Han pasado unos meses desde que Castle (2009-2016) emitiera su final en ABC, tras unas semanas de especulaciones, noticias cruzadas e ideas finalmente desechadas sobre continuar la serie sin su protagonista femenina Kate Beckett, tras saberse que Stana Katic y Tamala Jones no hubieran vuelto a la serie de haber renovado por una novena temporada. El resto del reparto, liderado por Nathan Fillion, fue firmando contratos por un año más y los showrunners de la serie, Alexi Hawley y Terence Paul Winter, admitieron haber rodado varios finales en caso de que se tomara una u otra decisión. Finalmente, y para sorpresa de muchos, la cadena decidió cancelar el policíaco, dejarlo en ocho temporadas y 173 capítulos que en esencia estaban contando una gran historia de amor más que consumada. La decisión de matar a Beckett o hacer que se fuera de la ciudad por la razón que fuera, una seguro de carácter emocional, hubiera dañado el legado de Castle, serie que si ha durado tanto es en gran parte porque sus seguidores han sido intensos testigos del idilio, de su nacimiento, evolución y confirmación, con boda y progenie incluida.

La historia de la televisión tiene un largo historial de “experimentos” de este tipo, y la mayor parte no funcionaron. Creativamente, de cara a las audiencias o a veces hasta de ambas formas, pero por muy ocurrentes que sean las soluciones, muchas veces sería mejor haber parado antes, o al menos haber buscado otra forma. El spin-off es sin duda una de las mejores maneras de hacerlo, y pocos casos más exitosos han existido como el del drama Lou Grant (1977-1982) saliendo de la comedia La chica de la tele (1970-1977), o Frasier (1993-2004) partiendo de Cheers (1982-1993), de forma que Kelsey Grammer pudo dar vida y alma a un personaje con éxito y en un entorno de calidad durante veintidós años. Lo otro es la novena temporada de Scrubs (2001-2010) o la última de Expediente X (1993-2002), series con personajes protagonistas que dejaron su rol principal y pasaron a ser episódicos, teniendo los espectadores que lidiar con nuevas incorporaciones que nacen odiadas de antemano, sólo porque no son los personajes ausentes ni pueden serlo.

De hecho, tenemos la oportunidad de comprobar cómo funciona la situación contraria a Castle con Sleepy Hollow(2013-), que mató a la mitad de su dúo protagonista el pasado abril al dejar la serie Nicole Beharie. Muchos pensaban que Fox debía entonces cancelar el proyecto, que en su corta existencia ha sufrido llamativos cambios creativos que lo han convertido en uno forzado a renovarse cada año, pero la cadena optó por renovar la serie por una cuarta tanda que llegará en la primavera de 2017. Con el comienzo del rodaje, que traslada la acción a Washington, los actores Lance Gross y Jessica Camacho también dejan el proyecto y se suma como gran fichaje Janina Gavankar, recién salida de la cancelación de Los misterios de Laura (2014-2016), para dar vida a la nueva compañera de Ichabod Crane, una agente del Servicio Secreto de nombre Diana. Al menos los productores mantienen la idea de emparejar al blanco protagonista con una mujer no-blanca. Algo es algo.

El caso más paradigmático de esta manera de continuar una historia con bajas por el camino es el de The Closer (2005-2012) y su continuación Major Crimes (2012-), que está emitiendo ya su quinta temporada. La protagonista y productora Kyra Sedgwick anuncia su intención de dejar la serie tras la séptima temporada, lo cual parece implicar su fin porque ella es “the closer”. Pero resulta que la cadena está muy feliz con las audiencias, y el equipo creativo y gran parte del artístico no se siente todavía quemado en su trabajo, o no tanto como para cerrar el chiringuito. ¿La solución? Un spin-off que se iría preparando desde la serie madre, manteniendo a casi todo el reparto original (junto a Sedgwick sólo dejaron la serie otros dos actores) y con dos nuevas incorporaciones cuya presencia tiene el sentido suficiente. La transición fue tan suave y sutil, emitiéndose el final de la primera y el principio de la segunda seguidos, que Major Crimes ha logrado mantener al público de The Closer, y todavía se las ingenia para ser entretenida y más que decente en calidad tras más de once años y más de 180 episodios de estas historias.

La moraleja que se puede aprender de la acertada decisión de ABC de cancelar Castle y no lanzarse a lo que probablemente hubiera sido una novena y última temporada con muchos desprecios y miradas con la ceja arqueada es que el legado importa cuando una serie conecta con un público. Vince Gilligan decidió cerrar la magna Breaking bad (2008-2013) con cinco temporadas porque su experiencia en Expediente X le enseñó lo complicado que puede ser trabajar en una serie que continúa más por razones económicas que por creativas. Cuesta más producir historias nuevas, frescas y originales de este modo, en lugar de concentrar los esfuerzos en crear arcos argumentales –largos o cortos, también depende del género y la cadena– de interés. El que una serie siga existiendo hasta que se haya acabado con todo su jugo a base de exprimirlo a golpes nunca es buena idea, y hay multitud de ejemplos que lo demuestran. Castle, afortunadamente, no será uno de estos casos. Los ejecutivos han escuchado a su público, y esta vez para bien.