Rodean a Florencia colinas y colinas. Si se hiciera de ella uno de esos ingenuos mapas de la Edad Media, con representación animada, a veces zoológica, Florencia podría quedar señalada por una ronda de mozas, la ronda de las colinas.

(Gabriela Mistral, El Mercurio 1925, Santiago de Chile)

Quizás esa «ronda de las colinas» le recordaban a la Premio Nobel (1945), otras más familiares, desnudas, solitarias; las colinas del Valle de Elqui, de las cuales su corazón nunca se alejó. Tal vez la nostalgia de los migrantes juega a sobreponer paisajes a los que guardan en el recuerdo para no sentirse expropiados de los suyos.

Sin duda, Florencia atrajo el interés de Gabriela Mistral, pues es, una de las ciudades más cautivantes de Europa, con atractivos históricos por doquier, una joya cuidada por colinas perfectas. Hoy, perderse en las calles de esta ciudad es casi una obligación, cuando se quiere escapar del caos de los puntos más visitados. Una gran aventura que embriaga con sus tonos ocre, blancos marmóreos y sus callecitas como laberinto del cual no quieres encontrar la salida.

En este laberinto aparece un atelier, una galería llena de colores que huele a primavera, en vitrina luce un cuadro de una figura femenina de cabeza de corazón, de color oro, como queriendo reafirmar a Blaise Pascal y su célebre frase «el corazón tiene razones que la razón no entiende»; y el color, le da aún más valor a esa afirmación. Su vestido carmín con ondas blanquecinas en el ruedo, simulan el movimiento de una imperceptible brisa. Los pies apenas apoyados en un fondo ocre, la hace liviana, ligera, en punto de iniciar su viaje.

Doña Primavera
de aliento fecundo,
se ríe de todas
las penas del mundo...

(Doña Primavera, del libro Ternura, Gabriela Mistral)

Al entrar, encuentro a la artista, en el afán de su pintura, con los ojos llenos de colores y versos. Daniela Meza Sigala, artista chilena, que desde hace casi 30 años vive en Florencia, cuna del Renacimiento, me confiesa que son los poemas de la escritora chilena, aprendidos en la escuela, los que la reportan a esa comunión primaria con la naturaleza, la tierra, la ternura de la entrega, el asombro de la germinación.

Dos mujeres que, en tierras extranjeras, dan rienda suelta a esa nostalgia de patria, de origen, de olores pegados a la ropa que se secan al sol, que el viento iza como banderas de sus feudos. Artistas que, al mismo tiempo, se impregnan de lo nuevo, lo beben y dan vida a experiencias únicas e irrepetibles porque han sido pobladas por nuevas culturas. Ellas traen a su haber: una, la prolijidad de la pluma y la otra la soltura del pincel, descifrando versos en colores, haciendo poesía en sus pinturas, partiendo de la misma naturaleza nostálgica que las convoca.

Impresiona de la obra de Daniela, la consciencia de sus protagonistas, mujeres solas, que ocupan el espacio, lo defienden y se lo apropian; féminas de colores brillantes; al igual que la naturaleza, generan vida, emociones, que te toman la mano y te hacen soñar con espacios desconocidos, liberatorios, alejados totalmente de los cánones de academias y estereotipos sociales.

Yo no quiero que a mi niña
la vaya a hacer princesa.
Con zapatitos de oro
¿cómo juega en las praderas?
Y cuando llegue la noche
a mi lado no se acuesta.
Yo no quiero que a mi niña
la vayan a hacer princesa.

(Miedo, del libro Ternura, Gabriela Mistral)

Mujeres reales, que no viven en espacios delimitados, porque absorben, aprehenden de todo lo que la vida les presenta, transformándolo en versos y colores que nos transportan a otra dimensión.

Así como la obra de la poetisa, Gabriela Mistral, el trabajo de Daniela Meza, desconoce límites geográficos, pues sus pinturas han conquistado espacios en colecciones privadas en países tan distintos como distantes: Emiratos Árabes, Bélgica, Alemania, Italia y Estados Unidos. En París, Francia, expone permanentemente en la Galería de arte contemporánea Bettina Von Armin.

En el ámbito de los 100 años de la primera edición del libro Ternura (España, 1924), la artista, junto al patrocinio de «Grandes Mujeres Chilenas» y Gabriela Mistral Foundation Inc. de New York, realizó una exposición con gran éxito, en la sede de la Embajada de Chile, en Roma. Despidió el año con una exposición en Florencia Camere con vista… sull’arte organizada por Eleonora Botticelli y Ester di Leo, en Casa Botticelli, que coincidentemente, fue la demora de la poetisa inglesa, Elizabeth Barret.

Cien años de Ternura, obra que incluye canciones de cuna, alabanzas a la naturaleza, a las criaturas que habitan la tierra. La ternura en las caricias maternas, la ternura que sientes cuando miras a tu compañero o compañera de vida, el apego que te crea el cariño hacia ese ser que se ha transformado en la fuente inagotable de amor. Abandónate al laberinto de versos y colores, roza esa mano fría y dona ternura, que tanto necesita este mundo aquejado en sus tribulaciones.