Humilla, oh gran Toledo, la famosa
cerviz llena de casas, a quien hace
collar el Tajo en círculo corriente,
y esa montaña al parecer fragosa,
sobre cuyos extremos el sol nace,
vanagloriosa de ceñir tu frente.

[Rimas sacras. Lope de Vega Carpio. Canción, 1658 (pub.)].

Quien así cantó la indeleble eternidad de la ciudad castellana no es sino uno, por excelso, más entre una caterva inagotable de autores que han conformado la áurea colección de poemas dedicados a la emblemática ciudad de Toledo.

A orillas del Tajo
Quizá quien con más fuerza la cantara sea Garcilaso de la Vega, el príncipe de la poesía española renacentista, fecha al itálico modo. En una de sus composiciones luminosas, escribió el magistral poeta de Toledo:

Con tanta mansedumbre el cristalino
Tajo en aquella parte caminaba,
que pudieran los ojos el camino
determinar apenas que llevaba.
Peinando sus cabellos de oro fino,
una ninfa del agua do moraba
la cabeza sacó, y el prado ameno
vido de flores y de sombra lleno.
……………….
(…) Pintado el caudaloso río se vía
Que en áspera estrecheza reducido
Un monte casi alrededor ceñía
Con ímpetu corriendo y con ruido;
Querer cercarlo todo parecía…

[Égloga III. Tirreno Alcino. Garcilaso de la Vega. Barcelona: Carles Amorós, 1543 (pub.)].

Garcilaso de la Vega ejerció un tiempo como regidor de su ciudad natal. Y entró a servir en 1520 al rey Carlos I de España en calidad de contino real. Aprendió griego, latín, italiano, francés, música y esgrima. Como protomodelo del artista y caballero renacentista, estuvo muy ligado a la nobleza, y formó parte del séquito del II duque de Alba cuando Carlos I desembarcó en Santander en 1522.

Capital religiosa, civil y cultural
La Historia de Toledo tiene una gran deuda con el Siglo, o Siglos de Oro en España, cuando se convirtió en capital del Imperio de Carlos de Castilla y Alemania (I y V); si bien ha lucido con luz propia desde su más remoto origen y, más en concreto, desde la Romanización.

Capital durante el reinado visigodo de Atanagildo, a mitad del siglo V, aún quedan restos de piedra caliza blanca, incrustados en torres y muros, con su geometría de origen visigodo. Toledo se convertirá en el centro político, cultural y artístico; y tras la conversión en el 589 de Recaredo y la nobleza visigoda al catolicismo para abandonar el herético arrianismo, Toledo será el centro religioso y Sede Metropolitana.

Fue, posteriormente, plaza importante y lugar de encuentro intercultural, durante el periodo musulmán en la Península. Tras ser ‘liberada’ por Alfonso VI, en el año 1085, la villa medieval comienza su puesta de largo como plaza de cultura y epicentro de grandes producciones literarias y pictóricas. Arranca, así, o se metamorfosea la mescolanza cultural de la ciudad, después del paso por su Historia de los grandes Imperios colonizadores.

Hasta llegar a la extensa etapa, que aún perdura, de intercambio cultural: Traducciones, asimilación de genios foráneos de la talla de El Greco, visitantes extranjeros que admiran su cuidado legado y nacionales que acuden a visitar a familiares o para realizar gestiones en su capital administrativa.

Sus muros, repletos de trazas históricas y de leyendas, recuerdan hoy cómo se gobernaba la ciudad y los estilos de vida de sus habitantes de las distintas épocas. Una impresión doble nos invade cuando paseamos por sus calles, levantadas en las faldas del promontorio de piedra granítica, la roca madre sobre la que se asienta la ciudad, su Casco Viejo: la hospitalidad y la sencillez rodean la mezcla de los tres ritos, que son perceptibles en las actitudes abiertas de sus distintos fieles.

Los cuales, en su día, convivieron en una armonía no exenta de puntuales tensiones, pero que fue ampliamente observada. Hasta que se emitan los edictos de expulsión/conversión de judíos y musulmanes durante el reinado de los Reyes Católicos. La Ciudad de las Tres Culturas quedaba de este modo merced a los nuevos intereses políticos de la Monarquía de los Reyes de Castilla y Aragón, quienes hacen de la limpieza de sangre el nuevo árbitro de una convivencia exponencialmente más tensa para sus moradores y visitantes.

Traducciones al Castellano
El ejemplo más popular de convivencia intercultural quizá sea el centro de traducciones auspiciado por Alfonso X ‘El Sabio’, y conocido como Escuela de Traductores de Toledo. Cierto es que, como tal, probablemente no existiera una escuela constituida oficialmente, con fondos y recursos humanos empleados expresamente para su desarrollo y continuación, como observan Carlos Alvar, José-Carlos Mainer y Rosa Navarro Durán en su Breve historia de la literatura española (Alianza Editorial, 1997).

La reunión de sabios árabes y judíos dignificó la empresa cultural de la ciudad, que se vio enriquecida por un rico patrimonio escrito, compuesto en su mayoría por libros de Astronomía y Derecho. Las traducciones tenían dos pasos: del árabe o hebreo al latín y de éste al castellano. El cual emergía pujante como lengua romance hablada desde la cornisa cantábrica hasta el sur, en lo que los citados especialistas en Historia literaria describen como de cuña de Norte a Sur.

En este afán intercultural donde se expone magistralmente ese cruce de las Tres Culturas, no faltarán los libros de entretenimientos, como El juego de dados y tablas, y la poesía escrita en galaico-portugués, las cantigas, que auspició y escribió, respectivamente, Alfonso X ‘El Sabio’.

El castellano alcanza por primera vez el rango de Lengua de la Chancillería, la Administración local y estatal de la monarquía castellana. Con el tiempo se alzará también con el título de Lengua de Cultura, al alumbrar las primeras obras literarias en romance.

Con la cristianización de la ciudad, se construye un amplio número de conventos e iglesias. Las elevadas torres de estilo mudéjar, trazadas en ladrillo, sazonan el perfil aéreo de la ciudad junto a las construcciones góticas que también florecen.

Carlos V (quien reinó entre 1516 y 1556) decidió conceder la capitalidad del reino castellano-aragonés, así como del Imperio en su integridad, a Toledo. Por entonces, se decía en España que el Sol no se ponía sobre su Imperio, que irradiaba durante unos años desde su castellana capital de España, regada por el Tajo.

Capital del Arte
El Renacimiento, de los siglos XV y XVI, fue especialmente generoso con Toledo. No en vano, la ciudad castellana adquiere condición de centro comercial, industrial, intelectual, artístico, político y religioso. A lo que se une un enorme aumento demográfico y el impulso del desarrollo económico y social.

Con el enriquecimiento de los estamentos hegemónicos -la nobleza, el patriciado urbano, la burguesía y la Iglesia- aumentan exponencialmente los talleres artesanales. Especializados en objetos de lujo y ostentación, servirán de reclamo a artistas nacionales y extranjeros (especialmente flamencos, alemanes y borgoñones).

Otro apartado en el que Toledo accede a ser foco principal de la Península es en la producción de obras impresas. A partir de 1480 ven la luz los incunables de las leyes de Cortes de Toledo, bulas, libros religiosos, filosóficos, históricos, económicos, jurídicos, médicos. Se prefigura, así, Toledo como centro difusor de la cultura y del pensamiento del siglo XVI en España.

Es en este siglo cuando las familias nobles impulsan transformaciones arquitectónicas: se erigen los palacios y casonas y numerosas edificaciones trazadas con el nuevo estilo procedente de Italia, aunque sin abandonar del todo el gusto por lo mudéjar, que tanto calado llegó a tener en la ciudad. El mudéjar, a la llegada del Renacimiento, no se abandonó, sino que fue punto de partida de un nuevo estilo, el plateresco (Hospital de Santa Cruz). Es una de las oscilaciones hacia el cambio previsible de un estilo artístico en otro nuevo (Lotman, 2001): En la etapa de los Reyes Católicos, se fundió con el gótico para dar lugar al estilo isabelino (San Juan de los Reyes). Los arquitectos quisieron conservar el recuerdo del mudéjar porque, precisamente, era un distintivo del pueblo hispano.

Éxito de visitantes en el Año Greco
Toledo registró durante 2014, el Año Greco, cerca de 900.000 pernoctaciones, con un incremento del 22% respecto al año 2013 (738.587 pernoctaciones), según cifras del Instituto Nacional de Estadística (INE) recogidos por el Ayuntamiento de la ciudad, que calificó de "excelentes" estos datos.

Según los datos del INE, en 2014 se produjeron un total de 898.547 pernoctaciones hoteleras, correspondiendo 641.822 a visitantes españoles, el 71,4%, y 256.725 a turistas extranjeros, el 28,5%.

Estas cifras arrojan resultados muy positivos dado que, en comparación con otros años en los que la ciudad ha acogido importantes eventos, como fue la celebración, en 2005, del IV centenario de la primera edición de El Ingenioso Hidalgo Don Quijote de la Mancha, el incremento de 2014 ha sido del 33%. Según destaca el Ayuntamiento, la cifra del año 2014 también supera el balance turístico de hace una década, habiendo crecido las pernoctaciones desde el año 2004 en un 40,5%.

Algunos de los puntos de referencia para todo nuevo visitante de Toledo se resumen en los siguientes: la judería con sus dos sinagogas, del Tránsito y de Santa María La Blanca; los vestigios de la mezquita, en la actualidad denominada del Cristo de la Luz; el edificio Hospital de Santa Cruz, de estilo renacentista y que se ha habilitado en parte como museo, fue hospicio de niños expósitos (abandonados); La Casa-Museo de El Greco; la Catedral y el Alcázar.