mientras que Hezbollah sólo podía responder con algunos misiles a zonas como Tel Aviv. La guerra supuso un desastre económico para Líbano y una mayor división social entre los que condenaban las acciones de Hezbollah (sunnís, drusos y cristianos) y una coalición de la comunidad chiita y algunos miembros de la comunidad cristiana, que también sentían un menosprecio del sistema político a las minorías, y confiaban en Hezbollah para cambiarlo.

A nivel internacional no ha vuelto a haber un enfrentamiento directo entre Hezbollah e Israel, pero a nivel interno la organización chiita ha utilizado en ciertas ocasiones la violencia para conseguir algunos objetivos, como el asesinato de algunos críticos del régimen sirio en Líbano o el cierre mediante acciones violentas de una estación de televisión contraria al partido. Pero al mismo tiempo que ocurrían estas acciones, en el aparato político Hezbollah ha conseguido formar parte de algunos de los gobiernos de coalición que se han formado, así como contribuir a la mejora de las capacidades del Ejército libanés.

Un futuro incierto

En definitiva, lo que nos encontramos es un caso difícil de catalogar, como decíamos al principio, y con un futuro incierto. Sus principales detractores afirman que el aparato de promotor de bienestar es sólo una maniobra para ganar adeptos en una futura toma de poder por la fuerza, además de recalcar que el principal objetivo de la organización sigue siendo la destrucción de Israel. Mientras tanto, los más escépticos afirman que Hezbollah puede ser una muestra del comienzo del post-islamismo, una era en la que los grupos islamistas acepten el pluralismo y la división de poderes.

Lo que sin duda está claro es que no se le puede considerar un grupo terrorista del mismo modo que a Daesh o Al-Qaeda, ya que mientras estos últimos solo buscan el terror a nivel internacional, Hezbollah ha dirigido sus últimos ataques a sus objetivos más inmediatos: Israel, el reciente apoyo militar a al-Assad en la guerra civil siria, y dentro de su propio país.

Cierto es, igualmente, que su presencia es un obstáculo a cualquier negociación en el conflicto árabe-israelí, y una deslegitimación a las fuerzas armadas gubernamentales del Líbano. No obstante, perseguir su eliminación completa por considerarles sólo como un grupo terrorista puede llevar a que la comunidad chiita en Líbano y otros países vuelvan a considerar a Occidente como un enemigo que lucha contra su bienestar, al mismo tiempo que se produciría un empobrecimiento de la comunidad chiita libanesa, que dejaría de recibir asistencia. En cualquier caso, centrarse en empoderar a las instituciones libanesas para que en un futuro sean capaces de rechazar la violencia ejercida por el ala armada de Hezbollah parece una manera más sensata de solucionar el problema.